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“La libertad de comercio es necesaria, pero la moneda única no”

El productor de quesos rechaza el euro y califica a la UE de "mala copia" de los Estados

El industrial italiano Roberto Brazzale
El industrial italiano Roberto BrazzaleIrene Opezzo

"Nuestra familia lleva ocho generaciones produciendo mantequilla y quesos desde los tiempos de la República de Venecia, en el siglo XVIII. Queríamos desarrollar proyectos nuevos e innovadores, que son imposibles en Italia por la escasez de terrenos y porque en este país existe una cultura hostil a la empresa, la innovación, el mercado. En el año 2000 descubrimos Moravia, una extraordinaria región agraria de la República Checa, que había recuperado la libertad después de 40 años y ofrecía un entorno ideal para desarrollar nuestra tradición quesera italiana. Allí hemos creado Gran Moravia, el resultado de la evolución de los quesos semigrasos, vegetarianos y ecosostenibles. Con leche checa y artesanía industrial italiana.

La incorporación de la República Checa a la UE eliminó todos los obstáculos y hoy exportamos a 54 países. La libertad de comercio es necesaria para la paz y la prosperidad de los pueblos, pero lo que no es necesario es que se haga con una misma moneda. En la República Checa circula la corona y eso no nos supone ningún problema.

No creemos en el euro que tenemos en Italia. Una moneda representa un único balance estatal o una homogeneidad absoluta, cosa que nunca ha existido entre Italia y Alemania, por ejemplo. Pensar que es posible que Italia se “germanice” gracias al “vínculo externo” o al “pacto fiscal” es una ingenuidad. Italia no se puede reformar. Ni la mayoría de la población ni las empresas quieren reformas porque afectarían a privilegios muy enraizados. Además, los sindicatos impiden la modernización. El sector productivo del país está en manos de una mayoría cultural y política. En el pasado, las devaluaciones eran lo único que lograban restablecer el equilibrio entre importaciones y exportaciones y compensaban a las empresas por el peso muerto del sistema, pero hoy eso es imposible porque la moneda es el euro, que, durante 10 años, ha garantizado una liquidez artificial, hasta que nos hemos encontrado con el efecto boomerang: la circulación del dinero está bloqueada.

Como medida de seguridad, hemos llenado nuestros almacenes de queso semigraso, un valor seguro y ligado al marco, porque creemos que los alemanes acabarán por poner fin al BCE y al dinero que hoy llena de deudas a los países periféricos. Llegados a ese punto, la salida del euro será la única y drástica opción que le quedará a Italia. Cuanto más tarde se haga, peor será. Los daños sociales no serán consecuencia de la salida del euro, sino de los desequilibrios acumulados durante su vigencia y de la imprudencia demostrada a la hora de adherirse a él.

Ahora bien, dejar el euro no tiene por qué significar dejar la UE, que es fundamental para todos los países, pero que es necesario transformar. Al darle mayores poderes al Parlamento, la UE se ha vuelto más burocratizada y demagógica, “políticamente correcta” e ineficaz, un obstáculo para la competitividad europea, una mala copia de los Estados nacionales que pone trabas a la energía de sus extraordinarias poblaciones."

Este texto fue elaborado por Eleonora Vallin (La Stampa), a partir de una entrevista con Roberto Brazzale.

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