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Narendra Modi, el ultra que hace temblar el trono de los Gandhi

El candidato del partido nacionalista hindú BJP gana terreno ante las próximas legislativas indias

Naiara Galarraga Gortázar
El candidato del opositor BJP, Narendra Modi.
El candidato del opositor BJP, Narendra Modi.RAVEENDRAN (AFP)

En una India donde lo tradicional es que el público de los mítines sean acarreados pagados por asistir, Narendra Modi ha hecho un cambio revolucionario: cobra entrada a los seguidores que quieren escucharle en persona. Y el caso es que llena. Modi, el hombre con más posibilidades de derrotar a los Gandhi y convertirse en el primer ministro de la mayor democracia del mundo en las elecciones a celebrar en torno a mayo, es la antítesis de la dinastía. Es un hombre hecho a sí mismo. Este hijo de un vendedor de té que desde 2001 es el jefe de Gobierno del Estado de Gujarat es muy reconocido por su gestión económica, porque cumple lo que promete; entusiasma a los pequeños empresarios con su programa de más eficacia, menos burocracia y cero corrupción. 

Pero a Modi, un populista de 64 años, candidato del gran partido de la oposición, el ultranacionalista hindú del Partido Bharatiya Janata (BJP), le persigue su pasividad ante un pogromo antimusulmán que causó más de un millar de muertos en Gujarat en 2002, al poco de estrenarse al frente del Ejecutivo estatal. Él insiste en su inocencia. Se le acusa de dejar hacer, de no usar sus poderes para intentar frenar los asesinatos y violaciones por los que otros 200.000 musulmanes huyeron de sus casas. Aunque ningún tribunal le ha condenado en relación al episodio, es el motivo por el que tiene prohibido entrar en Estados Unidos. Modi es desde hace años el político más controvertido de la India.

“Ha logrado convertirse en un líder nacional, algo muy importante en India, donde la política está muy fragmentada en voto regional y de castas”, explica Eva Borreguero, especialista en India y profesora de Ciencia Política en la Universidad Complutense.

Un mitin electoral de Modi, del BJP, el pasado diciembre.
Un mitin electoral de Modi, del BJP, el pasado diciembre.MANSI THAPLIYAL (REUTERS)

El gobernante Partido del Congreso todavía no ha designado candidato pero todo apunta a que será Rahul Gandhi (bisnieto de Nehru, nieto de Indira y primogénito de Rajiv y Sonia). El veterano primer ministro actual, Manmohan Singh, de 81 años, le vino a ceder el cetro a primeros de año al anunciar que no volverá a presentarse y afirmar: “Rahul sería un excelente candidato”. Los observadores no son tan optimistas. Con 43 años, no ha logrado sacudirse la imagen de niño de papá. Se le considera inexperto y ha tenido monumentales meteduras de pata como decir que “la pobreza es un problema de actitud mental”, rememora la experta. La verdaderamente poderosa es su madre, Sonia —presidenta del partido—, pero sus compatriotas no le perdonan su origen italiano y católico.

Modi sostiene que, incluso si hubiera tenido alguna culpabilidad en la matanza de musulmanes en 2002, sus votantes le han exonerado a golpe de victoria electoral. En cada elección amplió su ventaja hasta controlar casi dos tercios del Parlamento de Gujarat.

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Los seguidores de Modi suelen destacar que no está implicado en ningún caso de corrupción, que es un líder fuerte, que está soltero —lo que, suponen, implica dedicación exclusiva al país, no como los Gandhi— y que Gujarat ha prosperado de modo inaudito. “Modi Ji [apelativo respetuoso] arreglará nuestros problemas. Atacará Pakistán y nos traerá un desarrollo como el que ha llevado a Gujarat”, declaró el vendedor de té Gopi Tiwari al blog India Ink del New York Times.

Detalla Borreguero que el líder del BJP ha logrado suministrar electricidad constante —pese a que India es una potencia nuclear los cortes de luz son todavía una plaga, nefasta para la industria— en este estado costero al norte de Bombay, ha construido puertos y carreteras y lo ha industrializado. Ha triplicado el PIB, atraído inversiones extranjeras con impuestos bajos y logrado producir una cuarta parte de las exportaciones indias.

Tres de cada cuatro de los 1.200 millones de indios —divididos en cientos de castas— aún viven en pueblos y tanto la pobreza como el analfabetismo están muy extendidos aunque la clase media ronda los 300 millones. Los desafíos son inmensos.

Aunque en un escenario tan inmenso y atomizado es extremadamente difícil hacer pronósticos, una encuesta de India Today-Times Now daba el pasado octubre ventaja a la coalición del BJP de Modi frente a la del Congreso de los Gandhi. A eso se une la aplastante y humillante derrota que el partido ultranacionalista hindú propinó al Congreso en las elecciones celebradas en cuatro Estados en diciembre. Esos comicios depararon una gran sorpresa: un partido anticorrupción que ha logrado que su líder, un activista convertido en funcionario, sea designado jefe del Gobierno de Nueva Delhi.

Al Congreso le pesan los escándalos de corrupción y la fuerte ralentización del crecimiento económico, que ha caído a la mitad, un 5% anual, insuficiente para absorber los diez millones de indios que cada año se incorporan al mercado laboral. “Frente a estas urgencias, los conflictos comunales quedan en segundo plano”, sostiene Borreguero.

Aunque Modi haya rebajado mucho su tono ultranacionalista jamás ha expresado ningún arrepentimiento por el pogromo. Y el pasado septiembre dejó pasar la ocasión de condenar la persecución de musulmanes Uttar Pradesh, que causó unos 50 muertos. Los indios que rezan a Alá (unos 150 millones) están convencidos de que un triunfo de Modi no augura nada bueno para su comunidad pero saben que electoralmente son poco relevantes.

Llama la atención que el candidato más joven no tenga cuenta de Twitter y que al sexagenario le sigan más de tres millones de internautas en esa red. Modi se ha sometido a una potentísima campaña de comunicación durante los últimos años que ha incluido incluso leves cambios de aspecto para lograr la combinación justa de dinamismo, experiencia, lo hindú y lo occidental.

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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