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Londres acusa el golpe de las filtraciones

El espionaje británico denuncia que han causado “un daño enorme a la nación”

Un estudiante de la Universidad de Sao Paulo aooya a Snowden.
Un estudiante de la Universidad de Sao Paulo aooya a Snowden.NACHO DOCE ( REUTERS )

Desde que Andrew Parker, jefe de la agencia de seguridad y contrainteligencia doméstica británica, el MI5, declarara el martes que la publicación de los documentos filtrados por Edward Snowden ha sido muy dañina para el país y muy útil para los terroristas, parece haberse abierto la veda contra el diario que los publicó, el londinense The Guardian, que está recibiendo palos por todos lados: el Gobierno, los políticos, algún académico y también algunos medios que parecen dar ahora más relevancia a las declaraciones de Parker que la que dieron en su día a las filtraciones del diario, a menudo completamente ignoradas por sus rivales.

Su director, Alan Rusbridger, ha contestado anunciando futuras revelaciones y defendiendo la necesidad de un debate sobre los límites de la actuación de los servicios secretos.

En su primer discurso desde que hace seis meses accedió al cargo, Parker aseguró que los detalles desvelados en la prensa sobre cómo las agencias de inteligencia interceptan las comunicaciones de voz e Internet han sido “un regalo” a los terroristas “que ha causado un daño enorme a la nación”. El director general del MI5 aseguró que es “un absoluto sinsentido sugerir que los servicios están controlando todas y cada una de las comunicaciones”. Y aseguró que interceptar las comunicaciones de los terroristas “es vital para la seguridad del país y sus ciudadanos”.

Sus declaraciones han provocado una catarata de reacciones, algunas poniendo el acento en la necesidad de un debate sobre la cuestión, pero casi todas destinadas a atacar al Guardian por activa o por pasiva. Entre los primeros destaca el profesor Anthony Glees, director del Centro de Estudios sobre Seguridad e Inteligencia de la Universidad de Buckingham, que ha declarado que si Parker tiene razón se debería procesar al rotativo por violar la ley de Secretos Oficiales. “No entiendo por qué eso no ha ocurrido todavía y tengo la impresión de que el director general tampoco lo sabe”, ha dicho.

David Cameron ha sido algo más sutil. “El primer ministro cree que fue un discurso excelente y, como pueden imaginar, siempre mantenemos en proceso de revisión las medidas necesarias para contribuir a mantener a salvo nuestro país”, declaró el miércoles su portavoz.

Para Cameron, las declaraciones del responsable del MI5 son oportunas porque no parece haber renunciado a sus planes de incrementar los poderes de los servicios de seguridad para interceptar comunicaciones, que quedaron aparcados meses atrás por presiones de los socios de coalición, los liberales-demócratas.

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El líder liberal, Nick Clegg, ha navegado entre dos aguas. En su entrevista semanal abierta al público en la emisora londinense LBC ha declarado que las filtraciones publicadas por el Guardian “tienen que haber sido de enorme interés para la gente que quiere hacer daño”. Pero al mismo tiempo ha dado la bienvenida al debate público sobre los límites de los servicios de seguridad: “Cómo utilizar las nuevas e increíblemente poderosas tecnologías es un debate totalmente legítimo que deberíamos tener y la experiencia que tengo de hablar con las agencias de inteligencia es que reconocen que eso es así”, declaró.

Cameron entró ayer directamente en la polémica al declarar que el Guardian “debería pensar acerca de sus responsabilidades y si están ayudando a que este país sea seguro”, aunque destacó que el diario ha aceptado destruir parte del material que posee para evitar que pueda caer en manos de gente que podría utilizarlas de forma peligrosa.

El director del diario, Alan Rusbridger, no se ha amilanado y en declaraciones al programa World at One de BBC Radio 4 ha insistido en que el Guardian seguirá publicando “de forma lenta y cuidadosa” más informaciones a partir de los más de 50.000 documentos que recibieron de manos de Snowden. Restó importancia a las declaraciones de Parker con el argumento de que, históricamente, cuando ha habido filtraciones sobre los servicios secretos “siempre han dicho lo mismo” acerca de que se pone en peligro la seguridad del país.

Rusbridger encomió los artículos publicados porque han puesto de relieve “hasta qué punto poblaciones enteras son ahora potencialmente puestas bajo vigilancia” y reclamó que haya en Reino Unido un debate sobre esa cuestión que hasta ahora la clase política ha evitado. “Si el parlamento no va a discutir de estas cosas y si los tribunales solo lo pueden hacer a puerta cerrada, entonces creo sin ninguna duda que le corresponde a la prensa estimular esa discusión”, añadió.

Patrick Mercer, diputado exconservador experto en cuestiones militares, ha querido entrar en ese debate. A su juicio, no se deben publicar datos que puedan comprometer la seguridad: “Imagínese qué habría ocurrido si se hubiera revelado todo el secreto del Enigma [código de comunicaciones alemán interceptado por los británicos] durante la II Guerra Mundial. Puede que fuera del interés público, pero habríamos perdido la guerra”.

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