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El gran juego ruso en Europa

Moscú se ha marcado como prioridad reforzar los vínculos con los países exsoviéticos Ucrania es una pieza clave del proyecto neoimperial

Pilar Bonet
Manifestantes con máscaras de Anonymous protestan contra la UE, hoy en Kiev.
Manifestantes con máscaras de Anonymous protestan contra la UE, hoy en Kiev.GLEB GARANICH (REUTERS)

El gran juego por la redefinición del espacio político y económico europeo, que se inició al derrumbarse la Unión Soviética, no ha acabado aún, aunque Rusia se ha apuntado un tanto al asustar a los dirigentes de Ucrania y, con ello, entorpecer y retrasar la Asociación Oriental, el proyecto de integración liderado por Bruselas.

En las calles de Kiev decenas de miles de personas llegadas de todo el país, entre ellos numerosos estudiantes, esperaban la noche de este jueves que ocurriera un milagro en Vilna y que su presidente, Víctor Yanukóvich, ratificara su compromiso con Europa y plantara cara a las duras y humillantes presiones a las que le está sometiendo su colega ruso, Vladímir Putin. A medida que pasaban las horas, algunos manifestantes perdían la esperanza y exigían la dimisión de Yanukóvich.

La firma del acuerdo de asociación no está ya en la agenda de la cumbre, pero medios informados en Kiev aseguraban este jueves que en Vilna trabajaban en "una declaración vinculante que fije este objetivo [la firma del acuerdo], lo desglose en tareas concretas y establezca plazos concretos". Tales planes, si salen adelante, no serán del gusto de Putin, cuyo fin es incorporar a Ucrania a la Unión Aduanera, el núcleo de una futura Unión Euroasiática en el que están Bielorrusia y Kazajistán. El restablecimiento de los vínculos entre los territorios de la Unión Soviética es la gran prioridad de la política exterior de Putin, que se inscribe en las tradiciones de la Rusia zarista. Por su situación geográfica, su tamaño y su nivel de desarrollo, Ucrania es un elemento clave en este proyecto neoimperial, donde Rusia aprovecha las dependencias, debilidades y miedos de sus vecinos para imponerles sus reglas de juego.

Marcado por su trayectoria en el KGB de la URSS, Putin siente la necesidad de mantener en torno a Rusia un cinturón de seguridad. Bielorrusia, el principal aliado militar de Moscú, es junto con Kazajistán miembro de la Organización del Tratado de Defensa Colectivo. Obsesionado por la estabilidad, Putin apoya a los regímenes autoritarios o dictatoriales de su entorno ante cualquier desafío democrático. Por ello los observadores rusos ignoran los pucherazos en las enésimas victorias electorales atribuidas a Nursultán Nazarbáyev en Kazajistán o a Alexandr Lukashenko en Bielorrusia. Moscú paga el apoyo de sus socios estratégicos con rebajas en los precios del combustible (Bielorrusia), pero procura atajar los intentos de emanciparse. Los dirigentes de Kazajistán, por ejemplo, se han quejado de que la Unión Aduanera no les ayuda a superar las dificultades para exportar sus hidrocarburos directamente a Europa a través de los gasoductos y oleoductos rusos. El cultivo de la dependencia, los tratos opacos, los chantajes, pero también la recompensa de la lealtad son elementos de la alternativa que Moscú ofrece a Ucrania.

Así las cosas, en Kiev se alzan voces críticas con la UE por no haber sabido comprender el carácter estratégico de la batalla por Ucrania. "En la UE ha habido más políticos que estadistas con pensamiento estratégico, gentes que tal vez con buenas intenciones escribían mecanismos estériles de integración y que se olvidaron de lo más importante, a saber, que este país, con todos sus problemas, es clave para la estabilidad de Europa y que una Ucrania sometida a Putin tendría un efecto negativo en todo el continente", afirma Anatoli Gritsenko, exministro de Defensa de Ucrania y hoy jefe del subcomité contra el lavado de dinero en la Rada Suprema (Parlamento).

Gritsenko, que está en la oposición a Yanukóvich, cree que "si Bruselas hubiera comprendido esa tarea estratégica, el resto de problemas habría sido secundario y se habrían encontrado los recursos financieros para integrar a Ucrania, entre otras cosas porque una gran parte de estos recursos iba a retornar a Europa en forma de beneficios". "Dentro de diez años, se habrán olvidado los nombres de los políticos europeos y lo único que veremos será una Europa más estable o una Europa que sufre constantemente las amenazas y los efectos de las actuaciones de una nueva Unión Soviética", señalaba el político. Pese a estar en la oposición, Gritsenko subrayaba que Yanukóvich "tiene base objetiva para estar preocupado seriamente por la presión de Rusia y la UE debería haber oído este mensaje antes y haber ofrecido un mecanismo efectivo de apoyo a Ucrania".

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"Los europeos creían que trataban con Ucrania, pero resultó que estaban tratando con Rusia", afirma el economista Alexandr Pasjaver, según el cual la opción que se presenta ante Kiev hoy es modernizarse por la vía europea o ver degradarse su economía con Rusia. El profesor critica a la UE por su actitud selectiva, que está marcando una nueva línea roja en el continente. "Bruselas consideró los países del Báltico parte del mundo europeo y los ayudó a resistir los chantajes rusos que sufrieron de una forma más discreta que ahora Ucrania".

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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