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La sombra del hijo del Tanque

La leyenda negra del padre de Jerzy Ortiz, el único menor de edad de los 12 jóvenes desaparecidos en México DF, es un punto de referencia en la rumorología del caso

P. DE LL.
Jorge Ortiz, El Tanque, con su hijo Jerzy (sin biberón).
Jorge Ortiz, El Tanque, con su hijo Jerzy (sin biberón).ARCHIVO DE LA FAMILIA ORTIZ

Jerzy Ortiz Ponce y su amigo Said Sánchez son dos figuras con un relieve especial en el caso de los 12 desaparecidos de México DF. Los padres de los dos están presos desde hace diez años supuestamente por ser criminales de peso del barrio de Tepito. Se ha especulado con que la filiación de estos jóvenes sea la clave de todo el caso, pero las autoridades de momento no han manejado oficialmente esa hipótesis.

Las interrogantes sobre Said Sánchez y Jerzy Ortiz aumentaron aún más el viernes pasado cuando la fiscalía reconoció que en las imágenes que tiene sobre el secuestro delante de la discoteca After Heavens no logran encontrar rastro de cuatro de los 12 desaparecidos, y que dos de esos desaparecidos entre los desaparecidos son ellos dos. La semana pasada una abuela de Jerzy Ortiz le contó a EL PAÍS cómo era su nieto, que tantas dudas despierta.

Jerzy Ortiz tiene 16 años y es un muchacho robusto que mide 1,85. A su padre lo apodaban El Tanque: su nombre real es Jorge Ortiz Reyes y está en la cárcel desde hace diez años. Supuestamente era un peso pesado del crimen en el barrio de Tepito. En la foto de su ficha policial aparece de frente y de perfil. La cabeza pequeña con el pelo cortado a lo cepillo. Un cuerpo inmenso. Los bíceps cubiertos de tatuajes.

Su hijo también es corpulento. También tiene tatuajes: un diamante encima de la muñeca derecha, otro con su nombre escrito en letras hebreas, otro más en el interior de la muñeca derecha con la letra jota, la letra ele y un corazón. Jerzy Ortiz Ponce se parece mucho a su padre. Eso no quiere decir que lo hayan raptado porque sea el hijo del Tanque. La fiscalía ha dejado claro que los antecedentes o el clima en el que se movía cada uno de los desaparecidos no deben servir para suponer nada. Pero esta relación se ha convertido en uno de los puntos de referencia en las especulaciones sobre las posibles causas del caso.

El desaparecido Jerzy Ortiz, con un sobrino en una foto reciente.
El desaparecido Jerzy Ortiz, con un sobrino en una foto reciente.

María Teresa Ramos Urrutia es abuela de Jerzy Ortiz. Ella es la matriarca de un puesto callejero en el que trabajan seis familiares. Venden ropa, bisutería, accesorios de telefonía, tatuajes. Jerzy Ortiz, el pequeño de sus nietos, también colabora en el puesto, pero no tiene un horario fijo como los demás. “Él no tiene hora de entrada. Es el nieto consentido”, dice la señora Ramos en su tienda de Tepito. El hijo del Tanque ya no estudia. Iba a la escuela con una hermana, pero cuando su hermana se quedó embarazada y dejó de ir a la escuela el muchacho también decidió olvidarse del asunto de los libros.

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En el barrio la gente habla de su padre como de una leyenda, de un nombre importante pero que ya es pasado. Tal vez por la mala fama del Tanque, en el barrio algunos hablan de Jerzy Ortiz como un chavo que no andaba en buenos pasos. Su abuela, sin embargo, lo describe como un joven huérfano de padre pero arropado por una familia trabajadora y unida. “Yo no tengo ni un hijo ratero”, dice. María Teresa Ramos Urrutia tampoco acepta que su yerno sea un delincuente. Según ella, El Tanque fue arrestado irregularmente. La señora dice que cuando lo detuvieron estaba aquí mismo, en este puesto callejero, arreglándole la bicicleta a su hijo. Ella cuenta que los policías se echaron como bestias a por su yerno, y que fueron tan brutos que llegaron a encañonar a Jerzy, que era un nene de tres años.

En un momento de la charla el esposo de la señora Ramos se acerca a ella y le pregunta “¿Voy a por la playera?”. Ella le confirma la orden. “Vete a por la playera”. Él se va. “Tenemos que seguir vendiendo”, dice la abuela, “tenemos que seguir comiendo. Él se tiene que menear”.

Detrás de María Teresa Ramos Urrutia, una mujer de 66 años, bajita, con el pelo teñido de marrón, hay tres paredes cubiertas de camisetas con las caras de mitos del rock. John Lennon. The Doors. Janis Joplin. Kurt Cobain. También está el Che Guevara.

En otro toldo tienen colgada una pancarta que dice “¿Les has visto?”. Aparecen los rostros y las señas de Jerzy Ortiz y de otro de los 12 desaparecidos, su amigo Said Sánchez, de 19 años, 1.85, “tatuaje en el hombro derecho de diablo”. En el contexto del caso, el nombre de Jerzy y el nombre de Said están cubiertos por la misma sombra. El padre de Said Sánchez es otro convicto: Alejandro Sánchez Zamudio, alias El Papis, que supuestamente fue socio del Tanque en el mundo del hampa.

De momento nada ha demostrado que la filiación de estos dos muchachos tenga que ver con la desaparición del grupo, pero en algunos medios de comunicación locales ellos dos son las figuras clave de una de las teorías que pululan a su aire sin confirmación oficial: que el secuestro colectivo del domingo 26 de mayo en el céntrico barrio de la Zona Rosa es una venganza por el asesinato el viernes 24 de un supuesto camello a la salida de una discoteca del barrio de La Condesa, un oasis burgués situado a diez minutos en coche de la Zona Rosa y que absorbe buena parte del ocio nocturno del centro de la Ciudad de México.

En las especulaciones aparece Jerzy, aparece Said y aparece también el nombre de La Unión, o La U, una banda criminal del barrio de Tepito que podría estar luchando por el control del narcomenudeo en los locales del corazón de la capital.

El sábado 1 de junio en la prensa se dijo que a las afueras de la ciudad habían aparecido tres cadáveres, y que uno de ellos era Jerzy Ortiz. Era falso. Su abuela dice que se llevó un susto de muerte. Ella es diabética. “Se me subieron la glucosa y la presión”. A la señora Ramos se le ponen llorosos los ojos en varios momentos de la entrevista. Dice que quiere de vuelta a su nieto consentido y que la historia de su yerno lo único que hace es confundir la investigación. “Ahorita el punto no es si el papá era narco, o si Tepito es peligrosísimo. No nos desviemos. Ahorita lo primordial es que encontremos a los muchachos”.

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