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Marejada en el Río de la Plata

Argentina tacha de “inaceptables” las críticas del presidente de Uruguay sobre los Kirchner, pero Mujica evita pedir disculpas

Francisco Peregil
Cristina Fernández de Kirchner, Jose Mujica y Nestor Kirchner, en 2008.
Cristina Fernández de Kirchner, Jose Mujica y Nestor Kirchner, en 2008.AFP

La frase fue de las que permanecen flotando en Internet durante lustros y salen a colación cada vez que un jefe de Estado habla más de la cuenta cuando cree que nadie le graba. “Esta vieja es peor que el tuerto. El tuerto era más político. Ésta es terca”, dijo el jueves el presidente de Uruguay, José Mujica, cuando hablaba sobre las relaciones comerciales con el país vecino. La “vieja” era su amiga la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, con la que viajó al funeral de Hugo Chávez en Venezuela dentro del avión presidencial argentino, Tango 01. Y “el tuerto”, su difunto esposo, el expresidente Néstor Kirchner (2003-2007).

Mujica pronunció esas palabras durante un acto público celebrado en Uruguay por la mañana, cuando creía que sólo lo escuchaba su interlocutor, el alcalde de la localidad uruguaya de Florida, Carlos Enciso. En esa conversación, el mandatario criticó también el regalo que le había hecho Fernández al Papa Francisco y la forma en que se lo había dado: “A un papa argentino, que vive 77 años, ¿le va a explicar lo que es un mapa? Digo… ¿lo que es un mate y un termo?”, señaló. Cuando alguien le comentó que sus palabras se estaban escuchando, Mujica no le dio demasiada importancia al asunto: “¿Qué le hace una mancha más al tigre?”, alegó.

Las alusiones a la supuesta terquedad de Cristina Fernández y el pragmatismo de Néstor Kirchner se vienen oyendo en Argentina desde hace muchos meses. Pero nadie la había pronunciado en público en términos tan peyorativos. Dos horas después el incidente se convertía en tendencia mundial en Twitter. Mujica intentó de nuevo quitar importancia al asunto: “Yo no les voy a dar pelota [prestar atención] ni voy a recorrer el mundo aclarando nada”, señaló a varios periodistas. Pero la pelota se infló hasta provocar un conflicto diplomático.

Por la tarde, el ministro de Exteriores de Argentina, Héctor Timerman, entregaba una carta al embajador uruguayo en Buenos Aires, Guillermo Pomi: “La República Argentina señala que es inaceptable que comentarios denigrantes que ofenden la memoria y la investidura de una persona fallecida, que no puede replicar ni defenderse, hayan sido realizados, particularmente, por alguien a quien el doctor Kirchner consideraba su amigo”. No obstante, en el mismo comunicado, se indicaba que el incidente no debería afectar a las “históricas relaciones” que han unido a ambos países.

Mujica leyó este viernes su columna radiofónica en una emisora de FM uruguaya. Evitó solicitar disculpas y tampoco se refirió directamente al problema. Sin embargo, hizo un recorrido por la historia de los dos países, recordó que ambos nacieron “en la misma placenta de los pueblos argentinos”. “Nada ni nadie podrá separarnos. Definitivamente”, concluyó. La esposa de Mujica, la senadora uruguaya Lucía Topolansky, declaró que para ellos el tema estaba zanjado. Sólo el tiempo dirá hasta qué punto la cuestión logra zanjarse.

Las palabras de Mujica recordaron a las que pronunció en mayo de 2002 el presidente liberal uruguayo Jorge Battle, del Partido Colorado, cuando creía también que nadie le grababa: “Los argentinos son una manga de ladrones del primero al último. ¿Sabe cómo se manejan las cosas en Argentina? ¿Sabe el volumen y magnitud de corrupción que hay en Argentina?”. Battle, que entonces tenía 72 años y ahora 84, se disculpó en público y en privado con el presidente argentino de entonces, Eduardo Duhalde. “Fue por una razón muy sencilla; no era un ciudadano, era el presidente. Los tres millones de uruguayos podrían sufrir enormemente por un enojo mío”, explicó.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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