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Columna
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Aniversario del golpe de Pinochet: Allende, 1973

La conmemoración del 40 aniversario del golpe de Pinochet cobra un especial relieve por la próxima celebración de elecciones presidenciales en Chile

El 40 aniversario de la instauración de la dictadura pinochetista, que se cumple este miércoles, está dando lugar en Chile a una introspección nacional hecha de arrepentimientos, negación de culpa, y recordación de aquellos días en que los militares derrocaron y forzaron al suicidio al presidente, el socialista Salvador Allende. La conmemoración cobra un especial relieve por la próxima celebración de elecciones presidenciales, y por la posición de la probable vencedora, la correligionaria de Allende, Michelle Bachelet, que quiere liquidar los últimos vestigios legales del pasado.

Las investigaciones oficiales llevadas a cabo tras la paulatina restauración de la democracia a partir de 1988, en que fue derrotado Pinochet en referéndum, contabilizan 3.216 muertos o desaparecidos y más de 38.000 encarcelados o torturados. Un decreto ley de marzo de 1978 eximía de cualquier responsabilidad a los que en ese periodo (1973-1978) hubieran participado en la represión dictatorial. El comportamiento de la judicatura, que en los últimos tiempos ha dejado en suspenso el decreto, ha permitido, sin embargo, que se produjeran 262 condenas y acciones legales contra más de 1.100 acusados de violación de los derechos humanos. Pero la amnistía nunca ha sido derogada.

Bachelet, líder de la llamada Nueva Mayoría, estima que Chile se halla al final de la postransición, y que si los gobiernos de la democracia, incluyendo su propio mandato (2006-2010), trabajaron especialmente en el plano económico, de la eficacia y la modernización del país, toca ahora, en cambio, una política social de igualdad. Y en referencia a los años oscuros, en los que el propio padre de Bachelet, un general de la Fuerza Aérea, murió en prisión, ha dicho que "un país que niega su pasado y barre bajo la alfombra su historia, se arriesga a tropezar una y otra vez con sus mismos errores". La candidata socialista se proclama, asimismo, sucesora de Allende y traza desafiando la apariencia de las cosas paralelismos entre aquel tiempo y el presente. El presidente derrocado hablaba de la URSS como "la hermana mayor de la revolución chilena"; el Che lo proclamó líder de la OLAS, organismo tutelar de la guerrilla latinoamericana; y el castrismo fomentó el crecimiento del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) que, como el guevarismo, propugnaba la creación de "focos guerrilleros". Allende, aferrado a la legalidad, se declaraba por la construcción del socialismo, pero dentro de la constitución de 1925.

Contrariamente, Bachelet, a la par que el brasileño Lula o su sucesora Dilma Rousseff, representan a la social democracia tan cauta y responsable como grata a los poderes de Occidente, pero que soporta una grave contestación popular en Brasil y, aunque con menor intensidad, en Chile.

La modalidad pública de presentación de excusas por los desmanes de la dictadura la inició el presidente Sebastián Piñera de RN, uno de los dos grandes partidos de la derecha, coligado con la UDI en el poder. El mandatario, si bien precisó que lo hacía a título personal, habló de "cómplices pasivos", a lo que hubo quien replicó que debía referirse a sí mismo, puesto que "se dedicó hacer dinero" durante el pinochetismo, pero, en general, la derecha no ha colaborado en ese mea culpa. La misma candidata de RN-UDI, Evelyn Matthei, como Bachelet, hija de general, pero que llegó a formar parte de una de las juntas de gobierno de Pinochet, ha declarado que ella no tenía que pedir perdón porque solo tenía 20 años en 1973, a lo que, de nuevo Piñera, más contrito que nadie, le recordaba que no era por el golpe sino por los años de gobierno represivo por lo que había que pedir perdón. El pinochetismo no es una fuerza política visible, pero no por ello ha desaparecido. Está representado en la derecha por aquellos que aun declarándose demócratas y criticando excesos del pasado, dicen "pronunciamiento" en lugar de "golpe" o "Gobierno militar" por "dictadura". Y hasta en la Democracia Cristiana, que se supone que habrá de votar por Bachelet, el aniversario acarrea problemas semánticos y de conciencia. Ignacio Walker, de la DC, afirma que su partido "puede ser tachado de ingenuo, pero no de golpista", refiriéndose a la notoria colaboración de sus dirigentes con el régimen militar.

La catarsis chilena no parece que vaya a ser decisiva en los comicios presidenciales, aunque tampoco favorecerá a Matthei que, a diferencia de Piñera, votaba por el pinochetismo en 1988 mientras Bachelet vivía con su madre en el exilio. Si la líder socialista gana podrá poner a prueba su pretensión de construir un nuevo Chile.

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