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Lima se ahoga en su caótico tránsito

La capital peruana es una metrópoli colapsada, sobrepoblada de microbuses y taxis y con un sistema de transporte en pañales

Un autobús en Lima.
Un autobús en Lima.ENRIQUE CASTRO-MENDIVIL (REUTERS)

Si algo enerva a quienes visitan la capital peruana por primera vez es su tránsito endemoniado. “Usar el sistema de buses de Lima, Perú, puede ser una experiencia que quiebra los nervios”, reza una página web dedicada a la creciente comunidad de extranjeros residentes en la ciudad. “Lima tiene un sistema de transporte público, pero definitivamente no es el mejor”, señala, con algo más de elegancia, la web de viajes TripAdvisor. Tampoco los limeños tienen buena impresión del servicio. La mayoría de encuestas lo colocan como el segundo problema más grave de la ciudad, después de la delincuencia.

No es necesario ser experto para formular críticas; estas saltan a la vista en una metrópolis que sufre sobrepoblación de vehículos y déficit de infraestructura vial, pero sobre todo de un desorden crónico que se expresa, por ejemplo, en que no hay un color o distintivo obligatorio para los taxis. O, mucho peor, en la altísima incidencia de muertes por accidentes de tránsito, atribuidas en gran medida a lo que la población llama las combis asesinas, pequeñas o medianas unidades de transporte de pasajeros que transitan a toda velocidad y violando sistemáticamente todas las normas del tránsito.

“Cada limeño te puede dar una lista larga de aspectos tortuosos del transporte”, señala Jeroen Prinsen, un holandés que reside desde el 2009 en Lima. “Hay inseguridad, tanto porque te pueden robar como en los accidentes viales. Es incómodo, siempre intentan entrar más gente, aun si el carro ya esta lleno. El tráfico ya es un caos, pero muchas veces los buses demoran más de lo necesario, porque les conviene buscar más pasajeros en vez de intentar llegar más rápido”, agrega.

Intentos de ordenamiento

“Somos conscientes de que tenemos un tránsito imposible”, admitió el año pasado la alcaldesa de Lima, Susana Villarán, embarcada ahora mismo en una reforma del transporte que intenta poner algo de orden en un sistema marcado por la informalidad y una competencia salvaje. Pocas compañías tienen a sus conductores y cobradores en nómina, por lo que estos se ganan la vida en función al número de pasajeros que logran subir a sus unidades. “Los choferes no ven al pasajero como un usuario, sino como una moneda”, señala el consultor experto en transporte Lino de la Barrera. Esa lucha permanente por llenar los vehículos, bautizada como la guerra del centavo, convierte las avenidas limeñas en pistas de carrera y deriva en numerosos accidentes fatales.

Al mismo tiempo, la ciudad espera a fines de marzo el resultado de la licitación de su segunda línea de metro, la primera subterránea, que cuando esté lista unirá el puerto del Callao con Ate, en el este de Lima. Se proyecta que cuando esté terminada (alrededor del 2020), esta obra de 35 kilómetros de longitud atenderá unos 2,5 millones de viajes por día y reducirá a 45 minutos un viaje que actualmente toma más de dos horas. Será un paliativo, pero no alcanzará para solucionar los problemas de una ciudad de más de 8 millones de habitantes, en la que ahora mismo ya se realizan 15 millones de viajes diarios.

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“Lima es quizás la única metrópoli sin un sistema de transporte público masivo”, explica el arquitecto urbanista Jorge Ruiz de Somocurcio. “Recién empieza la implementación de corredores de transporte exclusivo (Metropolitano) y el sistema Metro (Tren Eléctrico) Cuando operen las líneas 1 y 2 atenderán casi al 20% de la demanda. Pero en la actualidad los habitantes de la periferia de Lima pierden cuatro horas diarias en desplazarse a sus centros de trabajo y la ciudad pierde aproximadamente 1.000 millones de dólares por año, en combustible y horas/hombre por el deficiente sistema de movilidad urbana”, agrega.

Aunque parezca paradójico, la bonanza económica que vive en el Perú en los últimos años ha sido ha sido el remate para el drama del transporte en la capital. Las compras de automóviles nuevos han batido récords en los últimos años: en el 2012 fueron 185.000 unidades y 192.000 en el 2013, según la Asociación Automotriz del Perú. Para este año se cree que ingresarán al mercado otros 200.000 vehículos. La gran mayoría de ese parque automotor va a parar a Lima, una ciudad que ya tiene sus arterias colapsadas y pocos proyectos viales de envergadura en construcción.

“El déficit de infraestructura vial en Lima es alto, pero eso es solo una parte del problema. Se requiere un plan de gestión del tránsito. En eso, lamentablemente, no se ha avanzado prácticamente nada”, advierte Lino de la Barrera.

Jeroen Prinsen recuerda que, cuando recién llegó al Perú, sus amigos le aconsejaron tomar taxi y evitar las combis y autobuses. No obstante, él prefirió hacerle caso al consejo de su profesor de español y se embarcó en la odisea de intentar descifrar el transporte público de Lima. Luego se propuso hacer un mapa con esa información. Recorrió Lima de punta a punta y de las más líneas de 580 de transporte, se quedó con solo 12, a las que llamó Rutas Recomendadas. Su trabajo se puede descargar de Internet. “Son las rutas que más recomiendo a un turista atrevido que quiere tener la experiencia típica”, explica.

Jeroen sí rescata algunos aspectos que considera positivos del caos cotidiano: “Primero, el transporte por micro es relativamente barato y por lo tanto bastante democrático. No excluye a nadie. Segundo, existe una gran variedad de opciones para casi todos los posibles viajes. Tercero, en general hay mucho respeto por los mayores y las embarazadas. Y por último, y tal vez lo más impresionante: se ha generado todo un sistema, fuera de vista de la gente, de auto-organización del sector”. En gran medida, es el resultado de décadas de escasa regulación y competencia encarnizada, algo que las autoridades esperan poner fin.

Las cifras del desorden urbano

Lima tiene más de 200.000 taxis, aunque la cifra no se conoce a ciencia cierta, pues solo una parte han sido registrados por el Concejo Metropolitano. El resto opera sin ningún tipo de autorización. A modo de comparación, en la ciudad de Nueva York sirven alrededor de 13.200 taxis.

Alrededor de 600 líneas de transporte urbano cruzan el área metropolitana de Lima y Callao. Son tantas que elaborar un mapa con sus recorridos resulta imposible.

Más de 34.000 vehículos de transporte público operan en Lima. Gran parte de ellos son unidades pequeñas (combis). Se estima que para cubrir las necesidades de la ciudad se necesitan solamente 16.500 autobuses.

Alrededor de 600 personas mueren en Lima cada año como consecuencia de accidentes de tránsito.

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