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EE UU hace evidente su implicación en la seguridad y el futuro de Asia

Washington está decidido a demostrar a Corea del Norte que actuará de forma contundente en caso de agresión

Antonio Caño
Un coro durante la sesión de la Suprema Asamblea del Pueblo de Corea del Norte.
Un coro durante la sesión de la Suprema Asamblea del Pueblo de Corea del Norte.EFE

Aunque Estados Unidos sigue dudando de que Corea del Norte tenga la capacidad tecnológica, incluso la voluntad real, de convertir sus estruendosas amenazas en hechos, la diplomacia y la fuerza militar norteamericanas están alertas y en plena disposición de demostrar que Washington actuará de forma contundente en el que caso de una agresión.

El secretario de Estado, John Kerry, se ha reunido este martes en Washington con su colega de Corea del Sur, Yun Byung-se, con el fin de diseñar una estrategia conjunta y para ratificar el pleno compromiso de EE UU en la defensa de ese país ante cualquier ataque de su vecino. "EE UU no va a permitir que Corea del Norte sea un país nuclear", ha asegurado Kerry en una conferencia de prensa tras el encuentro. "Haremos todo lo que sea necesario para proteger a nuestro aliados, estamos preparados y el Gobierno norcoreano lo sabe", ha advertido.

Kerry tiene previsto viajar la próxima semana a Asia para recordar a amigos y enemigos los fuertes intereses norteamericanos en esa región, donde EE UU incrementará en los próximos años su presencia militar y donde, como han recordado reiteradamente los más altos responsables de la Administración, tiene planes de jugar un papel relevante en las próximas décadas.

El duelo dialéctico que actualmente libra con Corea del Norte es, entre otras cosas, una oportunidad para EE UU de demostrar su implicación en un área en la que, probablemente, se dirimirá el liderazgo mundial a lo largo del presente siglo.

John Kerry se ha reunido en Washington con su colega de Corea del Sur, Yun Byung-se, con el fin de diseñar una estrategia conjunta y para ratificar el pleno compromiso de EE UU en la defensa de ese país ante cualquier ataque de su vecino

Washington confía, no obstante, en que será capaz de probar su hegemonía sin necesidad de disparar un solo tiro. El Gobierno estadounidense confía en que, en realidad, nadie quiere una guerra. No la quiere, desde luego, EE UU ni su gran aliado regional, Corea del Sur. Pero tampoco parece desearla el único aliado internacional de Corea del Norte, China, que el mes pasado votó en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas a favor de una condena y de nuevas sanciones contra el régimen estalinista norcoreano.

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El único que parece buscar un conflicto es el líder de ese aislado país, Kim Jong-un, quien podría estar haciendo maniobras propagandísticas para consolidar su poder dentro de un sistema de cuyo funcionamiento y equilibrios internos se conoce bastante poco.

En todo caso, EE UU duda de que el joven Kim sea capaz de cumplir con sus amenazas. Aunque el anuncio de que Corea del Norte aumentaba la capacidad de producir material nuclear para sus misiles ha creado la justificable alarma, los expertos en este país siguen creyendo que los técnicos norcoreanos no disponen aún de armamento atómico con garantías, mucho menos para alcanzar territorio norteamericano.

El duelo dialéctico que actualmente libra con Corea del Norte es, entre otras cosas, una oportunidad para EEUU de demostrar su implicación en un área en la que, probablemente, se dirimirá el liderazgo mundial a lo largo del presente siglo

Tantos los portavoces de la Casa Blanca como del Pentágono han insistido este martes en la versión oficial de que la Administración está atenta y vigilante, pero no preocupada por un ataque inminente. Los servicios secretos norteamericanos siguen los movimientos de tropas y de material en Corea del Norte y, aparentemente, no han detectado signos que sean motivo de alarma.

EE UU, no obstante, ha situado un segundo destructor armado con misiles frente a las costas norcoreanas y ha coordinado con su socio surcoreano otras medidas de protección. EE UU celebra periódicamente maniobras militares con Corea del Sur y asume su protección desde el final de la guerra que dividió a la península de Corea, por lo que un ataque contra ese país significaría, automáticamente, la entrada de EE UU en el conflicto. Eso daría lugar, al menos, a una difícil fase de tensión con China.

El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, de nacionalidad surcoreana, alertó este jueves sobre el riesgo que supone una escalada dialéctica de esta naturaleza. “Las amenazas nucleares no son un juego”, advirtió Ban en declaraciones a la prensa. “La retórica agresiva y militar provoca acciones de repuesta e inestabilidad”, añadió.

EE UU ha situado un segundo destructor armado con misiles frente a las costas norcoreanas y ha coordinado con su socio surcoreano otras medidas de protección

De momento, EE UU no está contribuyendo a esa escalada. Pese a los menores y simbólicos movimientos militares, la nota dominante en Washington es la de la prudencia. El portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, dijo este martes que Corea del Norte debería de renunciar a las provocaciones y volver a la mesa de negociaciones sobre su programa nuclear.

Para Washington, el programa nuclear norcoreano, no solo es un riesgo por la amenaza que representa para Corea del Sur y su otro gran aliado asiático, Japón, sino porque contribuye a la proliferación atómica. El régimen norcoreano puede ayudar al desarrollo de la tecnología nuclear en Irán, así como apoyar a otros países y organizaciones enemigos de EE UU.

En el pasado, el problema de Corea del Norte, en sí mismo, era mayor por lo que representaba de obstáculo en las relaciones con China. Hoy ese inconveniente parece haber disminuido en la medida en que, al menos oficialmente, Pekín se ha distanciado de su aliado y discrepa públicamente de su actitud belicosa.

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