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El caso de Lady Profeco aviva la polémica sobre el tráfico de influencias en México

La hija de un alto funcionario mexicano manda cerrar un restaurante por negarse a darle una mesa

Andrea Benítez, en una foto en Twitter.
Andrea Benítez, en una foto en Twitter.

Viernes por la tarde, Ciudad de México. Andrea Benítez quería una mesa en Máximo Bistrot, un restaurante de moda. El sitio estaba lleno. Se desocupó un sitio y los trabajadores del restaurante sentaron a los que seguían en la lista de espera y no a Benítez. Tremendo error. La chica descargó su furia por redes sociales –“Pésimo servicio”, escribió en su perfil en Twitter– y acudió a la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), el organismo mexicano encargado de defender los derechos de los clientes. Hay un detalle. Benítez es hija de Humberto Benítez, director del organismo.

Los abusos de poder en México no son, ni de lejos, una práctica nueva. En cuestión de minutos, agentes de la Profeco se presentaron en el establecimiento y clausuraron el sitio bajo dudosos argumentos. Sí lo es en cambio la denuncia de los incidentes en las redes sociales. “No supo medir las consecuencias”, explica Teresa Martínez Garza, una profesora de danza de 31 años que atestiguó el incidente. Maximo Bistrot es uno de los restaurantes más prestigiosos de la ciudad. En su clientela hay músicos, artistas y actores de la capital.

La publicación de la anécdota en el periódico Reforma el pasado sábado desató tal indignación en redes sociales que llevó al Gobierno del presidente Enrique Peña Nieto (del que depende la Profeco) a anunciar una investigación. El grupo parlamentario del conservador PAN en el Congreso ha pedido una comparecencia de Humberto Benítez para aclarar el caso. Benítez, a través de un comunicado, aceptó que los agentes del organismo que preside habían exagerado cuando se enteraron que la denunciante era su hija.

El caso de Andrea Benítez (bautizada “Lady Profeco” en las redes sociales) trae a la memoria las prácticas que caracterizaron en los más de 70 años en que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) gobernó México como partido hegemónico. Prácticas que el Gobierno de Peña Nieto, priista, se ha esforzado en decir que han dejado atrás.

La operación para clausurar Maximo Bistrot fue dirigida por Jesús Rolando Rangel Espinosa, director de verificación y vigilancia de la Profeco y exdirector de la Policía Ministerial del Estado de México, que Peña Nieto gobernó entre 2005 y 2011. Al establecimiento se presentó Policarpo Montes de Oca Álvarez, director de Procedimientos y Sanciones y también originario del Estado de México.

Desatado el escándalo, Maximo Bistrot reabrió sus puertas. La dueña del establecimiento, Gabriela López, explicó después que lo único que pide después del incidente es que “nos dejen trabajar en paz”. Pese a la indignación reflejada, Andrea Benítez se limitó a colgar en su perfil de Twitter (ahora cerrado) una explicación de lo ocurrido, en la que asegura que su comportamiento se debió a que “no se respetó el orden de las mesas”. Reconoce estar “apenada” por la situación. Su padre, Humberto Benítez, llamó personalmente a López un día después de la publicación del percance para disculparse pero, según la dueña del establecimiento, cortó la llamada en cuanto ella le dio las gracias.

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Benítez Treviño es el único de los paisanos del presidente que están en su equipo al que se refiere como “maestro”. Fue diputado regional del Estado de México junto con el actual presidente. Militante del PRI desde 1963 –tres años antes del nacimiento del mandatario mexicano–, fue Procurador de Justicia (Fiscal General) de la república en la presidencia de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994). Uno de sus hijos es notario y otra más, Rosalinda, es la actual secretaria de Turismo del Gobierno del Estado de México.

La cercanía de Benítez con Peña Nieto hace que el error de Andrea Benítez traiga “muchas consecuencias”, según explica el periodista Francisco Cruz, autor de Negocios de Familia, una biografía del mandatario mexicano. “Da la impresión de que [los verificadores de Profeco] no calcularon los riesgos. En un país medianamente democrático, ya habría renunciado”. Para Cruz, el caso de Andrea Benítez es un ejemplo paradigmático del viejo PRI. “El autoritarismo del viejo sistema en toda regla”.

La anécdota refleja que el presidente mexicano “navega entre dos mundos”, como explica el periodista Carlos Puig en su columna del lunes pasado. “El de la modernidad que pregona y que, de alguna manera, acredita con sus iniciativas y reformas. [...] Y el de algunos que le acompañan, que son el retrato del México que hace mucho queremos que desaparezca, ese de la influencia y de la 'clase política inamovible'”.

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