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Los interrogantes se abren para la Venezuela poschavista

El chavismo defiende que Maduro es el vicepresidente de un Gobierno constituido hace seis años, y que, por lo tanto, le toca sustituir al presidente y convocar elecciones

Vista del Monumento de la Nación a sus Próceres, en Caracas.
Vista del Monumento de la Nación a sus Próceres, en Caracas.BORIS VERGARA (EFE)

Una ciudad sobrecogida por el miedo, la congoja, y en cualquier caso, una pregunta compartida: ¿qué va a pasar ahora? Esa ha sido Caracas durante la noche del martes y madrugada del miércoles, horas después del anuncio oficial del fallecimiento del presidente Hugo Chávez y antes de que se iniciara el cortejo fúnebre que trasladaría sus restos desde el Hospital Militar de Caracas a la Academia Militar.

El vicepresidente Nicolás Maduro informó del deceso cerca de las cinco de la tarde del martes, poco antes de la hora punta en las ciudades, cuando decenas de miles de personas salen de su puesto de trabajo. Si bien la invitación del Gobierno a sus partidarios fue la de congregarse en las plazas públicas para manifestar su dolor en paz, la mayoría de los ciudadanos interpretó la noticia como una consigna de resguardo. Las líneas del Metro de Caracas colapsaron. Un río de gente caminaba en dirección al oeste, donde se sitúan los dormitorios de la clase obrera, mientras el tránsito de vehículos hacia el sureste —cantón de la clase media— parecía no poder moverse.

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Frente a la sede de la petrolera estatal Pdvsa, un reducto del oficialismo y base fundamental en el financiamiento de los programas de asistencia social del presidente fallecido, un puñado de empleados esperaba transporte mientras se lamentaba entre lágrimas. Más al este, en el barrio de Chacao, un montón de escombros era lo que quedaba del campamento que por unos días había levantado un grupo de estudiantes frente a la sede de la Dirección General de la Magistratura, en demanda de información precisa sobre la salud de Chávez y su capacidad real para gobernar. Según testigos, los manifestantes abandonaron el campamento apenas supieron de la muerte del presidente. Vecinos partidarios del mandatario prendieron fuego a colchones, mantas y demás vestigios del vivaque.

Sin embargo, ya a las ocho de la tarde las calles empezaban a quedar desiertas. Los interrogantes sobre lo que venía adelantaron en algunas horas el toque de queda virtual que a recoge a los caraqueños, por causa de la criminalidad, a tempranas horas de la noche. Caracas se convirtió en una ciudad fantasmal.

El temor a brotes de violencia y el desconcierto de saber definitivamente ausente al hombre que llenó todos los espacios de la vida cotidiana durante los últimos 14 años, contribuían a una sensación de shock. Pero también surgieron preguntas más prácticas: ¿quién asumirá el poder? ¿Mediante qué mecanismo?

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Una respuesta prematura vino al filo de la medianoche del canciller Elías Jaua: el vicepresidente Nicolás Maduro asumirá la presidencia. Si bien se trata de una interpretación casi literal del deseo expresado por Chávez en su testamento político, algunos dudan acerca de su constitucionalidad.

El chavismo propone entender que Maduro es el vicepresidente de un Gobierno constituido hace más de seis años, y que, por lo tanto, le toca sustituir al presidente ausente

La Constitución venezolana prevé tres oportunidades para la falta absoluta del Presidente de la República: en las dos primeras, cuando ésta ocurre antes de la toma de posesión del presidente o durante sus primeros cuatro años del período de seis. En estos casos, se convoca a una elección universal para escoger al nuevo presidente mientras el Presidente de la Asamblea Nacional —Diosdado Cabello, en estos días— ocupa el cargo de manera interina.

En el tercer caso, cuando la falta absoluta del mandatario ocurra durante los últimos dos años del período presidencial, el vicepresidente ejecutivo —cargo que en la actualidad ocupa Maduro— deberá completar el lapso hasta que se celebren las elecciones regulares.

Parecería claro que Chávez, reelecto el pasado 7 de octubre y convaleciente en Cuba desde el 11 de diciembre, incurrió en uno de los dos primeros casos; no alcanzó a jurar su nuevo período, acto que debió ocurrir el 10 de enero pasado. Por lo tanto, correspondería que el Presidente del parlamento asuma el cargo transitoriamente y convoque a elecciones.

No obstante, el oficialismo se apresta a acomodar una nueva tesis, amparada en la controvertida decisión del Tribunal Supremo de Justicia —dominado por el Gobierno— que permitió aplazar la ceremonia de investidura del 10 de enero y esperar por la recuperación de Chávez. En el ínterin, de acuerdo a esa decisión, se generaba una situación de “continuidad administrativa” que, de hecho, le dio una prórroga al gobierno en funciones que debió haber expirado en esa fecha.

Planteadas las cosas de esta manera, el chavismo propone entender que Maduro es el vicepresidente de un Gobierno constituido hace más de seis años, y que, por lo tanto, le toca sustituir al presidente ausente y convocar elecciones. Maduro quedaría así en la posición privilegiada que Chávez disfrutó en sus últimas competencias electorales: la de candidato-presidente, con todos los recursos del Estado a su disposición. Se trata de un planteamiento que aún no cuenta con respaldo explícito del Tribunal, aunque este se da por descontado.

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