_
_
_
_
_

Irán y las potencias reanudan el diálogo entre signos esperanzadores

El cambio político en Teherán y los efectos de las sanciones favorecen avances en la negociación nuclear

Andrea Rizzi
El presidente del parlamento iraní Ali Larijani, en Ginebra.
El presidente del parlamento iraní Ali Larijani, en Ginebra. FABRICE COFFRINI (AFP)

Las grandes potencias e Irán reanudan este martes en Ginebra las negociaciones sobre el programa nuclear del régimen de Teherán por primera vez desde el ascenso a la presidencia del país persa de Hasán Rohaní. El tono moderado del nuevo líder, síntomas de deshielo en las relaciones entre Washington y Teherán y las duras consecuencias sobre la economía iraní de la batería de sanciones occidentales han dado alas a las expectativas de avances significativos después de años de infructuoso diálogo.

La ronda negociadora arranca precedida por manifestaciones de optimismo –“la ventana de la diplomacia se está abriendo”, dijo el domingo el secretario de Estado de EEUU, John Kerry; “tengo la esperanza de que podamos acordar una hoja de ruta el miércoles”, señaló vía Twitter su homólogo iraní, Mohamed Javad Zarif- e inequívocas señales de sufrimiento económico que elevan el interés iraní a buscar una solución que acerque al levantamiento de las sanciones.

Años de desencuentros invitan a un prudente escepticismo

Años de desencuentros y consideraciones de carácter estratégico invitan sin embargo a un prudente escepticismo a muchos diplomáticos y analistas del sector.

Aunque el cambio en la presidencia iraní –de Ahmadineyad a Rohaní- haya marcado un claro viraje en la actitud diplomática, estos señalan que el poder de decisión final sobre el programa nuclear reside –ahora como antes- en las manos del líder supremo Jameneí. Y argumentan que el cálculo estratégico según el que disponer de armas nucleares o de la capacidad de fabricarlas representa un seguro de vida para el régimen es muy radicado en el establishment iraní.

Teherán pondrá previsiblemente sobre la mesa de Ginebra una propuesta que contenga algunos avances con respeto a su anterior posición; pero es dudoso que las concesiones sean suficientes como para despejar las sospechas que Occidente nutre acerca del programa nuclear iraní y especialmente convencer de ello al Congreso estadounidense, que en última instancia tiene que aprobar el levantamiento de las sanciones. Israel presiona con fuerza para que eso no ocurra.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Catherine Ashton –representante de Exteriores de la Unión Europea- liderará la delegación de las potencias (Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Reino Unido, Alemania) en Ginebra; por el otro lado, el ministro de Exteriores Zarif encabezará la delegación iraní, en la que constituye de por sí una significativa novedad. Rohaní decidió asignar a Exteriores la cartera de la negociación nuclear, que hasta ahora gestionaba el conservador Consejo de Seguridad Nacional.

Las cuestiones técnicas sobre las que se negocia vierten especialmente alrededor del programa de enriquecimiento de uranio, un proceso que, hasta ciertos niveles tiene usos civiles, pero que, con mayor grado de refinamiento, permite producir cabezas nucleares. En los últimos años, Irán ha multiplicado su capacidad de enriquecimiento elevando el número de centrifugadoras a ello aptas; y también ha empezado a enriquecer uranio hasta niveles del 20%, un umbral todavía de uso civil, pero que le ha acercado significativamente al grado militar.

Occidente sustancialmente reclama mayor capacidad de inspección a las instalaciones iraníes; que Irán deje de enriquecer al 20% y entregue a algún país o entidad neutral el material ya producido –o lo convierta a formas que impiden o dificultan su ulterior procesamiento hasta niveles militares-. El objetivo es que Teherán no disponga de suficiente stock para armar –si hubiese la voluntad- una bomba. También hay presiones para que se reduzcan el número de centrifugadoras operativas y se cierre una planta subterránea –la de Fordow, cerca de Qom, al sur de Teherán- que por sus características es muy difícil de atacar. Irán solo tiene una central nuclear civil, construida por Rusia, que difícilmente justifica un programa masivo de enriquecimiento de uranio.

Irán mantiene que es su derecho enriquecer uranio y que solo lo hace con intenciones civiles. Uno de los negociadores iraníes ha señalado el domingo que la entrega de material es una “línea roja”, pero debería haber flexibilidad en materias de inspecciones y del futuro ritmo y nivel de enriquecimiento.

Optimismo y escepticismo conviven en un proceso que, sin duda, se halla aquí en Ginebra ante una oportunidad única de encarrilarse en una senda pacificadora.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_