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La odisea africana de la Siria rebelde acaba en Lisboa

Llegan a Portugal 74 refugiados sirios con pasaportes falsos tras pasar por Marruecos y ser rechazados en Guinea-Bissau

Antonio Jiménez Barca

Un grupo de 74 refugiados sirios, familias enteras en su mayoría, que escapaba de la guerra, se encuentra en Lisboa, repartido en varios centros de acogida y organizaciones caritativas en Lisboa y en Estoril, en un limbo jurídico, después de haber aterrizado en el aeropuerto lisboeta, el martes por la mañana, provistos todos con pasaportes falsificados hechos en Turquía por redes especializadas en el tráfico de personas. Tras atravesar la frontera sirio-turca, los refugiados, que pagaron, según la prensa portuguesa, cerca de 4.000 euros cada uno por escapar de su país con garantías de alcanzar Europa, volaron hasta Casablanca, desde donde, sin salir del aeropuerto, embarcaron para Guinea-Bissau con la intención de enlazar desde allí hasta Lisboa con un vuelo de la TAP, las líneas oficiales portuguesas.

Pero el personal de esta compañía en el país africano sospechó pronto de la poca credibilidad de los pasaportes, que o bien habían sido falsificados completamente o bien no correspondían con las personas que los portaban. Según fuentes del Serviço de Estrangeiros e Fronteiras (SEF) citado por los medios portugueses, policías y militares guineanos, bajo amenazas y armados, obligaron al comandante y a la tripulación de TAP a embarcar a los 74 refugiados y a emprender el vuelo hacia Lisboa en el horario previsto.

En cuanto llegaron a la capital portuguesa, a las seis y media de la mañana del martes, los refugiados fueron retenidos por la policía fronteriza lusa, que ya había sido avisada desde Guinea-Bissau. En el grupo hay treinta menores, de los cuales 15 son niños, y una mujer embarazada, que sufrió una hemorragia y que fue trasladada a un hospital lisboeta. Todos proceden de zonas sirias dominadas por las fuerzas rebeldes y todos han pedido asilo político apelando a razones humanitarias. En el fondo, cuando salieron de Siria no tenían intención de quedarse en Portugal, sino servirse de Lisboa también como estación de paso hacia Suecia o Alemania, donde, según aseguran, poseen familiares. Pero ahora Europa se ha reducido para ellos a Lisboa y a ella se agarran con su petición de asilo.

Por lo pronto, las autoridades portuguesas han comenzado ya a tratar de averiguar los verdaderos nombres y la procedencia cierta de los refugiados, basándose en sus propios testimonios y en algunas fotocopias de los verdaderos pasaportes sirios que algunas de estas personas llevaban consigo. La policía portuguesa intenta también descubrir si hay dentro del grupo integristas musulmanes camuflados que tratan de alcanzar Europa. La decisión de concederles o no asilo político podrá demorarse varios meses, según apuntan los medios lusos. Desde Bruselas, un portavoz de la Unión Europea se apresuró a afirmar que la solución del problema pasa exclusivamente por Lisboa, que es un asunto bilateral entre un país miembro y un tercero, sin que Europa tenga nada que sugerir o aportar.

El incidente ha provocado la suspensión de la ruta Lisboa - Bissau de la aerolínea TAP

Por lo pronto, el incidente ya ha acarreado serias consecuencias diplomáticas, sociales y económicas entre Portugal y su antigua colonia africana. La TAP anunció el miércoles que suspende indefinidamente sus vuelos regulares con Guinea-Bissau (había tres vuelos semanales que enlazaban Lisboa con Bissau, la capital del Estado africano) apelando a que han desaparecido “las razones de seguridad necesarias” como para que estos vuelos se lleven a cabo con garantías. El Gobierno del primer ministro portugués, el conservador Pedro Passos Coelho, era consciente de la decisión de la compañía, así como el presidente de la República, Aníbal Cavaco Silva.

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Por su parte, desde Guinea-Bissau expresaron su “sorpresa” por la medida. Hasta ahora, los miembros del Gobierno del país africano (Gobierno no reconocido oficialmente por Portugal, entre otras cosas) se habían limitado a asegurar que desconocían lo que había pasado en el aeropuerto y que solo después de estudiar los “informes correspondientes” hablarían sobre el hecho de haber obligado bajo amenazas a un comandante y a su tripulación a embarcar un número considerable de pasajeros con los pasaportes falsificados.

Desde el golpe de Estado de 2012, Guinea-Bissau sufre una galopante inestabilidad política que la convierte, día a día, en una suerte de narco-estado trampolín de las rutas mafiosas de la droga y del tráfico ilegal de personas. Ahora, con la supresión de los vuelos de la TAP, única ligazón directa que disfrutaba con un país europeo, el país africano queda aún más aislado.

También quedan más aislados los viajeros que, con las navidades a cuestas, habían comprado billetes de la TAP para viajar a Guinea-Bissau o de Bissau a Lisboa. No son pocos: el Diário de Notícias aseguraba en su edición de ayer que la compañía TAP tenía ya vendidos, en diciembre, más de 1.000 billetes Bissau-Lisboa. La compañía portuguesa ya ha anunciado que devolverá el importe y que tratará de buscar alternativas por Dakar. Pero un viajero que ayer se quedó en tierra en Lisboa aseguraba en una cadena de televisión portuguesa que los vuelos a Dakar ya están llenos hasta el día 25 de diciembre.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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