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Dimite el alcalde de San Diego, acusado de acoso sexual

Las demandas judiciales y la presión ciudadana han obligado a Bob Filner a dar el paso

Bob Filner no ha tenido más remedio que dar su brazo a torcer y finalmente presentar su dimisión como alcalde de San Diego. Seis semanas de escándalo, 18 mujeres que a fecha de hoy le han acusado de acoso sexual y tocamientos, y una ola creciente de ciudadanos pidiendo en voz alta su renuncia, han podido con el obcecamiento del edil que durante todo este tiempo se ha aferrado como una roca a su cargo.

El pronunciamiento oficial solo es cuestión de horas, a la espera de que el Ayuntamiento vote en pleno el acuerdo al que han llegado los abogados de Filner, tras una intensa mediación que ha durado tres días, con las demandantes por acoso sexual. En total, 18 mujeres le han acusado de violentarlas sexualmente, entre ellas la que fuera responsable del gabinete de comunicación de la alcaldía, Irene McCormarck.

El acuerdo comporta el pago de gran parte de las compensaciones que Filner tendrá que afrontar en concepto de la demanda judicial presentada por las afectadas, según fuentes que desean permanecer en el anonimato hasta que se haga público el acuerdo.

El recién depuesto alcalde fue visto la noche del miércoles cargando cajas con material de la oficina de la alcaldía en su coche, después de despedirse de quienes hasta ahora han trabajado con él.

Filner debía haberse incorporado el pasado lunes a su despacho, tras dos semanas de someterse a una terapia psicológica para reeducar su comportamiento respecto a las mujeres. Fue el último intento de este político demócrata, de 70 años, para evitar la dimisión.

Sin embargo, este gesto no ha sido suficiente para frenar el escándalo y tratar de suavizar las aristas de su carácter. Su estilo de relacionarse, visceral y agresivo, ha provocado no pocos roces con los concejales y el sector empresarial de San Diego desde que fuera elegido alcalde en noviembre del pasado año.

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Entre las mujeres, la presencia de Filner las ponía en alerta, dada su propensión a los tocamientos. Él mismo pidió perdón por lo inadecuado de su comportamiento hacia ellas, pero las excusas han llegado demasiado tarde y no han frenado la precipitación de su caída del cargo.

Y eso que la ciudad acogió al principio de buen grado a Filner, el primer alcalde del partido demócrata en 20 años, pero los continuos conflictos han ido mermando su popularidad.

Durante semanas, y pese a la avalancha de publicidad negativa, incluso con toda la corporación en contra pidiéndole que renunciase, el alcalde se negó, alegando: “No es ahora el momento de retroceder y volver a los tiempos cuando los empleos de las clase media y las infraestructuras de los barrios eran sacrificadas en pro de los intereses particulares de los grupos dominantes. Necesitamos seguir hacia delante”.

Sus palabras se las ha llevado el viento y los hechos se han impuesto a sus mejores intenciones. Ahora, en un plazo de 90 días se deberán celebrar una vez más elecciones para elegir al nuevo alcalde.

Filner es el cuarto alcalde de los últimos siete de San Diego que deja la alcaldía en mitad de la legislatura por diferentes razones. Pete Wilson dimitió en 1983 después de ser elegido Senador. Roger Hedgecock fue destituido en 1995 por conspiración y perjurio y Dick Murphy dimitió en el 2005, incapaz de afrontar el déficit presupuestario.

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