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Fernández brinda a Maduro un baño de masas organizado por peronistas

Una organización peronista organiza un acto masivo en un estadio de fútbol como agasajo al presidente venezolano

Francisco Peregil
El presidente de Uruguay José Mujica y Maduro, en Montevideo.
El presidente de Uruguay José Mujica y Maduro, en Montevideo.PABLO PORCIUNCULA (AFP)

Nicolás Maduro sabe que nunca alcanzará el carisma que tenía su antecesor, el presidente venezolano Hugo Chávez. Pero intenta seguir sus huellas para preservar los mismos aliados internacionales que apoyaron a Chávez durante 14 años. ¿Hay que afianzar, antes que nada, la “alianza estratégica con Cuba? Pues Cuba iba a ser el primer país al que viajase solo siete días después de jurar la presidencia. ¿Es preciso ahora potenciar la “petrodiplomacia” con Uruguay, Argentina y Brasil, los tres socios de Mercosur salvando la excepción del suspendido Paraguay? O sea: ¿Hay que venderles el petróleo a bajo costo para llenar de productos básicos los supermercados venezolanos? Pues se firman acuerdos, como los que se firmaron este martes en Montevideo. ¿Hay que explotar su pasado como conductor de autobuses? Pues se conduce un auto por la capital de Uruguay acompañado del presidente uruguayo, José Mujica. ¿Hay que tomar después el volante de un autobús de 12 metros y conducirlo también por las calles de la capital uruguaya? Se hace. ¿Hay que improvisar algún chiste? Se hace también, pero no es lo mismo.

El problema es que la oposición venezolana demostró que sabía desplazarse en el Cono Sur por lo menos a la misma velocidad que el autobús de Maduro. Allá donde llegaba el presidente venezolano con su cara más simpática, allá se presentaba una delegación de opositores venezolanos para hablar a diputados uruguayos y argentinos sobre “persecuciones a presos políticos”, o sobre personas expulsadas “del trabajo por razones políticas” y, sobre todo, para explicar las “irregularidades” en las elecciones del 14 de abril. Los opositores dejaron sus informes en los Congresos de Uruguay y Argentina. Y después, varios disputados uruguayos expresaron su disconformidad con que el Gobierno de José Mujica se prestase para dar “legitimidad” a Maduro. “En los países del sur son muchos los que me han dicho: ‘Eso que me cuentas pasaba igual en la dictadura”, tuiteó el opositor venezolano Leopoldo López a sus 1,3 millones de seguidores.

A primera hora de la mañana del miércoles, Maduro se reunió en Montevideo con el expresidente uruguayo Tabaré Vázquez de quien dijo: “En los ojos de Tabaré Vázquez vi a Chávez”. Después voló hacia Buenos Aires y a la una de la tarde llegó al aeropuerto de Aeroparque. Pronunció unas breves palabras en las que mencionó a “esos dos gigantes”, Hugo Chávez y Néstor Kirchner, “hijos” de los libertadores Simón Bolívar y José de San Martín, y marchó hacia la Casa Rosada al encuentro de Cristina Fernández sin atender ninguna pregunta.

Pasadas las cinco de la tarde, Maduro y Fernández comparecieron en la Casa Rosada sin permitir ninguna pregunta. “Hemos conversado bastante, primero en el despacho de la presidenta”, señaló Maduro. “Estuvimos hablando primero de recuerdos. Pero, después de la actualidad. Luego, con el espíritu de Evita, estuvimos por aquí encontrando a Evita. Son cosas como míticas, ¿verdad? Es como en el fútbol hablar de Maradona”.

-O de Messi- le apuntó la presidenta.

Maduro indicó que se habían firmado 12 acuerdos entre ambos países, con el fin de profundizar en “la ecuación Argentina-Venezuela; gas y alimento”. Reconoció que su país sufre “problemas de abastecimiento”, a consecuencia de “varios factores”. Pero solo nombró una de las causas: el supuesto “sabotaje, la antieconomía”.

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En el intercambio de elogios mutuos Maduro se declaró peronista y aseguró que ve a Chávez en los ojos de los obreros uruguayos o los estudiantes argentinos que lo saludaban en las calles. Pero en las calles apenas se notó la presencia de Maduro. Ni a favor ni en contra.

Por la tarde, la organización peronista Unidos y Organizados había convocado un acto de agasajo a Maduro en el estadio de fútbol del club All Boys, con capacidad para 21.500 espectadores. Maduro llegó al estadio a las siete de la tarde, con dos horas de retraso. Habló durante 50 minutos sin decir apenas nada que no hubiera dicho antes cientos de veces con ligeras variantes: “Una derecha antiamericana” pretende destruir América. “Si alguien garantiza en Venezuela la democracia y la paz es este presidente obrero, chavista y peronista y kirchnerista”. “Chávez no se fue y la revolución bolivariana continúa su tránsito”. “En cada esquina de Buenos Aires vemos a Chávez”. Y así un minuto detrás de otro.

Una vez más quedó patente que la sombra de Chávez oscurece demasiado a Maduro. Pero los miles de militantes peronistas no iban a destemplarse por culpa de un mal orador. Tenían ganas de cantar y cantaron. Y Maduro calló por un momento y les acompañó silbando sus cánticos de siempre. No dijo nada nuevo, no firmó –que se sepa- ningún acuerdo petrolero con calado suficiente para destacarlo por encima de los otros once bilaterales. Pero consiguió algo que nunca había obtenido como presidente: las ovaciones, los aplausos, el abrazo cálido de miles de personas fuera de su país. Un buen baño de masas en tierra extranjera, por gentileza de Cristina Fernández.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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