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Costa Rica entra en pulso electoral y pone en duda su histórica alternancia

La campaña para los comicios presidenciales y legislativos comienza este miércoles en un clima de desgano popular y con el oficialismo a la cabeza en las encuestas

El país de más tradición democrática en Centroamérica comienza este miércoles su contienda electoral impregnado de desidia popular y de una polarización partidaria que aumenta la posibilidad de tres períodos consecutivos en manos de una misma fuerza política. La campaña oficial arranca con el Partido Liberación Nacional (PLN) como favorito para los comicios del 2 de febrero en Costa Rica, de acuerdo con todas las encuestas publicadas hasta ahora, a pesar de la alta impopularidad del Gobierno de Laura Chinchilla y de otros factores de incertidumbre.

El oficialista Johnny Araya Monge, un ingeniero agrónomo cuyo mayor atestado ante el electorado son sus 20 años como alcalde de San José, aparece con ventaja notoria frente a otros once candidatos presidenciales. Los opositores fracasaron en su intento de formar una coalición contra el PLN y ahora van dispersos a las elecciones presidenciales y legislativas. Aumentan así la posibilidad de que Costa Rica rompa 70 años de alternancia de partidos en el poder, pues Araya podría tomar la silla presidencial después de los liberacionistas Laura Chinchilla y Óscar Arias (2006-2010). Fue en 1944, antes de una guerra civil y una nueva Constitución, la última vez que quedó electo el candidato del mismo partido de sus dos antecesores.

El PLN, una agrupación nacida en los ideales de la socialdemocracia y criticada por su viraje a posturas neoliberales, tiene también la maquinaria electoral más fuerte después del declive del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC, centro derecha), por casos de corrupción destapados en el 2004. El bipartidismo se derrumbó y ahora el país famoso por su añejo sistema democrático se encamina a unas elecciones sin saber quién será el rival directo de Johnny Araya. Parece posible el fin de la alternancia de partidos, algo que se sigue considerando “una virtud de los sistemas políticos”, según Daniel Zovatto, director regional del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA). “Siempre es bueno, aunque no se debe forzar. Lo importante es que no se contamine la calidad de cada elección”, advirtió.

Araya podría tener una ventaja más: el desgano de los electores, pues una baja participación podría facilitarle llegar al 40% necesario para un triunfo en primera vuelta el domingo 2 de febrero. Solo la mitad de la población pretende votar y únicamente el 16% manifiesta algún interés o entusiasmo electoral; el resto se consume entre la indiferencia, la decepción y el enojo con los políticos, segúnla encuestadora Unimer.Semuestra también un tercio de la población decidida a abstenerse y un 58% que en procesos anteriores escogió su candidato en los últimos dos meses de la campaña. Además, hay estudios que muestran una caída en el respaldo de los costarricenses a su régimen democrático, una de sus banderas hacia el exterior. Son malos tiempos para hacer política, se quejan los protagonistas.

El ambiente es inestable, a pesar de las preferencias que recoge Johnny Araya en las encuestas. Su estrategia parece conservadora, evitando participar en debates que saquen a relucir su pertenencia al partido más tradicional, el dela criticada Laura Chinchillay el que decidió priorizar en los últimos diez años el crecimiento económico por encima del desarrollo social, como reconoce el mismo Araya. Ahora intenta centrar su discurso en frenar la creciente desigualdad social en un país que hasta finales del XX se ufanó de una amplia clase media que le permitió crecer con menos miserias y más estabilidad que el resto de naciones centroamericanas.

Esa desigualdad social está en el debate electoral, pero las preocupaciones de los 3 millones de electores costarricenses incluyen el crimen, la insuficiente infraestructura vial y el alto costo dela vida. Ademásmencionan la maraña burocrática estatal que, según las cámaras empresariales, impide al país competir mejor con otras economías de la región que también han apostado a modelos de apertura económica, como Panamá. La necesidad de una reforma fiscal, también está en el tapete, pero lejos de ser un asunto popular.

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Estos temas entran a jugar en la campaña publicitaria que comienza este miércoles con otra incógnita adicional: el financiamiento. Aunque el Estado dispone de 24.000 millones de colones (unos 48 millones de dólares) este dinero solo se entrega con reembolsos posteriores o con adelantos parciales sobre garantías. Los partidos se ven obligados a pedir préstamos en los bancos estatales o privados, cuya respuesta depende de cómo salga cada candidato en las encuestas del momento. Es decir, la mayoría de candidatos tienen una desventaja adicional, ahora financiera, ante Johnny Araya (sobrino del expresidente Luis Alberto Monge (1982-1986) y hermano de Rolando Araya, quien fue candidato presidencial en el 2002 y perdió en segunda ronda).

A falta de dinero, los partidos tendrán que “idear formas originales de comunicarse”, como dijo el presidente del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), Luis Antonio Sobrado, cabeza de un organismo que ha investigado a varios partidos por posibles anomalías en sus finanzas del 2010. Algunos se pusieron demasiado originales. El informe de los observadores de la Organización de Estados americanos (OEA) señaló en el 2010 la necesidad de un sistema más equitativo. El TSE ha intentado fórmulas distintas, como las franjas horarios en radio y televisión, pero ha topado con resistencia de las empresas difusoras.

Uno de las novedades en este proceso electoral es la participación de expatriados, una población mínima si se comparan con los emigrantes de otros países centroamericanos. El TSE calcula que no serán más de 15.000. Esta es otra de las señales que hablan del nivel de vida predominante en este país, donde creció en un 30% el empadronamiento de ciudadanos naturalizados y ahora son 25.000, la mitad de ellos de origen nicaragüense.

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