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ELECCIONES ALEMANIA 2013
Columna
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El desplome de una ficción

Los alemanes han gritado: "¡Virgencita, que me quede como estoy!" y han votado a la madre protectora

Durante meses los medios españoles han alimentado el mito, que en las últimas semanas ha llegado a ser clamoroso, de que del resultado de las elecciones alemanas dependería el que pudiéramos salir antes del pozo al que nos arrojaron. En el ambiente flotaba también la opinión, aunque mucho más desvaída, de que los causantes de nuestros males tienen la obligación de sacarnos las castañas del fuego.

Si incluso con austeridad sigue aumentando el endeudamiento, causa principal de nuestros males, es obvio que hay que acabar con esta política, un objetivo que exige eliminar la posición obcecada de la canciller alemana. La esperanza radicaba, bien en que el triunfo de la socialdemocracia pusiera en marcha el plan Marshall prometido para el sur de Europa, bien, que la misma canciller, ya sin la presión de las elecciones, reconociera que había llegado el momento de impulsar el crecimiento.

Pensar que las elecciones del 22 de septiembre eran decisivas, en el sentido de que entre alternativas claras y contundentes se dilucidaría una de tal trascendencia que, no solo modificase a fondo la política alemana, sino que además incidiera con tal fuerza en Europa como para que se tomasen en cuenta los eurobonos y la mutualización de la deuda, es ignorar todo de Alemania, sin conocer lo más mínimo la situación real de Europa.

La ficción se ha mantenido, aunque en la campaña ningún partido hubiera dicho una sola palabra sobre Europa, excepto Una Alternativa para Alemania (AfD), fundada hace unos pocos meses, que con una crítica del euro muy semejante a la del Frente Nacional de Marine Le Pen, se ha acercado al 5% gracias al voto de protesta.

Y no se ha hablado de Europa, no porque funcione de manera razonable, sino al revés, porque la situación está tan enmarañada, que no cabe hacerlo sin atemorizar al personal. ¿Cómo explicar que el bienestar de Alemania depende de las exportaciones, y estas del euro, pero que la moneda común únicamente podrá resistir, si en un corto plazo se llevan a cabo reformas de gran envergadura, de las que nadie sabe si serán posibles, ni con qué resultados? En el tema Europa los partidos han preferido seguir la táctica de la señora Merkel de transmitir emociones que movilicen, en vez de ideas complejas que solo abren interrogantes y producen desasosiego. En las primeras elecciones en las que Merkel se presentó en 2005, partió con 20 puntos de ventaja al inicio de la campaña y apenas obtuvo un punto más. Prometiendo el oro y el moro Schröder alcanzó el 34,3% de los votos; ella, con argumentos, sin levantar falsas ilusiones, confiando en que lo mejor es hablar de los problemas sin tratar de engañar, el 35,2%.

Merkel no ha vuelto a cometer este error. En las posteriores campañas, hechas ya desde el Gobierno, no maneja ideas ni propone proyectos, que siempre la oposición diría, y por qué no los ha realizado antes, sino únicamente transmite emociones que refuercen la certeza de que con ella la gente está protegida de los males que por doquier acechan.

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La izquierda —que esta vez, además del SPD y los que se llaman a sí mismos “la izquierda” ha añadido a los verdes— se ha centrado en señalar las grandes deficiencias de la Alemania de hoy que, pese al monto de sus exportaciones y el aumento fabuloso de los ingresos fiscales, faltan inversiones en infraestructuras y en educación, y una buena parte de los alemanes viven de empleos precarios con salarios muy bajos. La exigencia unánime de la izquierda ha sido subida de salarios, fijando uno mínimo, y aumento de los impuestos a los que más tienen para poder financiar las inversiones que se necesitan.

Con estas exigencias “la izquierda” y los verdes han perdido puntos y el SPD, partiendo del peor resultado que había obtenido en la historia de la RFA, ha ganado tan solo dos, llegando al 25% de los votos, una cifra que lo mantiene muy alejado de poder presentar al canciller.

La señora Merkel, en cambio, con un 41,5%, ha conseguido el mejor resultado obtenido desde los tiempos de Adenauer, y no precisamente porque a Europa y a la mayoría de los alemanes les vaya bien. Al contrario, los alemanes han gritado virgencita que me quede como estoy, y se han entregado en manos de la madre protectora, que sin hacer experimentos les garantiza aguantar agazapados hasta que pase la tormenta. Al contrario que en España, en que cada día Gobierno y medios anuncian una mejoría con la perspectiva de que a lo más tardar en un año empezaremos a crecer, los alemanes han votado con el miedo de que lo peor de la crisis está todavía por llegar.

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