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Serbia enjaula el nacionalismo

Los líderes en el poder en Belgrado se alejan de su pasado radical El país avanza en la senda europea y normaliza relaciones con los vecinos

Andrea Rizzi
El serbio Ivika Dacic y el kosovar Hashim Thaci, en junio.
El serbio Ivika Dacic y el kosovar Hashim Thaci, en junio. ALEXANDER KLEIN (afp)

Hizo falta un halcón republicano como Nixon para que Estados Unidos anudara relaciones con la China maoísta, y un socialdemócrata como Schröder para reformar a fondo el Estado de bienestar alemán. Ahora, en Serbia, un grupo de dirigentes con un claro pasado radical está alejando con contundencia el país de los peores instintos nacionalistas. En conversaciones mantenidas en Belgrado con dirigentes gubernamentales de máximo nivel, la conversión europeísta de los exnacionalistas aparece como una actitud pragmática más que por ideales, pero muy sólida. “Solo Europa puede echarnos de la senda de la integración, hacernos desistir de esa voluntad”, sostienen. Incluso las habituales referencias a posibles alternativas geopolíticas —la relación especial con Rusia— ya suenan como una coletilla pronunciada sin convicción y meramente para asentar una mejor posición de negociación.

Serbia es el pilar ineludible para la estabilidad de los turbulentos Balcanes occidentales. Cuando Tomislav Nikolic ganó las presidenciales contra el europeísta moderado Boris Tadic y su partido —procedente de un pasado nacionalista todavía muy reciente— se hizo con el poder en 2012 en esa exrepública yugoslava, un escalofrío de preocupación recorrió varias cancillerías europeas directamente implicadas en la región. El temor a un parón —cuando no retroceso— en la evolución del país era elevado. Pero, para sorpresa de muchos, se está revelando infundado. La sinceridad de las declaraciones de los líderes serbios puede discutirse, pero es un hecho que su Gobierno avanza firme en la senda europea y de normalización de las relaciones con sus vecinos.

“¡El Parlamento serbio es más europeísta que el de Estrasburgo!”, exclamaba, con sorna, Sonja Licht, presidenta del Belgrade Fund for Political Excellence, en una reciente conversación mantenida en la capital serbia con un grupo de periodistas invitados por la fundación alemana Robert Bosch. Tras la conversión de Nikolic al proeuropeísmo, las posiciones de rechazo a la integración europea son prácticamente irrelevantes en la política serbia. Todavía en 2008 representaban la mitad del espectro político.

Los sucesivos Gobiernos de Belgrado han satisfecho todas las peticiones europeas. Primero, la entrega de todos los acusados de crímenes de guerra. Luego, la puesta en marcha de un proceso de normalización de las relaciones con Kosovo. Nikolic acaba de recibir en Belgrado la histórica primera visita del miembro bosniomusulmán de la presidencia tripartita de Bosnia-Herzegovina. Como reconocimiento a esos gestos, Serbia obtuvo sucesivamente un régimen de visas libres para el área Schengen, el estatus de candidato a la adhesión a la UE y ahora una fecha para el arranque de las negociaciones: enero de 2014 a más tardar. Esto consolida la propensión europeísta del actual Gobierno serbio y le otorga fortaleza interna ante las críticas de quienes reprochan demasiadas concesiones.

“El actual Gobierno ha hecho más de lo que se esperaba. Incluso ha ejercido una clara presión sobre la Iglesia ortodoxa para que no frenara el deshielo con Kosovo”, dice Sasha Mirkovic, uno de los fundadores de radio B92, uno de los principales medios serbios, que ahora dispone también de una cadena de televisión. Una reunión mantenida en Kosovo con prominentes figuras de la Iglesia ortodoxa serbia confirma el asentamiento de una nueva actitud más moderada en una institución que antaño promovió posiciones duras.

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Serbia es un país con una demografía en declive, con más pensionistas que trabajadores (1,8 millones frente a 1,7) y una tasa oficial de desempleo del 27%. Con ese panorama, la integración europea es el único camino creíble de redención económica. Los lazos con Rusia, por la que la población serbia siente una generalizada simpatía, no constituyen una perspectiva realista de crecimiento. Belgrado se encuentra así en disposición de dar satisfacción a las peticiones europeas para fomentar la estabilización de la región. Entrevistas con los líderes regionales apuntan, además de los avances en Kosovo, a un claro distanciamiento de Belgrado de las posiciones intransigentes de las autoridades de la República Srpska, la entidad serbia de Bosnia. Su aislamiento podría ablandar las posturas más radicales.

El proceso se encuentra en un círculo virtuoso. Queda por ver hasta dónde la UE está dispuesta a llevarlo.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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