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Rousseff logra su mayor victoria con la aprobación de la ley de puertos

La presidenta de Brasil gana el pulso al Congreso y privatiza en la práctica los muelles del país

Juan Arias
Rousseff da un discurso esta semana.
Rousseff da un discurso esta semana.NELSON ALMEIDA (AFP)

La presidenta brasileña Dilma Rousseff ganó este jueves un pulso al Congreso con la aprobación de una ley que, en la práctica, privatiza los puertos del país. Ha sido la mayor victoria en sus tres años de Gobierno porque en este duelo se jugaba el todo por el todo.

La propuesta de ley presentada con carácter de urgencia al Congreso pretendía regular todo el funcionamiento de los puertos, un punto neurálgico que estaba paralizando las exportaciones de materias primas. La nueva ley sustituye a la de 1993 que había colocado los puertos prácticamente en manos de empresas públicas bajo la custodia de los gobiernos locales y con fuerte presencia de las organizaciones sindicales.

La nueva ley prevé inversiones de 27.000 millones de dólares ( 54.000 millones de reales) para los puertos, con el objeto de reducir el costo de los fletes en Brasil en un 20%.

Aunque Dilma prefiere hablar de “concesiones” para no usar la palabra “privatización”, que molesta al ala izquierda de su partido, el PT, en la práctica la nueva ley coloca los puertos en manos de empresas privadas, aunque bajo la vigilancia del Gobierno central.

La apuesta en el Congreso era difícil porque en la política de los puertos entraban muchos intereses de los gobiernos locales que eran los responsables directos del funcionamiento de los mismos.

El gobierno Rousseff se había dado cuenta que uno de los nudos cruciales para hacer crecer el país y favorecer las exportaciones, era solucionar el mal funcionamiento de las infraestructuras que se habían quedado viejas en el país, entre ellas, en primer lugar los puertos junto a las carreteras y a los aeropuertos.

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Ante la resistencia del Congreso, que había aguado el contenido de la ley con cientos de enmiendas lo que significaba echar abajo el proyecto, Dilma hizo una llamada a través de la televisión a los ciudadanos pidiéndoles que influyeran ante los diputados para que aprobaran la ley ya que lo contrario supondría una “irresponsabilidad” al tratarse dijo de una “cuestión vital”

El Congreso estuvo prácticamente reunido durante 48 horas consecutivas y Dilma estuvo a punto de perder la batalla, ya que se le enfrentó el líder del mayor partido de la coalición del Gobierno, el PMDB. Con él se alió la oposición y hasta parte del partido del gobierno se hizo el remolón en las discusiones.

El proyecto de ley hubiese caducado a las 12 de la noche de este jueves (hora de Brasilia) si antes las dos Cámaras no hubiesen ratificado el proyecto de ley.

Fue así una carrera contra el reloj en la que el Gobierno consiguió finalmente que a las nueve de la noche, horas antes de terminar el plazo, la ley fuese aprobada por el Senado después de haber sido sancionada por la Cámara de Diputados. Es posible que al sancionar ahora la mandataria la ley vete algunas de las enmiendas que el Congreso consiguió aprobar, y los parlamentares podrían de nuevo rechazarlo.

La victoria de Rousseff, una dura gestora, acusada de tener poca flexibilidad en el juego de cintura de la política y en las relaciones con los partidos que apoyan su Gobierno, es indiscutible. Sin embargo ha hecho saltar las alarmas de cara a las elecciones del año próximo a las que piensa representarse, ya que dicha victoria ha dejado por el camino heridas abiertas.

La presidenta ha podido cerciorarse de que la fidelidad de las diez formaciones que apoyan su Gobierno, e incluso parte de su mismo partido, no es a prueba de bombas, como podía pensarse. Ha habido traiciones, sorpresas, juegos debajo de la mesa, presiones y hasta amenazas políticas, que ahora tendrá que ir limando para que ello no suponga un obstáculo en las alianzas que necesitará para conseguir su reelección.

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