_
_
_
_
_

Golpe al ‘Estado profundo’

La sentencia trata de liquidar las tramas que organizaron crímenes para desestabilizar al Gobierno islamista

Juan Carlos Sanz
El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, rodeado de militares, en el mausoleo de Atatürk el 1 de agosto.
El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, rodeado de militares, en el mausoleo de Atatürk el 1 de agosto.ADEM ALTAN (AFP)

Militares en activo o antiguos oficiales, agentes de los servicios de seguridad o del espionaje, ex altos cargos de la Administración, confidentes, hooligans, pistoleros de ultraderecha de los Lobos Grises… Toda una amalgama de descontentos con la política del Gobierno islamista moderado del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, en sus siglas en turco), con el supuesto objetivo de defender a Turquía de las amenazas contra el laicismo y proteger los valores de la República fundada en 1923 por Mustafá Kemal, Atatürk. El lema del llamado Estado profundo se expresa perfectamente con la máxima “cuanto peor, mejor”.

El atentado mortal contra un juez del Supremo en 2006, la muerte a tiros de un sacerdote católico italiano, poco después, y sobre todo, el asesinato del periodista turco-armenio Hrant Dink, tiroteado ante la sede de su revista en Estambul en 2007, hicieron temer que Turquía hubiera entrado en una espiral de violencia que recordaba al clima de tensión previo al golpe de Estado de 1980. Dink se había atrevido a publicar en el semanario Agos artículos en los que se recordaba el genocidio armenio de 1915 bajo el Imperio Otomano, uno de los mayores tabúes de la Turquía moderna. La difusión de una fotografía en la que policías que detuvieron al asesino del director de Agos sonreían con él mientras le abrazaban con una bandera turca, desató un gigantesco escándalo en la sociedad turca.

Investigaciones periodísticas como las del semanario Nokta, clausurado en 2008 tras una denuncia del jefe del Estado Mayor, y del diario Taraf sacaron a la luz la existencia de una trama golpista turca que se destapó tras el descubrimiento de una caja con explosivos en la casa de un oficial del Ejército. Tras la llegada al poder del AKP de Recep Tayyip Erdogan en 2002, algunos servicios de inteligencia militares empezaron a preparar planes contra el Gobierno. Varios generales mantuvieron reuniones conspiratorias junto a grupos de civiles cuando, en la primavera de 2004, Erdogan se declaró favorable al referéndum sobre la reunificación de Chipre organizado por la ONU. Los militares se negaban en redondo a abandonar el norte de la isla, que Turquía había ocupado en 1974. Pero los planes de golpe cayeron en el olvido tras el fracaso de la consulta a causa del voto negativo de los grecochipriotas.

Los fiscales del caso Ergenekon acusaron también a algunos de los procesados de organizar un atentando contra el primer ministro o de planear el asesinato del premio Nobel de Literatura Orhan Pamuk. Pero los principales cargos en el macrojuicio que ha pretendido desenmascarar al Estado profundo se concentran en las acciones que tenían el propósito de sembrar el caos para justificar una intervención militar en Turquía.

Los planes de la trama Ergenekon incluían un ataque de la aviación turca contra cazas griegos sobre aguas del Egeo para abrir un frente de hostilidades que comprometiera al Gobierno. En el sumario también se recogen las acusaciones de planear atentados contra mezquitas de Ankara y Estambul. Incluso llegaron a existir preparativos para colocar una bomba en un antiguo submarino de la Armada fondeado en el Cuerno de Oro de Estambul durante la visita de un grupo de escolares.

Durante los cinco años que ha durado el proceso, la situación de algunos de los acusados ha dado un vuelco. El profesor de la Universidad de Ankara Mehmet Haberal, y el periodista del periódico laico Cumhurriyet Mustafá Balbay, fueron elegidos diputados en la Asamblea de Ankara en las listas del Partido Republicano del Pueblo (CHP, socialdemócrata). Precisamente la implicación de civiles en el proceso ha sido el principal argumento de la oposición para cuestionar la validez del caso Ergenekon, al que han calificado de caza de brujas contra rivales políticos. Nedim Sener, un conocido periodista de investigación turco también encausado en el macrojuicio, declaraba ayer a Reuters: “Al principio creímos que esto era un esfuerzo para limpiar el Estado profundo, pero pronto nos dimos cuenta de que solo se trataba de librarse de los oponentes [al Gobierno]”.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_