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El miedo llega al corazón del DF

El misterioso rapto de 12 jóvenes en una céntrica discoteca proyecta nuevas sombras sobre la capital mexicana

Pablo de Llano Neira
Agentes de policía recorren el barrio de Tepito, en el DF.
Agentes de policía recorren el barrio de Tepito, en el DF.Mario Guzmán (EFE)

Hasta hace dos semanas, México DF tenía la imagen de ser una ciudad relativamente segura en medio de la violenta realidad de un país azotado por el crimen organizado. Pero el domingo 26 de mayo por la mañana ocurrió un hecho inédito en la capital que ha socavado esa idea: 12 jóvenes fueron secuestrados en un after-hours del centro de la ciudad, a un minuto a pie de uno de los grandes símbolos de la ciudad y de toda la República, la elegante estatua dorada del Ángel de la Independencia. Desde entonces la información oficial sobre el tema ha sido difusa: hasta ahora aún se desconoce por qué fueron raptadas las víctimas, y sobre todo si continúan con vida.

El caso ha colocado de forma abrupta al DF en un debate del que por ahora estaba a salvo y que es una de las principales preocupaciones del país: las desapariciones de ciudadanos a manos de las mafias o de las fuerzas de seguridad corruptas. El Ejecutivo federal reconoció recientemente que en el sexenio anterior hubo más de 26.000 desaparecidos en todo México. Pero nadie esperaba que en el centro del poder político y financiero del país pudiese haber un levantón, como se llama en el narco-lenguaje mexicano a las desapariciones sin motivo.

Los 12 jóvenes raptados (siete hombres y cinco mujeres entre los 16 años y la treintena) se esfumaron en una discoteca turbia llamada After-Heavens, situada en la Zona Rosa, un barrio del cogollo urbano de la ciudad que en los años ochenta fue el icono del glamur capitalino, pero que en los últimos 20 años se ha ido degradando hasta convertirse en una zona caracterizada básicamente por sus garitos de streap-tease.

La evolución del caso desde entonces ha sido una combinación de misterio y de erráticas declaraciones institucionales. La desaparición de los jóvenes no se hizo oficial hasta cuatro días después de los hechos, cuando los familiares de las víctimas hicieron una protesta pública y el asunto apareció en los medios de comunicación. En ese momento el Gobierno del DF reconoció lo que pasaba y abrió una investigación. Con cuatro días de retraso.

Al principio solo se conoció la versión de los familiares, basada en el testimonio de un joven que supuestamente logró escapar del secuestro. Este hombre contó que sobre las once y media de la mañana el dueño del after-hours les pidió que saliesen del local porque iba a haber una redada policial. Él dijo que se quedó despidiendo a los camareros y que cuando bajó a la calle vio desde la puerta cómo un grupo de civiles armados se llevaba a sus amigos en furgonetas, por lo que se dio media vuelta, subió las escaleras del local y se escabulló por la azotea con otros dos amigos y con camareros.

El Gobierno de la capital mexicana reaccionó ante la situación con torpeza. Hasta 10 días después de los hechos no fue capaz de confirmar siquiera el punto de partida del caso: que, en efecto, un grupo de jóvenes había desaparecido en el After-Heavens, algo que las familias aseguraron una y otra vez desde los primeros días. Además de eso la fiscalía perdió de vista al testigo después de que prestase declaración (no lo volvió a localizar hasta el jueves pasado) y no fue capaz de encontrar al dueño del local que supuestamente hizo salir de allí a los desaparecidos para conducirlos a la boca del lobo. Este viernes las autoridades definieron más sus pruebas: en una rueda de prensa se mostró un vídeo en el que se va a un grupo de hombres llevándose a los supuestos desaparecidos delante de la discoteca. El fiscal del DF afirmó que se trata de “una pandilla” y no de un “comando armado” del crimen organizado.

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La madeja se ha liado todavía más por el origen de la mayoría de las víctimas, el barrio de Tepito, legendario por la dureza de su vida callejera y por ser el corazón nacional de la piratería. Uno de los secuestrados, Jerzy Ortiz, de 16 años, es hijo de un antiguo peso pesado del crimen de Tepito conocido como El Tanque, y de inmediato ese vínculo saltó a la prensa y se comenzó a especular con que las desapariciones son una venganza interna de bandas en el contexto de una batalla por el control del narcomenudeo en los locales de ocio nocturno. Dos días antes del secuestro, un camello había aparecido muerto con dos tiros en la cabeza al lado de una discoteca del barrio de La Condesa, a menos de 10 minutos de la Zona Rosa, donde está el After-Heaven.

La hipótesis de la guerra entre bandas de Tepito se acentuó este jueves después de que cuatro personas muriesen tiroteadas en un gimnasio del barrio. El alcalde del DF, Miguel Ángel Mancera, desmintió acto seguido que hubiese algún vínculo. “La gente no debe tener miedo”, dijo Mancera, que aseguró que México DF está libre de crimen organizado. La tesis del Gobierno es que en la capital, el mayor centro de consumo de droga de todo el país, existe narcomenudeo, pero no grandes mafias como el Cartel de Sinaloa o Los Zetas. Las preguntas que todavía no tienen respuesta son si una simple pandilla ha podido ejecutar una operación tan compleja como levantar a un grupo de gente en pleno corazón de una ciudad que presume de contar con más de 13.000 cámaras de vigilancia públicas, y cómo se entiende que durante dos semanas no se sepa nada de los desaparecidos y que ninguno de los miembros de la supuesta "pandilla" que se los llevó haya sido detenido, si bien hay tres arrestados vinculados a la discoteca.

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