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Miami se enreda en sus problemas

Los escándalos de corrupción se suceden con detenciones de alcaldes, enfrentamientos y nepotismo

“Quienes son o pueden llegar a ser capaces de ejercer ese arte tan difícil y tan noble que es la política, prepárense para ella y procuren ejercitarla con olvido del propio interés y de toda ganancia venal”. Esta reflexión del histórico Concilio Vaticano II en 1965 no parece haber sido muy seguida o entendida mundialmente. La realidad es que la teoría conciliar de hace casi medio siglo es un ideal en teoría mientras la moral ciudadana suele estar por los suelos. Lo que el ciudadano ve es que la política puede tener mucho de difícil, pero demasiadas veces nada de noble.

Estados Unidos, a lo grande, es todo un paradigma actual. Miami, a su nivel, un alumno aventajado. La cantidad de sucesos y peripecias que inundan continuamente el sur de la Florida dan para llenar con múltiples números cualquier circo de la confusión. Es la otra atracción irresistible en el paraíso del sol, el mar y las playas. Los intereses políticos están cada vez menos focalizados hacia Cuba, algo que se diluye, y sí hacia el poder y el dinero locales. Algo así como cambiar el “todo contra Castro a todo por la plata".

Los casos van desde lo delictivo, pasando por lo presunto a la espera de sentencias, hasta la simple astracanada pública. En los últimos meses fueron arrestados tres alcaldes de ciudades del Condado Dade. También un ex alcalde. Todos acusados de corrupción. Las guerras continúan por fuera y por dentro. Insólitamente aún hay votantes que los defienden, y uno de ellos incluso volvió a ser candidato, pero perdió en unas primarias. Antiguos colaboradores se resisten a ser arrastrados en sus caídas y hay alcaldías que llevaban camino de ser casi reuniones de familia. El nepotismo más o menos encubierto es una práctica muy extendida y una empleada del Departamento de Parques y Recreación lo denunció incluso públicamente en plena sesión de la comisión de Miami.

Pero quizá lo más grave terminó por diluirse hace unos días cuando el escándalo de compra de votos en las pasadas elecciones locales se zanjó con una condena simbólica a la única acusada. Apenas un año de libertad condicional después de largos meses de una sospechosa espera. Las listas donde aparecían nombres de políticos, como el actual alcalde del condado, jueces y hasta la fiscal estatal, estuvieron varadas sin investigar, y el silencio acabó siendo la respuesta. Ha habido denuncias fundadas en ciertos medios y, sobre todo, de un investigador privado que lo destapó todo. Pero nadie fue llamado a testificar (salvo el detective) y en el camino se desmanteló incluso la unidad anticorrupción de la policía.

El fondo económico, al final, tras conseguir a precios sospechosos el poder, lo mueve todo. Se suceden las acusaciones de corrupción por la concesión de obras millonarias en dudosos o inexistentes concursos públicos, y antes o después se descubre qué ejército de cabilderos ha ganado y por qué. El cabildeo es legal, pero ya sólo su definición: “gestionar con actividad y maña para ganar voluntades en un cuerpo colegiado o corporación” crea una lógica suspicacia. Las consecuencias de obras faraónicas y onerosas para los contribuyentes después de desastrosas gestiones ya han dado pies sobrados para el recelo. Ahí están el aeropuerto o el estadio de béisbol de los Marlins, entre otras muchas, que pagarán algunas generaciones. Y casi nunca hay responsables ni se devuelve el dinero. La última amenaza para el futuro es la ingente obra del arreglo de las tuberías de aguas y alcantarillado que ha hecho temblar incluso a comisionados aún honestos.

En el panorama también existe su toque racismo que se escenifica, por ejemplo, en Miami Beach, uno de los municipios donde habrá elecciones el próximo 5 de noviembre. Al actual grupo hispano en el poder (cubano, esencialmente), se opone el judío y anglo, con mucho peso en la playa y que quiere recuperar el mando. Sobre la mesa está la joya del turismo y, lo último, un multimillonario centro de convenciones. Que la gestión actual no haya sido tan mala y que exista superávit en tiempos de crisis puede no bastarles en la próxima pelea a los “defensores del título”. Dinero manda.

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Y otro ingrediente fundamental en ese “difícil y noble arte de la política” en Miami es el esperpento. Se repiten las situaciones grotescas por enfrentamientos con el mismo trasfondo de prácticas dudosas, presuntamente delictivas e intereses bastardos. Los últimos son elocuentes.

En Hialeah, el centro más cubano, un ex policía supuestamente amigo del actual alcalde, Carlos Hernández, se dedicaba a grabar a opositores, incluidos periodistas, en claros gestos intimidatorios. Y en este mundo de imágenes, un ex alcalde, Julio Martínez, denunció con videos que antes de discutir el presupuesto de la ciudad los comisionados se reunieron con el edil, algo que está prohibido por ley. Éste se defendió diciendo que ni siquiera era la puerta de su despacho por la que entraban, y acusó a otro ex alcalde, Raúl Martínez, al que continuamente llama cobarde, de estar detrás del circo. A ambos Martínez los tilda de mentirosos y desesperados. Hasta un comisionado comentó que hablaron de otra cosa, no del presupuesto, pero los vídeos son mudos y la única realidad es que fue aprobado inmediatamente después, por unanimidad, en menos de media hora. El eslogan de Hialeah es “la ciudad que progresa”. Hernández iba a enfrentarse con fines benéficos en un combate de boxeo con uno de los colegas arrestados. Se suspendió en medio de acusaciones y desmentidos por los 53.000 dólares que costaron las gradas para el insólito espectáculo.

Pero donde la situación ya ha llegado a límites insospechados es en el Doral. Ciudad modélica hasta hace poco incluso organizaciones comunitarias han puesto ya anuncios en los periódicos pidiendo cordura a los enfrentamientos personales de los dirigentes. Es un núcleo también cubano, pero ya con peso específico más visible venezolano. El alcalde Luigi Boria colocó a un administrador, Joe Carollo, que en pocas semanas pasó de ser ejemplar a lo contrario. Intentó despedirlo pero perdió la votación con los comisionados. Detrás de todo ello están desde las acusaciones de que llega dinero chavista a la ciudad a un posible trato de favor en los negocios inmobiliarios de los hijos de Boria, venezolano y ministro ordenado de la iglesia cristiana Alfa&Omega. Chocante situación. No parece predicar la paz, como tampoco el administrador, cubano, al que conoció como feligrés.

Carollo es un personaje singular y duro de roer, que fue polémico alcalde de Miami en los años 90, y tras amenazar con revelaciones lanzó en plena reunión municipal del martes durísimas acusaciones de corrupción contra Boria, que éste desmintió. De momento, Carollo ya consiguió el arresto de un empresario, ex socio de los hijos del edil, por denunciarle falsamente de agresión y discriminación. También casi el de un testigo. Usó el vídeo de una cámara de seguridad que grabó la escena.

Pero el sainete no quedó ahí. Al mismo Carollo le salió un enemigo más los mismos días. Fue atacado sin piedad en varios medios por su ex mujer, Ana Alliegro, con la que hace años estuvo casado sólo 35 días (la actual, curiosamente, es venezolana). Le acusó desde maltratador a inútil y lo hizo desde Nicaragua, adonde extrañamente viajó hace meses tras otro escándalo mayúsculo que aún está sin aclarar. Ex asesora electoral es amiga y visitada por el ex congresista republicano David Rivera, recalcitrante anticastrista, y que perdió las últimas elecciones tras estar implicado en múltiples altercados. En el último, parece estar detrás de un candidato ficticio, Lamar Sternad, posteriormente detenido y que espera sentencia tras llegar a otro acuerdo judicial. Se presentó (o fue presentado) para tratar de impedir la victoria del demócrata Joe García, que ahora ventila otra controversia por el “semicentenario” tema cubano. No lo consiguió, pero de éste se supo después que miembros de su propia campaña también trapichearon con los votos. Está visto. Casi nadie está libre bajo el sol de Miami.

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