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El Ejército sigue marcando el paso

Los militares ejercen una enorme influencia pese a contar con pocos ministros

Un manifestante sostiene una foto del jefe del Ejército, Abdelfatá al Sisi, en una protesta en El Cairo.
Un manifestante sostiene una foto del jefe del Ejército, Abdelfatá al Sisi, en una protesta en El Cairo.M. ABD EL GHANY (REUTERS)

“Esto no ha sido un golpe de Estado, pues los militares entregaron el poder a un Gobierno civil tras deponer a Morsi”, argumentaba Nabil Fahmi, ministro de Exteriores egipcio, en un reciente encuentro con periodistas hispanos. Y al menos formalmente, así es. El presidente interino es el presidente del Tribunal Constitucional, y de los 37 ministros del Ejecutivo, los miembros del Ejército no llegan a media docena. Sin embargo, muchos egipcios consideran que, tras las bambalinas, los uniformados ejercen una enorme influencia sobre la Administración del país.

Un escándalo acaba de reforzar esta creencia. Dos miembros del comité que redactó la nueva Constitución denunciaron que el texto definitivo había sido modificado en secreto tras la última sesión de la Asamblea. Concretamente, se habría cambiado en el preámbulo la expresión que atribuye a Egipto “un sistema civil” por “un Gobierno civil”. El matiz es relevante, pues algunos expertos sugieren que podría abrir la puerta a un mayor papel de las Fuerzas Armadas en la gestión del país, situándolas por encima del Gabinete.

“La mayoría [de miembros del comité] no quisimos crear una polémica al respecto para no afectar a la aprobación de la Constitución”, declaró en una entrevista televisiva Mohamed Abul Gar, líder del Partido Socialdemócrata, sugiriendo que el Ejército impuso el cambio con el consentimiento de algunos miembros de la Asamblea. Sin embargo, su presidente, Amr Musa, lo negó.

“El Ejército es desde hace seis décadas la institución más poderosa del país, y su peso se hace sentir en las decisiones del actual gobierno, a base de apoyar a una o a otra facción en un Gabinete heterogéneo”, sostiene Georges Fahmi, un investigador del instituto AFA. De acuerdo con la hoja de ruta prevista, tras la aprobación de la Constitución se deben celebrar elecciones, y entonces asumirá el poder un Gobierno electo. No obstante, no está claro si tendrán lugar primero los comicios legislativos o los presidenciales.

En buena medida, el papel que desempeñe el Ejército durante los próximos años dependerá de si el ministro de Defensa, Abdelfatá al Sisi, decide presentarse a las elecciones presidenciales. La mayoría de analistas considera que el popular general, cuyas fotos adornan las calles y tiendas de El Cairo, sería el gran favorito. Incluso algunos de sus posibles rivales, como el nasserista Hamdin Sabahi, renunciarían a sus ambiciones presidenciales si él formalizara su candidatura.

Después del golpe, Al Sisi rechazó esta posibilidad, pero en sus últimas declaraciones públicas ha dejado la puerta abierta a dar un salto al ruedo político. Aunque la campaña ciudadana Kammel Gemilak (“completa tu favor”, en árabe), asegura haber recogido millones de firmas para convencerlo a presentarse, algunos de sus admiradores no lo ven claro.

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El movimiento juvenil Tamarrud, que organizó las manifestaciones multitudinarias antigubernamentales que precedieron el derrocamiento de Morsi, cambió su posición esta semana, y aconsejó a Al Sisi permanecer en su cargo. Entre los argumentos contra su candidatura, figura la voluntad de consolidar la transición a la democracia, y la percepción de que es mejor para la imagen y prestigio de las Fuerzas Armadas no implicarse en la gestión del día a día en un periodo tan turbio. Egipto vive una grave crisis política y económica, punteada por estallidos violentos periódicos, ya sea en forma de disturbios callejeros o atentados.

“En el Ejército, existe la mentalidad de que es la única institución capaz de mirar por el bien de la nación. Ven a los políticos como una casta motivada únicamente por sus intereses particulares”, sostiene Ahmed Kandil, analista del Centro de Estudios Estratégicos Al Ahram. Ahora bien, estas ideas se podrían plasmar en un papel de supervisor, más que de gestor, del sistema político, como sucedía en Turquía antes del ascenso al poder de Recep Tayyip Erdogan.

Vista su prestigio entre las Fuerzas Armadas y una parte de la sociedad, parece que la decisión recaerá exclusivamente en Al Sisi. En unos presuntos comentarios filtrados recientemente, el general explica haber tenido sueños premonitorios hace décadas que le sugerían estar predestinado a gobernar Egipto. En uno de ellos, conversaba con el difunto rais Anuar el Sadat: “Me dijo que yo sería presidente, y le respondí que ya lo sabía”.

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