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El Dalai Lama elogia la preocupación del Papa Francisco por los más necesitados

El líder espiritual tibetano dice en Washington que el pontífice es una “persona muy realista”

El Dalai Lama este viernes en Washington.
El Dalai Lama este viernes en Washington.EFE

El escenario no podía ser más adecuado. En un coloquio en una abarrotada catedral de Washington, que se declara abierta a todas las prácticas religiosas, el Dalai Lama elogió este viernes la figura del Papa Francisco y su cruzada contra las desigualdades. Desde distintos posicionamientos religiosos, el líder espiritual tibetano y el máximo representante del catolicismo en el mundo coinciden en sus críticas al materialismo económico y al egoísmo que reina en las sociedades modernas, y en reclamar un mayor compromiso con los más necesitados. Ambos, además, tienen casi la misma edad: el Dalai Lama nació en 1935, mientras el Papa un año después.

“Oh... sí. Es una persona muy realista”, respondió Tenzin Gyatso, con voz suave y un cerrado inglés, a la pregunta del decano de la catedral, el reverendo Gary Hall, sobre si cree que tiene en común con Jorge Mario Bergoglio su preocupación por los más necesitados y los explotados. Sin entrar en muchos detalles, manifestó que aún no ha conocido al Papa -que está a punto de cumplir su primer año en el Vaticano- y reiteró que le gustaría hacerlo. Y aprovechó la ocasión para elogiar también al predecesor de Francisco, a Benedicto XVI, por su “énfasis de que la fe y la religión deben de ir juntas”.

El Dalai Lama -exiliado en India desde que China invadiera el Tíbet en 1959 y que desde hace varios años ha dejado de lado su rol más político sobre las reclamaciones de soberanía de ese territorio para centrarse en uno más espiritual- se reunió con el Papa Benedicto XVI en privado pero nunca llegó a hacerlo en público. En 2007 tenían previsto un encuentro público pero el Vaticano lo canceló a última hora después de que fuera criticado ferozmente por las autoridades chinas, que rechazan las reclamaciones separatistas tibetanas. En cambio, el predecesor de Benedicto, Juan Pablo II, no solo mantuvo varias reuniones públicas con el premio Nobel de la Paz sino que llegó a manifestar su simpatía por la causa tibetana.

Al margen de su mención al Papa, buena parte de la intervención del Dalai Lama en su cuarta visita a la Catedral de Washington -con la que ha cerrado su viaje de dos semanas por Estados Unidos- se centró en su alegato sobre la importancia de promover la compasión y el amor. “La generación del siglo XXI tienen la oportunidad de hacer que este sea el siglo más feliz no en el sentido del dinero, el poder y las armas; sino en términos de compasión”, afirmó, ataviado con su habitual túnica morada y una gorra azul para que no le molestaran los focos. “Si una familia humilde está llena de compasión será una familia muy feliz, mientras una familia muy rica pero que carece de compasión puede no ser muy feliz”.

Entre risas constantes y mostrándose muy cómodo y tranquilo sobre el altar de la catedral, el líder tibetano manifestó que la compasión “depende de la actitud” y que si la inteligencia se usa adecuadamente puede disparar la felicidad de los seres humanos. También recomendó fijarse sueños “realistas” y afrontar los problemas desde el “entusiasmo y una perspectiva amplia” para evitar desmoralizarse, y pidió a los más jóvenes que -siendo Estados Unidos “la nación líder del mundo libre”- viajen por el mundo para ser más entusiastas y felices al “entender que las personas son de diferente nacionalidad y color, pero comparten la misma emoción y deseo de vivir una vida en paz y felicidad”.

La hora y media de discurso y coloquio del Dalai Lama culminó con tres plegarias: para que al altruismo crezca, para que el mundo viva en “respeto espiritual y armonía” y mantenga las tradiciones espirituales; y para que se luche contra la miseria. A continuación, saludó lentamente a algunos de los asistentes en las primeras filas y se marchó andando con su calma habitual y transmitiendo una armonía plena.

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La compasión ha sido, de hecho, el hilo conductor de su viaje por Estados Unidos, que ha estado colmado de encuentros con empresarios y centros de opinión sobre la felicidad y la ética, con la excepción de una reunión de bajo perfil con el presidente de EE UU, Barack Obama, en la Casa Blanca y la inauguración de una sesión en el Senado. La creciente consolidación de China como potencia política y económica ha hecho que cada vez sean menos los gobiernos dispuestos a escuchar al líder espiritual tibetano -reticentes de enfurecer a Pekín-, lo que ha sido compensado por empresas privadas y think tanks deseosos de conocer los posicionamientos morales del Dalai Lama. Incluso se han producido momentos paradógicos, como que este declarado marxista diera una charla en el American Enterprise Institute, el principal laboratorio de ideas del conservadurismo, en la que dijo haber desarrollado un “mayor respeto hacia el capitalismo”. Durante su estancia, también ha evitado lanzar críticas severas al Gobierno chino, aunque, preguntado al respecto en el coloquio de la catedral, lamentó la censura impuesta por Pekín y pidió que la justicia del gigante asiático cumpla los estándares internacionales.

 

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