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La catarsis del Führer griego

El líder neonazi Mijaloliakos, en prisión, se inspiró en la violencia dictatorial de los coroneles

M. A. SÁNCHEZ-VALLEJO (ENVIADA ESPECIAL)
Un grupo de antidisturbios toma posiciones frente a la cárcel de Koridalos, en Atenas, donde está encarcelado el líder de Aurora Dorada, Nikos Mijaloliakos.
Un grupo de antidisturbios toma posiciones frente a la cárcel de Koridalos, en Atenas, donde está encarcelado el líder de Aurora Dorada, Nikos Mijaloliakos. Petros Giannakouris (AP)

Podrán negar la evidencia (la esvástica apenas distorsionada de su enseña, los saludos brazo en alto de sus huestes), pero Nikos Mijaloliakos, líder del partido Aurora Dorada (AD), y los suyos se retratan como lo que son, como auténticos neonazis —no solo “nacionalistas griegos”, como gustan de llamarse—, en los gritos y las amenazas que profieren. “Zitó i niki (Viva la victoria)”, traducción al griego del saludo hitleriano Sieg Heil, clamó en la madrugada del miércoles el líder de la formación ultra al abandonar los juzgados de Evelpidon tras enviarle el juez a la cárcel por dirigir una organización criminal.

Fuera aguardaban, pese a lo intempestivo de la hora, unos pocos seguidores, entre ellos su esposa, Eleni Zarulia, nombrada representante griega ante el Consejo de Europa y dueña de un macroburdel en el centro de Atenas, el hotel New Dream, y su hija Uranía, que presume de sus contactos con la ultraderecha española y luce al cinto, orgullosa, un llavero con la efigie de José Antonio Primo de Rivera.

Tras la decepción que había supuesto, la víspera, la puesta en libertad de tres de los diputados de AD detenidos, el portavoz del Gobierno, Simos Kedíkoglu, pronunció una frase un punto misteriosa: “El proceso penal [contra AD] se halla en sus inicios”; casi al tiempo, el primer ministro, el conservador Andonis Samarás, afirmaba desde Washington que en Grecia la democracia funciona y “la justicia hace su trabajo”. En efecto, pocas horas después, el juez dictaba prisión provisional contra Mijaloliakos —al que el sumario denomina “el Führer” de la organización político-criminal— por su relación con las llamadas intercambiadas entre el asesino confeso del rapero Pavlos Fisas, alias Killah P, y altos cargos de AD poco después de la muerte del músico, el pasado 18 de septiembre en la periferia de Atenas. La maraña de comunicaciones entre el criminal y dirigentes del partido se desvela con detalle en el sumario.

En su declaración, Mijaloliakos subrayó que el juicio contra la cúpula de AD es político y rechazó toda forma de violencia. “Lamento mucho el asesinato de Fisas. Lo condeno como condeno la violencia en general. No soy nazi. (...) No sé si miembros de AD han tenido un comportamiento ilegal. AD desarrollaba solo una acción parlamentaria”, se defendió.

Independientemente de las sombras que se ciernen sobre un partido con representación parlamentaria (18 diputados) cuyo líder ingresa en prisión como cabecilla de una banda criminal, es la propia figura de Mijaloliakos la que suscita interrogantes y avienta no pocos temores.

Mijaloliakos fue encarcelado en 1976 por apalear a periodistas durante el entierro de un miembro de la junta
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Exmilitar de 55 años, matemático de formación e implacable a la hora de escalar peldaños y quitarse del medio a sus rivales, según testigos consultados por este diario —“es incapaz de compartir el poder”, apuntaba uno de ellos—, el líder de AD mamó el fascismo en prisión, donde fue prohijado políticamente por un representante de la dictadura de los coroneles (1967-74), Yorgos Papadópulos. Mijaloliakos había sido encarcelado en 1976 por propinar una paliza a un grupo de periodistas durante el entierro de un miembro de la junta militar; en la brutal agresión fue secundado por su lugarteniente en AD, Jristos Papás, que prestó declaración ante el juez ayer. La impronta violenta de la banda, a la que se atribuyen agresiones a inmigrantes y adversarios políticos, no es por tanto nada nuevo.

Antes de fundar Aurora Dorada —primero como una revista de exaltación patriótica y tono nacionalsocialista en 1980; siete años después como organización política— Mijaloliakos anduvo dando tumbos durante un tiempo por el viscoso escenario de la extrema derecha griega, en unos años de semiclandestinidad forzada por la caída del impopular directorio castrense; como los gatos, el Führer siempre cayó de pie.

Residuos nostálgicos de la monarquía, fascistas de toda laya y antisemitas confesos acabaron acercándose como las polillas a la luz de su férrea determinación y entretejiendo el bastidor desde el que Mijaloliakos impulsó su carrera política. Atrás quedaban los principios antisistema de AD (“la política es un asunto muy sucio y nosotros demasiado puros para vernos envueltos en ella”, podía leerse en el primer número del magazine de la organización), cuando en 1994, con la marejada de fondo de la guerra en la antigua Yugoslavia —en la que huestes de Mijaloliakos lucharon junto a los paramilitares serbios en Bosnia— y el contencioso con Macedonia acerca de la denominación de la exrepública yugoslava, AD se presentó a las elecciones europeas, con un resultado ínfimo.

Luego siguieron otras convocatorias, como las municipales de 2010, en las que el Führer fue elegido consejero (concejal) en el Ayuntamiento de Atenas (de esa época data su primera imagen pública saludando brazo en alto). El resto, incluidas las conexiones con sectores recalcitrantes de la policía desde comienzos de 2000, ha sido una progresión aritmética hasta los comicios de 2012, aunque puede que hoy aquellas palabras proféticas escritas en 1980 sobre la impureza de la política resuenen en su cabeza, al revés, horas después de entrar en el juzgado como líder de un partido político con representación parlamentaria y salir de él como presunto capo de una banda mafiosa.

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