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Columna
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Buena estrella para una gran coalición

Ya es cosa segura que Alemania repetirá la experiencia de un Gobierno de coalición de las dos fuerzas políticas mayoritarias

Ya es cosa segura que Alemania repetirá la experiencia de un Gobierno de coalición de las dos fuerzas políticas mayoritarias. Esto de que sean dos hay que agarrarlo con guantes, por cuanto la CDU de Angela Merkel acude al empeño con sus socios bávaros del CSU, más escorados a posiciones conservadoras y propensos a plantear exigencias no siempre fáciles de digerir por los demás, como su pretensión, difícilmente compatible con la normativa de la UE, de imponer una tasa de peaje en las carreteras alemanas solamente a los vehículos de matrícula extranjera.

Los pormenores relativos a las reuniones maratonianas de estos días llegan con cuentagotas a los medios de comunicación. Con todo, el primer paso está dado en la forma de un acuerdo para constituir un Gobierno estable, capaz, como el de 2005, de agotar sin sobresaltos la legislatura. Cualquier chapucilla no vale. Y nada se deja a la improvisación. Los portavoces de los distintos partidos implicados no se cansan de repetir estos días que obran conforme a la voluntad de los ciudadanos, expresada el pasado septiembre en las urnas.

La consecuencia primera de todo ello es de índole pedagógica. La evidencia de que los rivales políticos están dispuestos a levantar un proyecto común de gobierno para mejorar la vida de los ciudadanos se traduce en una sólida tranquilidad social. La idea de que el político es elegido para poner por obra un servicio a la sociedad está muy arraigada en Alemania. No es extraño, pues, que más de uno dimita por razones que en otras partes no merecerían un parpadeo.

Esta vez los socialdemócratas llevan la lección aprendida. De la anterior gran coalición salieron escaldados. Obtuvieron un resultado lastimoso en las urnas, mientras que la canciller se llevó los parabienes por la gestión compartida de Gobierno y ganó las elecciones. A fin de curarse en salud, días atrás la dirección del SPD tuvo la prudencia de consultar a las bases. Y las bases, después de acalorados debates, votaron en favor de la gran coalición.

Ya lo dijo en su día el jefe del SPD, Franz Müntefering: "Estar en la oposición es una porquería". La sentencia hizo fortuna. Suenan huecas, por no decir hipócritas, las palabras de tantos gobernantes que proclaman su firme voluntad de diálogo, de aceptación de propuestas constructivas y su deseo de cooperación, cuando al mismo tiempo saben que los opositores carecen de facultad decisoria. Con sentido del pragmatismo las bases del SPD apoyaron la iniciativa de la dirección para entrar en un Gobierno con Angela Merkel. Al menos, pensaron, desde el Gobierno se puede hacer política socialdemócrata, aunque sea parcialmente. Claro está que una estrategia de esta naturaleza solo es posible en un país con un nivel económico y educativo alto, donde los representantes políticos de las distintas opciones no acuden al Parlamento a hablarse y tratarse como enemigos.

La siguiente fase de las negociaciones afecta a los contenidos programáticos. Porque, claro, una cosa es ponerse de acuerdo para entenderse y otra es entenderse. 27 políticos de la CDU, 18 del CSU y 30 del SPD discuten cada frase, cada término, cada coma. El SPD ha hecho bandera de su reclamación de una ley de salario mínimo que fije un pago de 8,5 euros por hora trabajada. Quizá no consiga esa cantidad, pero conseguirá la ley a cambio de ceder en otros asuntos.

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Sea como fuere, la gran coalición nace con buena estrella gracias al espectacular incremento de los ingresos fiscales en Alemania, lo que facilitará la financiación de medidas sociales. La CDU ya ha anunciado que renuncia a la reducción del déficit prevista en su programa electoral. Todo sea por no enojar a los ciudadanos. Queda por último la gran porfía de las negociaciones: cuántos y qué ministerios corresponderán a cada partido. No se prevé que haya Gobierno antes de diciembre.

Fernando Aramburu es escritor español y reside en Alemania. Es autor entre otras obras de Los peces de la amargura (Tusquets).

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