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Ucrania: de Maidán al caos

La crisis, de dimensiones políticas, económicas y culturales, se incubaba desde hace años

Pilar Bonet
Manifestantes ocupan este sábado la residencia de Yanukóvich en Kiev.
Manifestantes ocupan este sábado la residencia de Yanukóvich en Kiev.SERGEY DOLZHENKO (EFE)

En la noche del viernes a la plaza de la Independencia de Kiev eran llevados a hombros decenas de ataúdes descubiertos en los que yacían los cuerpos de adolescentes y jóvenes tiroteados. Los habían amortajado con uniforme de camuflaje bajo el cual se veían las típicas camisas bordadas ucranianas. Era el momento más dramático de una escalada de tensión y violencia, que se ha desarrollado en en oleadas de creciente magnitud hasta desembocar en el caos.

La crisis, de múltiples dimensiones (políticas, económicas, culturales), se incubaba desde hace años, pero afloró a partir del 21 de noviembre, cuando el entonces primer ministro de Ucrania, Mikola Azárov, anunció que su país no iba a firmar el acuerdo de Asociación con la Unión Europea, en Vilnius, la capital de Lituania, donde el 28 y el 29 de noviembre se celebraba una cumbre dedicada la política de vecindad oriental de la UE. El acuerdo, que se llevaba negociando desde hacía tiempo, suponía un amplio desarme arancelario del mercado ucraniano ante las mercancías de la UE.

La economía ucraniana está muy integrada con Rusia, sobre todo en las zonas industriales del Este. A las críticas sobre las negativas consecuencias inmediatas del acuerdo con la UE sobre la industria y la agricultura nacional, los ideólogos de la integración europea aseguraban que el documento suponía un avance hacia la implantación de un marco legal civilizado que iba mucho más allá de la economía y tenía que ver con las grandes opciones geoestratégicas aún siguen vigentes en el continente Europeo. Asumiendo la idea de que la vecina Ucrania estaba ante una elección geoestratégica, desde el verano el presidente Vladímir Putin había ido castigando a las mercancías ucranianas con sanciones y restricciones que golpearon fuertemente a la industria. Fueron justamente estas sanciones las que llevaron al presidente Yanukóvich a frenar el avance hacia la UE. Rusia le recompensó en diciembre con una ayuda financiera de 15.000 millones de dólares (que apenas han comenzado a llegar) y rebajas en el precio del gas.

Pero la calle, lo que se ha venido a denominar "el maidán", tenía otra lógica. En vísperas de la cumbre de Vilnius, los estudiantes salieron a protestar a la plaza de la Independencia de Kiev y a ellos se unieron otros espontáneos. Los partidos políticos llegaron después, primero con sus pancartas en la plaza de Europa, y luego fundiéndose (ya sin pancartas) con los manifestantes de la plaza de la Independencia. Este doble origen del Maidán nunca se ha superado, porque los grupos variopintos que han convergido (y se han engendrado y desarrollado también) en el Maidán tienen una vida paralela a la de los líderes parlamentarios. Vitali Klichkó, Arseni Yatseniuk y Oleg Tiagnibok han provocado confusión internacional, al adjudicarse de hecho un control que nunca poseyeron sobre los radicales y nacionalistas aglutinados en grupos como el "Sector de Derechas". La destitución de Yanukóvich y la lucha contra la corrupción siempre fueron objetivos del Maidán, aunque la integración europea estuviera en primer plano al inicio de estos tres meses.

Varios han sido los puntos de inflexión en el camino al caos. El primero fue la carga policial --en la noche del 29 al 30 de noviembre-- sobre los estudiantes que se manifestaban en la plaza de la Independencia. Al grito de "Han pegado a nuestros niños" centenares de miles de personas se concentraron en Kiev el 1 de diciembre, jornada en la que por primera vez manifestantes y fuerzas del orden público se enfrentaron cuerpo a cuerpo. Hubo heridos de las dos partes, pero fue posible evitar muertos y los radicales tomaron el ayuntamiento de Kiev. En días sucesivos, los manifestantes fueron haciéndose fuertes en el Maidán y respondieron con el afianzamiento de su territorio y la construcción de barricadas a los intentos del régimen de echarlos de allí. La diplomacia occidental, que sin profundizar identificaba el Maidán con el anhelo europeo, intentó sin éxito mediar entre unos y otros.

Militantes del Maidán coinciden en que el periodo más duro fue desde mediados de diciembre a mediados de enero y puso a prueba la resistencia de los manifestantes, que en gran parte han abandonado a su familia y sus ocupaciones en provincias del oeste para dormir en el suelo y alimentarse en fogones de campaña.

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El 16 de febrero, el régimen dio un nuevo impulso al Maidán, al votar un conjunto de leyes represivas con las que esperaban dotarse de instrumentos para ilegalizar las protestas. El resultado fueron nuevos enfrentamientos que produjeron los primeros muertos en la calle Khrushevskaya, junto a la sede del gobierno, en la noche del 20 al 21 de enero. Dos activistas del Maidán cayeron en las barricadas, otro se precipitó desde lo alto de una columna y un cuarto fue encontrado con signos de tortura en un bosque cercano a Kiev. Los secuestros y palizas indicaban que era posible la deriva hacia el modelo latinoamericano (y del Cáucaso ruso) de los escuadrones de la muerte.

Las conversaciones entre el presidente y la oposición acabaron en una amnistía que entró en vigor el 17 de febrero. Pero el 18 de febrero, los manifestantes se dirigieron al parlamento y se enfrentaron con las tropas de intervención especial. La violencia volvió a prender y se prolongó el 19 y el 20. Y fue más lejos. Los francotiradores aterrorizaron Kiev el 20 de febrero y llevaron la confrontación a su apoteosis: un centenar de muertos y un odio que no se borra con el acuerdo de cambio constitucional y elecciones anticipadas. En el Maidán, después de firmarlo, Vitali Klichkó, pidió perdón a los manifestantes por haber dado la mano a Yanukóvich.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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