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El rey Abdalá inaugura una nueva etapa de reformas en Jordania

Una serie de tímidas reformas y el miedo a una primavera árabe sangrienta han dejado a salvo a la monarquía jordana

El rey  Abdalá de Jordania y el príncipe Husein el domingo en Ammán.
El rey Abdalá de Jordania y el príncipe Husein el domingo en Ammán. JAMAL NASRALLAH (EFE)

Hasta ahora, Abdalá II de Jordania ha capeado el temporal. Una serie de tímidas reformas por su parte, y el miedo de la ciudadanía jordana a que las protestas de la primavera árabe acaben por la senda violenta de Siria, le han dejado a salvo en el trono. A diferencia de su vecino sirio, Bachar El Asad, Abdalá II ha visto venir la marejada de la primavera árabe, y él mismo se ha convertido en el defensor más entusiasta de la democratización de su país. Nada le podía haber venido mejor que la reciente visita que hizo a su país el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, un gran signo de apoyo por parte de la primera potencia mundial. Pero que en esta coyuntura el rey esté a salvo no significa que la corona esté completamente fuera de peligro.

Es cierto que Abdalá II ha acometido numerosas reformas políticas en los pasados meses. El sábado juró ante él un nuevo Gobierno, de marcado talante reformista. Es el primer Ejecutivo para cuya formación el monarca consulta con la Cámara baja del parlamento. Esta quedó renovada en enero en las urnas, en unas elecciones libres y transparentes. En sus comparecencias públicas el rey habla de reformas, de apertura democrática, de una “revolución blanca” para renovar el sistema político en Jordania desde dentro. Obama le alabó en una comparecencia conjunta por “su compromiso con la participación ciudadana”. La oposición, sin embargo, considera que Obama y EE UU no tienen como interés prioritario la democratización plena de Jordania.

“No creo que Barack Obama sepa más de Jordania que nosotros”, explica el líder opositor Nimer Al Asaf, vicesecretario general del Frente de Acción Islámica, la sección política en Jordania de los Hermanos Musulmanes. “Creemos que aquí no ha habido reformas verdaderas. La corrupción no ha sido erradicada. No hay una verdadera voluntad de erradicarla. En lo que a nosotros respecta, Obama se puede guardar sus consejos para sí mismo”, añade.

Al entender de quienes gobiernan Jordania, sin embargo, Obama y el resto de sus aliados occidentales se han dado cuenta de que la primavera árabe ha dado paso a un verano de violencia y estancamiento en Siria, y de ingobernabilidad e incertidumbre en Egipto y Libia. A esas opciones, Abdalá II ofrece lo que él mismo llama “la tercera vía de Oriente Próximo”, reformas desde dentro, evitando a toda costa la violencia. Eso le permitirá, también, mantener el trono que su familia ostenta desde 1946.

“Su majestad tiene una visión clara, ha ofrecido a Occidente su visión sobre lo que sucede en la región”, explica Samih Al Maayta, ministro de información de Jordania. “Los jordanos no buscan que se derrame sangre. Son pacíficos. No buscan violencia. Se ha visto que durante los pasados dos años, las protestas en Jordania han sido pacíficas”, añade. Esas protestas se intensificaron brevemente en otoño, por la decisión del Gobierno de poner fin a una serie de subvenciones públicas al precio del fuel. Algunos manifestantes llegaron a pedir la abdicación del monarca, algo muy pocas veces visto en el país. Insultar al rey se considera delito, y se paga con prisión.

Egipto encarnaba, en cierto modo, la posibilidad de un modelo a seguir por la oposición jordana. Tras tres décadas de autoritarismo, llegaba la democracia y un Gobierno elegido por el pueblo. Sin embargo, la compleja situación que vive ahora el país, después del acceso al poder de los Hermanos Musulmanes, ha debilitado a la oposición de Jordania a los ojos del grueso de la ciudadanía. Puede que el país atraviese una complicada coyuntura económica. Puede que haya corrupción en los altos rangos del Gobierno. Pero el ciudadano de a pie parece preferir eso que la incertidumbre de una verdadera revolución.

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“La situación en Egipto no es cómoda para nosotros, como individuos, ni para el Gobierno. Mirábamos a Egipto como un modelo de comenzar un nuevo movimiento de reforma en el mundo árabe, después de 30 años de dictadura”, asegura el exprimer ministro y líder opositor Ahmad Obeidat. “No necesitamos una revolución en Jordania. Necesitamos reformas de verdad. Las reformas son la solución. Cualquiera que espere un cambio de verdad después de la visita de Obama está soñando”, añade.

Hay algo en que los opositores, laicos o islamistas, coinciden. El apoyo de Obama y EE UU al rey Abdalá, creen, no es desinteresado. “Si prestamos atención a las administraciones norteamericanas es evidente que su apoyo a Jordania es una forma de apoyar a Israel. Toda la política de EE UU en Oriente Próximo persigue el objetivo de garantizar que Israel es el poder predominante en la zona”, explica Obeidat. El líder islamista Al Asaf coincide: “Tenemos 2.5 millones de refugiados palestinos en Jordania. Naciones Unidas dice que deben volver a su país. Los israelíes no lo permiten. Un Gobierno democrático en Jordania pondría énfasis en ello y exigiría una solución”.

Es cierto que Abdalá II ha seguido tradicionalmente una política de contención respecto a Israel, dado que comparte una frontera de más de 350 kilómetros con ese país y con el territorio ocupado de Cisjordania. Ambos países firmaron un acuerdo de paz en 1994. Tienen ahora en común el problema que supone la infiltración de células yihadistas en la oposición en Siria, capaces de desestabilizar la zona si cae en sus manos el arsenal de armas convencionales y químicas de El Asad. Y esa es una amenaza que puede acabar siendo mayor para Abdalá II que las protestas que hasta ahora no le han hecho más que pestañear en el trono.

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