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PIER LUIGI BERSANI | Líder del Partido Democrático

“La hipótesis de grandes coaliciones no existe y no existirá jamás”

El líder de la coalición más votada recalca que no se puede dejar Italia "a la deriva frente a Europa y los mercados"

Pier Luigi Bersani, líder del Partido Democrático.
Pier Luigi Bersani, líder del Partido Democrático.Álvaro García (EL PAÍS)

 "Llámelo como quiera: gobierno de minoría, gobierno de fines específicos, importa bien poco. El próximo miércoles lo propondré a la dirección del partido, después al Jefe del Estado: yo lo llamo un gobierno de cambio, que me asumo la responsabilidad de dirigir, que propone siete u ocho puntos relevantes y que solicitará en el Parlamento el apoyo de quienes estén de acuerdo". Pier Luigi Bersani se juega así sus últimas cartas. Encerrado en su despacho, agita su habitual puro toscano apagado. Pero se muestra mucho más batallador que en la afligida conferencia de prensa del martes pasado. El líder del Partido Democrático (PD) intenta salir del rincón lanzando un nuevo desafío a Beppe Grillo («sus insultos no me asustan»), mostrándose favorable a la hipótesis de ofrecer los más altos cargos del Estado al Movimiento 5 Estrellas y al PDL («en cuanto a las cargos institucionales estamos abiertos a examinar todos los escenarios») pero cerrando definitivamente la puerta a cualquier “governissimo” con Silvio Berlusconi («ahora ya basta, ocasiones para demostrarse responsable ya ha tenido muchas y las ha desperdiciado todas”).

Pregunta. Señor secretario, empecemos por el principio. Por el día siguiente al tsunami. ¿Qué sintió el lunes por la noche?

Respuesta. Ya lo he dicho: una gran desilusión porque la gobernabilidad del país estaba en peligro.

P. ¿Nos atrevemos a decirlo? Estas elecciones ustedes las han perdido.

R. Por más que sea la primera vez que un partido de centroizquierda ha obtenido la mayoría absoluta en la Cámara baja y la mayoría relativa en el Senado, estos resultados no suponen de por sí la solución, como sucedería en otras democracias del mundo….

 P. Déjese de jerga política. Habrán ganado ustedes numéricamente, pero han sido derrotados políticamente. El PD ha dilapidado tres millones seiscientos mil votos, con el neoliberalismo en crisis, la corriente a favor de la izquierda en Europa, la derecha berlusconiana hecha pedazos en Italia. ¿Se les presentará alguna otra vez una ocasión parecida?

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R. Es indudable que esa marea de protestas y de exigencias de cambio nos ha entrado en casa. Pero no es cierto que las “condiciones de base” eran tan favorables. En el terreno social no lo eran en absoluto. Y eso yo lo había percibido perfectamente. Puede usted repasar todo lo que he dicho en la campaña electoral, y podrá comprobar que es cierto.

 P. De ser cierto, los italianos les habrían votado en masa. Si no ha sido así, ¿de quién es la culpa? ¿De los italianos que no les han entendido o de ustedes que no han sabido explicarse?

R. He podido ver a muchos doctos, médicos y sabihondos que pontifican a toro pasado. Yo jamás he pensado que si no ganamos es por culpa de los italianos que no nos entienden. Y tampoco creo que lo que ha ocurrido es atribuible a errores de la campaña electoral, que nadie puede evitar que se produzcan. Se nos han opuesto una derecha que proponía soluciones fiscales oníricas y Grillo que proponía la palingenesia. ¿Acaso quiere usted que le diga que habríamos tenido nosotros también que lanzar un mensaje a medio camino entre lo imposible y lo irracional? ¿Que habríamos debido ser un poco menos “realistas”? No estoy nada convencido de eso. En la campaña electoral siempre he repetido que el corazón de la crisis italiana radicaba en las cuestiones sociales, en el empobrecimiento y en el ensanchamiento de la horquilla de las desigualdades.

 P. Da la impresión de que han quedado ustedes enjaulados entre su habitual temor a quedar al descubierto por la izquierda y su habitual necesidad de abrirse al centro, teniendo en cuenta además que todo el mundo sabía que tras el voto llegarían a un acuerdo con Monti.

R. Es innegable que la necesidad de no romper con Monti nos ha condicionado. Y que a causa de ese condicionamiento algo hemos tenido que pagar.

P. Por otra parte, han infravalorado la rabia de los italianos, que mientras pagaban el IMU, veían multiplicarse los escándalos sin que se percibieran límites a los privilegios de la casta.

R. Siempre he tenido claro cuánto cuenta la maraña de los costes y de los mecanismos de nuestra democracia, que poco a poco se han convertido en una cuestión preliminar de principio, ineludible para muchos electores que han optado por el Movimiento Cinco Estrellas…

P. Pero el tsunami les ha arrollado de todas formas. Evidentemente, el mensaje de cambio ha sido vago, o no lo bastante rotundo.

R. No, en eso no puedo estar de acuerdo. Puede afirmarse que no hemos sido capaces de evitar que el fenómeno del voto del malestar y de la protesta nos entrara en casa. Pero que nadie venga a decirme que no habíamos visto el peligro. Si no lo hubiéramos avistado, yo no habría celebrado unas primarias para elegir al candidato del partido, en las que me sometí a refrendo, ni tampoco para la confección de las listas electorales. Y hoy no estaríamos diciendo que el tsunami nos ha afectado lateralmente, sino que nos ha embestido en plena cara. Si tenemos un Parlamento completamente renovado, la mayor parte del mérito es nuestro: el 42% de sus nuevos miembros son mujeres, y de nuestros 340 diputados elegidos en la Camera baja yo conozco como mucho a un 10%. En la campaña electoral me he pasado día y noche forcejeando entre quienes me preguntaban a cuántos centímetros de distancia debía mantenerse el PD de Monti o de Vendola. Me he dejado la garganta contestando: “Pero ¿es que estáis locos?, ¿no veis que el problema no es ese?”.

P. Se habrá dejado usted la garganta, pero ¿no se pregunta por qué no le hemos oído?

R. ¿Quiere usted decir que nos hemos equivocado en algo en la campaña electoral? No tengo mayor problema en aceptarlo. Pero verá, insistir en eso quiere decir soslayar las cuestiones de fondo. Las razones que explican la novedad del voto ya las he señalado varias veces y ahora solo me limito a reforzarlas. En los últimos dos años, la reducción del PIB y la destrucción del valor añadido y de los puestos de trabajo solo es comparable a lo que ocurrió después de la última guerra mundial. Frente a este drama, la política se muestra impotente o inmoral. Preguntarse “¿cuánto nos cuesta un parlamentario” es la otra cara de una pregunta distinta: “¿para qué sirve un parlamentario”. La democracia representativa ha demostrado que no domina la espiral en curso entre austeridad y recesión. Es una cuestión europea, pero es también, y aún más, una cuestión italiana. Esta crisis ha creado corrientes fortísimas, la opinión pública está dividida entre propuestas de innovación, protestas radicales, líneas de fuga utópicas, atajos para buscar lo mejor de lo peor, al estilo de “salgamos del euro”. Ahí, en este punto, es donde hay que actuar…».

P. De acuerdo, pues explíquenoslo, ¿cómo se ha de actuar?

R. En primer lugar, hay que respetar el resultado del voto. En segundo lugar, es necesario que cada uno asuma sus responsabilidades. A nosotros nos corresponde hablar los primeros porque disponemos de la mayoría, amplia en la Cámara baja y relativa en el Senado. Por lo tanto, para nosotros, responsabilidad significa cambio. El cambio no es una exclusiva del Movimiento Cinco Estrellas. Nosotros también lo hemos exigido, lo hemos practicado y lo invocamos con mayor fuerza aún.

P. ¿De qué modo? ¿Cuál es su propuesta para permitir la gobernabilidad de Italia?

R. Quiero darle la vuelta al esquema. El próximo miércoles, en el comité de dirección del partido, asumiré la responsabilidad de formalizar la propuesta de un gobierno de cambio, que marque de manera neta el cambio de fase con siete-ocho puntos programáticos. El primer tema es Europa. Quiero que el próximo gobierno ponga una cuestión crucial, de la que he hablado por teléfono con Hollande antes de ayer: la austeridad, por sí sola, nos lleva al desastre. En ámbito europeo, a todos ha de entrarles en la cabeza que la reducción de la deuda y del déficit es un tema que ha de plantearse a medio plazo: ahora hay otra urgencia absoluta, el empleo. La segunda cuestión es social. El malestar es demasiado fuerte, los ayuntamientos han de poder abrir ventanillas de apoyo, es necesario desbloquear de inmediato los pagos de las administraciones públicas a las empresas e introducir sistema universales en los amortiguadores sociales. El tercer asunto es la democracia. El nuevo gobierno, inmediatamente, debe reducir a la mitad el número de parlamentarios, equiparar a la baja sus sueldos a los de los alcaldes, promulgar leyes que regulen la vida de los partidos y no solo en lo que atañe a su financiación, que endurezcan drásticamente las normas anticorrupción y que regulen de una vez por todas el conflicto de intereses. Cada uno de estos puntos se traducirá en un especifico proyecto de ley, que día tras día haré público en la red desde el mismo jueves por la mañana. Ello me ofrecerá la agradable oportunidad de volver a plantear también algunas viejas ideas, como la creación de un ministerio para el Desarrollo Sostenible, visto que la economía verde ha de ser el corazón del nuevo gobierno que tengo en la cabeza.

P. Perfecto. Y con esa plataforma programática, ¿qué va a hacer, una vez que obtenga la aprobación del comité de dirección del PD?

R. Cuando el Jefe del Estado me llame a consultas, presentaré esta plataforma como base para un gobierno de cambio…

 P. ¿… para el que se postula como jefe de gabinete?

R. Sí. Esa será mi propuesta a Napolitano. Con esta plataforma me presento en el Parlamento, porque ya es hora de que este Parlamento fuertemente renovado vuelva a desempeñar a fondo todas las funciones que le competen. Con esta plataforma yo apelaré a todas las fuerzas políticas, para ver quién está dispuesto a asumir su responsabilidad.

P. ¿Y qué será? Un Gobierno de minoría, un Gobierno de fines específicos, que irá buscando votos allá donde los encuentre, sin mayorías preestablecidas?

R. Llámelo como quiera. Para mí es un Gobierno de cambio, que como todos los gobiernos se someterá a una moción de confianza. Voy a jugar mi partido a cara descubierta, y eso quiere decir que no habrá mesas secretas de negociación, apaños o chanchullos.

P. Grillo dice: “valoraré ley por ley qué votar”…

R. Leyendo nuestra constitución, votar ley por ley no es suficiente, porque un gobierno nace refrendado por una moción de confianza o no llega a nacer. A él le corresponde elegir. El cambio no se hace con la gente que de una tarta solo quiere comerse la guinda. Hay que gobernar el país, no podemos dejarlo a la deriva frente a Europa y a los mercados.

P. D’Alema propone ceder al Movimiento Cinco Estrellas y al PDL de Berlusconi la presidencia de la Cámara baja y del Senado. ¿Está usted de acuerdo?

R. No me aparto de cuanto he afirmado en la campaña electoral. Quien llega el primero no tiene la exclusiva de los cargos institucionales. Pero hay dos aspectos que me interesa subrayar. En primer lugar: una situación de emergencia como la actual no puede afrontarse con los viejos esquemas de ciudad asediada de la política. Y en segundo lugar: cuando están en juego las instituciones estoy abierto a todas las hipótesis, pero cuando se habla de gobierno no puede haber ambigüedad…

 P. Precisamente, Hic Rhodus. Si salta el esquema de su “gobierno de cambio”, ¿está usted dispuesto o no a hacer un pacto con el diablo, es decir, un gobierno de gran coalición con el Berlusconi “estadista” que dice que “esta es la hora de la responsabilidad”?

R. Escúcheme bien, en estos años a Berlusconi se le han presentado “horas de la responsabilidad” a espuertas, y las ha desperdiciado todas. La responsabilidad él no la concibe fuera de sus propios intereses, de él y de su gente. Por lo tanto, quiero decirlo con absoluta claridad: la hipótesis de grandes coaliciones no existe y no existirá jamás.

P. Con todo, parece que incluso en el PD hay fuertes presiones en este sentido.

R. Presiones siempre hay muchas y de todas clases. También en las bases, y en dirección contraria a la de las amplias mayorías. Tenemos la suerte de ser un gran partido, que discute y decide en organismos colegiados. Propuestas de “gobernísimos” hasta ahora no he oído ninguna. Supondría la muerte del PD, sería la respuesta de una política que rechaza la realidad y que se encierra en sí misma. Yo tengo una idea distinta: como siempre he dicho en la campaña electoral, lo que hace falta es un gobierno de combate, y yo estoy dispuesto a encabezarlo.

P. Pero si Grillo le dice que nones, y repite que es usted “un muerto que camina”, ¿qué va a hacer?

R. Ya me imaginaba que Grillo respondería algo parecido. Pero comete un grave error si cree que tiene delante a alguien que se deja impresionar fácilmente. A Grillo solo quiero decirle que hago mía la sugerencia del cantante Vasco Rossi: “a tomar por saco el orgullo”. Él puede insultarme cuanto le apetezca, pero tiene que acudir al Parlamento a decírmelo. Ese es el desafío que le lanzo. El gobierno de cambio que propongo no responde solo al sentir de su gente, sino también al de la mía. Hasta ahora su eslogan ha sido “todos a casa”. Bien, ahora que dentro de la casa está él también que nos diga con toda claridad si quiere marcharse o si está interesado en restructurar la casa.

P. No me ha dicho si en su paquete de medidas está también la reforma de la ley electoral, vistos los enésimos desastres que genera la que está en vigor.

R. Es ciertamente una prioridad. Habrá que verificar las posiciones de todos. Nosotros ya hemos presentado en el Parlamento nuestra propuesta: sistema mayoritario a doble turno, siguiendo el modelo francés.

P. D’Alema, evidentemente para lisonjear al PDL, propone introducir el presidencialismo. ¿comparte esta posición?

R. En nuestra propuesta deliberada por la asamblea nacional el presidencialismo no se contempla.

 P. Dígame, si su gobierno de cambio fracasa ¿qué sucede? ¿Habrá que volver a votar?

R. No tengo posiciones subordinadas. Esta es mi propuesta. Le tocará decidir al presidente de la República, con su acostumbrada sabiduría.

 P. Usted se está jugando romperse la crisma. ¿No ha pensado en dimitir, durante estos días? ¿Qué hará si su propuesta no llega a puerto?

R. ¿Dimisión? Hace dos años que vengo repitiendo que este de 2013 es para mí la último giro de pista. Lo sé y siempre lo he sabido. Pero sea como mozo o como capitán, yo no abandono el barco...

P. Señor secretario, díganos la verdad. ¿Cuánto pesa el instinto de supervivencia de las nomenclaturas?

R. No lo digamos ni en broma. Tenemos un país que salvar. En lo que a mí me atañe, quien crea que lo que está en juego es una cuestión personal o es una persona mezquina, o un cretino.

@ La Repubblica

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