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La fuga de un senador boliviano a Brasil complica las relaciones bilaterales

La huida a Brasilia de un senador crítico con el Gobierno de Morales tensa el intercambio entre los dos países

El senador opositor boliviano Roger Pinto, en 2008.
El senador opositor boliviano Roger Pinto, en 2008.Martin Alipaz (EFE)

La huida a Brasil de un senador boliviano que el Gobierno de Evo Morales considera un “criminal” ha complicado las ya difíciles relaciones entre ambos países, pues según el país andino podría tratarse de una vulneración de la soberanía boliviana por parte de funcionarios brasileños.

El senador Roger Pinto había estado viviendo en la embajada brasileña en La Paz a causa de la denegación del Gobierno boliviano de concederle un salvoconducto que le permitiera viajar a Brasil, donde se le había dado asilo político. El pasado viernes, aprovechando una noche particularmente fría y lluviosa en La Paz, que al parecer ahuyentó a los vigilantes bolivianos que rodeaban la embajada, Pinto escapó de un encierro de 454 días en un vehículo brasileño, acompañado por militares de este país, según reveló a la prensa el presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del senado, Ricardo Ferraço. 22 horas después, y luego de atravesar buena parte de Bolivia y de cruzar la frontera, Pinto arribó a Corumbá, de donde lo recogió Ferraço para llevarlo a Brasilia.

Este senador brasileño —opositor a Dilma Rousseff— apareció así liderando una operación que, al mismo tiempo, el Ministro de Exteriores de su país, Antonio Patriota, parecía ignorar. Según la prensa local, Patriota tuvo que suspender un viaje a Finlandia y sostuvo una reunión de emergencia a causa de la crisis con el asesor para Bolivia Marco Aurelio García. Al mismo tiempo, Ytamaraty, que es como se llama al Ministerio de Exteriores brasileño por el nombre del edificio en que está su sede, difundió un comunicado oficial en el que anuncia que iniciará una investigación sobre lo sucedido, a fin de “tomar las medidas administrativas y disciplinarias pertinentes”. Quien tendrá que responder por la salida clandestina de Pinto es el encargado de Negocios, Eduardo Saboia, que en este momento representa a Brasil en La Paz debido al proceso de sustitución del anterior embajador, Marcel Biato, cuyo reemplazo fue precipitado, entre otras cosas, por el “asilo no consumado” de Pinto.

El 28 de mayo de 2012, Biato aceptó que Pinto se refugiara en su embajada mientras legisladores de la oposición brasileña como Ferraço tramitaban y obtenían su asilo, lo que sentó muy mal al Gobierno de Morales. Éste decidió no conceder el salvoconducto y además presionó a Brasil para que cambiara a su representante. Posteriormente, las relaciones bilaterales fueron de mal en peor. La muerte de un niño boliviano durante un partido de fútbol por el impacto de una bengala lanzada desde la tribuna del visitante Corinthians de São Paulo acabó en la detención en una fría cárcel altiplánica de más de una decena de hinchas de este equipo, lo que ofendió a los brasileños de a pie. Meses después, Brasil obtuvo una pequeña revancha cuando, en el cénit del escándalo por la detención del avión de Morales en Europa bajo la sospecha de que traía a Edward Snowden de Rusia, el ministro de Defensa Celso Amorim recordó que La Paz también había revisado aviones oficiales brasileños sin autorización, y obligó a Morales a disculparse públicamente.

El Gobierno boliviano no ha querido entregar el salvoconducto a Pinto argumentando que éste es un “delincuente” que sólo busca eludir a los 14 juicios comunes que enfrenta, y que van desde una demanda por talar “dos árboles” en su hacienda situada en el norteño (y muy relacionado con Brasil) departamento de Pando, hasta otro por daños económicos por 1,7 millones de dólares al Estado, supuestamente causados cuando Pinto era funcionario de la Gobernación de este departamento. Para la oposición boliviana, el Gobierno orquestó estos juicios a fin de obligar al senador a invertir todo su tiempo en defenderse y así silenciar sus críticas, que se habían especializado en ligar a altas autoridades gubernamentales con el narcotráfico. Por esto la oposición celebró la concesión del asilo, hace más de un año, e hizo del encierro de este senador en la embajada un ejemplo de las acusaciones de autoritarismo que constantemente le hace a Morales. El domingo saludó la fuga de Pinto como un “triunfo de la libertad”.

Mientras Brasil no emita un informe final, no estará claro si puede responsabilizarse de lo sucedido al Gobierno en sí mismo o a algunos funcionarios diplomáticos brasileños alentados por la oposición a Rousseff, que es fuertemente contraria a Morales y tiene vínculos con las elites de las regiones más orientales de Bolivia. Abonando esta segunda hipótesis, dos ministros bolivianos superaron la inicial perplejidad gubernamental y aseguraron a la prensa que Pinto ahora es un prófugo de la justicia, pero que las relaciones con el Brasil, y en particular con la “presidenta Dilma”, son “más grandes” que este lío.

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