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La diplomacia del oso panda choca con una Bélgica dividida

Flamencos protestan tras la llegada de dos animales chinos a un zoo valón

Lucía Abellán
El panda Kai Kai recibe una tarta de bambú como regalo de cumpleaños en el zoo de Singapur.
El panda Kai Kai recibe una tarta de bambú como regalo de cumpleaños en el zoo de Singapur. TOM WHITE (EFE)

A primera vista se trata de un asunto absolutamente ajeno al ruedo político, pero los habituales enredos belgas a cuenta del nacionalismo han colocado a dos inocentes osos panda en el centro de una tormenta política. China ha concedido a Bélgica un trofeo al que llevaba tiempo aspirando: dos osos panda para cuidar y exhibir en un zoológico del país. Pero la elección de una ciudad francófona como hogar de estos dos huéspedes de lujo ha indignado a la todopoderosa Amberes, la potencia económica de Flandes que también aspiraba a quedarse con los dos animales.

Lejos de quedar en una anécdota, la controversia ha alcanzado al primer ministro belga, el socialista francófono Elio di Rupo. La oposición lo acusa de parcialidad al elegir un zoológico cercano a Mons, en la parte valona del país, casi en la frontera con Francia, donde Di Rupo comenzó su vida política y de la que fue alcalde a principios de esta década. Su gabinete se defiende recurriendo a un argumento técnico: el zoológico que finalmente acogerá a los pandas, el Pairi Daiza, había presentado una candidatura oficial para acoger a los pandas. El de Amberes no lo había hecho.

“El Gobierno ha apoyado la candidatura existente, la del zoológico de Pairi Daiza, como habría apoyado la de Amberes si se hubiera presentado”, argumenta un portavoz del primer ministro. Este responsable trata de restar carga política al episodio y argumenta que la negociación implica al Gobierno chino y a la empresa que gestiona el parque belga y que el Ejecutivo federal solo actúa de mediador.

El incidente ejemplifica bien el tipo de polémicas que suelen recorrer un país acostumbrado a leerlo casi todo en clave nacionalista, con una división muy acentuada entre los ricos flamencos, en la mitad norte del país, y los menos acaudalados valones. El nacionalismo flamenco, del que Amberes ha sido laboratorio en los últimos años, siente que la organización federal de Bélgica transfiere demasiados recursos a Valonia, lo que es considerado como un exceso de solidaridad. Un discurso que suena familiar en España.

Esa retórica aumenta a medida que se aproxima lo que en Bélgica denominan la madre de todas las elecciones, que el próximo mes de mayo hará coincidir las generales, las regionales y las europeas. Así que cualquier anécdota, por lejana que pueda parecer de la contienda política, se convierte en objeto de controversia.

Es lo que ha ocurrido con los panda, un símbolo de paz y de diplomacia entre países. Probablemente el primer ministro chino, Li Keqiang, que ha negociado directamente con Di Rupo tan sensible cesión, no podría imaginar que su regalo a Bélgica crearía malestar entre la población. La presencia de osos panda fuera de China constituye un hecho excepcional. Solo hay 16 zoos en todo el mundo que acojan a una pareja de pandas gigantes. El préstamo —nunca es un regalo— se negocia al más alto nivel. Tras varios contactos del primer ministro chino con Di Rupo y el rey belga el año pasado, una delegación encabezada por el primer ministro se ha desplazado estos días a Pekín y ayer continuaba allí, según confirma la jefa de gabinete del primer ministro.

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En ese contexto, el nacionalismo flamenco, vencedor en las últimas elecciones generales aunque su negativa a formar Gobierno lo dejó fuera de un Ejecutivo que integra en su seno a ocho partidos, hace todo lo posible para que Di Rupo no se anote la llegada de los pandas como un éxito político. La diputada Zuhal Demir, del partido nacionalista flamenco N-VA, tiene la intención de interpelar al mandatario a su vuelta de China. “No puedo quitarme la impresión de que Di Rupo ha utilizado medios diplomáticos para dar un impulso a un zoo en los alrededores de su ciudad”, asegura a la agencia Belga.

La lectura política es inevitable. El presidente de la N-VA, Bart de Weber, es a su vez alcalde de Amberes. Y su gestión va más allá de la política local, con medidas polémicas como el intento de cobrar más a los inmigrantes por su tarjeta de identidad o el refuerzo de las obligaciones de conocer la lengua flamenca, el neerlandés, para acceder a servicios sociales. Un ejemplo de lo que podría ser la política federal si de aquí a mayo su partido logra ganar las elecciones y formar Gobierno en un país que tras los últimos comicios tardó 404 días en tener un Ejecutivo.

 

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Sobre la firma

Lucía Abellán
La redactora jefa de Internacional de EL PAÍS ha desarrollado casi toda su carrera profesional en este diario. Comenzó en 1999 en la sección de Economía, donde se especializó en mercado laboral y fiscalidad. Entre 2012 y 2018 fue corresponsal en Bruselas y posteriormente corresponsal diplomática adscrita a la sección de España.

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