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Más balas para la prensa mexicana

Un atentado deja herido al director de un diario de Sinaloa. La violencia contra los medios en México suma y sigue

Pablo de Llano Neira
Fachada del periódico 'Noroeste', de Mazatlán, en 2010.
Fachada del periódico 'Noroeste', de Mazatlán, en 2010.NOROESTE

"Fue un disparo de calibre 38. Él estaba de cuclillas y su agresor lo estaba encañonando. Él le decía ‘Llévate el carro’, ‘Llévate el carro’. El tipo le pega una patada. Él queda en el suelo y le dispara. Como estaba en posición fetal y tenía las piernas juntas, el tiro le entra por el muslo derecho y le sale por el izquierdo. Le atravesó las dos piernas”.

Francisco Cuamea, jefe de información del diario Noroeste, en el estado mexicano de Sinaloa, describió así esta tarde por teléfono el atentado de este miércoles a medianoche contra el director de su periódico, Adrián López Ortiz, que está fuera de peligro.

En México, uno de los países más peligrosos del mundo para los periodistas, los casos de violencia contra reporteros son un suma y sigue. El último episodio había sido el de Gregorio Jiménez, un reportero local de Veracruz que fue secuestrado y apareció el 12 de febrero enterrado en una fosa.

Caumea dice que tienen la convicción de que el atentado contra López Ortiz ha sido “un ataque directo”. Explica que la situación se complicó desde que a principios de marzo un fotógrafo del Noroeste recibió una paliza de policías en Culiacán (capital de Sinaloa) después de sacarle una imagen a un agente disparando al aire para disolver una marcha en apoyo del Chapo Guzmán, jefe del cartel de Sinaloa, detenido en febrero.

Noroeste presentó una denuncia por esa y por otras dos agresiones a reporteros del diario. Caumea coloca el atentado contra su director en este contexto. Además, en la web del diario se menciona que en los últimos años han sufrido decenas de robos, asaltos y daños contra su personal y contra sus instalaciones. En 2010 su sede en Mazatlán (Sinaloa) fue ametrallada desde la calle. En esa misma sede, en 2011, les dejaron afuera una cabeza humana.

El ataque contra López Ortiz –cuya vivienda, según Noroeste, fue allanada en 2013 por un grupo armado– ocurrió cuando iba a casa en coche después de aterrizar en el aeropuerto de Culiacán. De acuerdo con el relato de los hechos que hace su diario, un coche y una furgoneta le cerraron el paso, lo obligaron a bajarse, le robaron lo que llevaba encima y cuando parecía que se iban uno de ellos se dio la vuelta y ahí sucedió la escena del balazo que describe Francisco Cuamea.

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Hace dos semanas, la ONG de defensa de la libertad de expresión Artículo 19 publicó un informe en el que aseguró que 2013 fue el año con más agresiones a reporteros desde 2007. Según sus datos, hubo 330 agresiones contra periodistas, empleados e instalaciones, y cinco reporteros fueron asesinados, dos menos que en 2012.

Un dato grave del informe de Artículo 19 es que casi el 60% de los ataques a la prensa fueron obra de funcionarios públicos. Este diario preguntó esta tarde a dos periodistas de Sinaloa cuáles son los problemas que tienen para informar y ambos, bajo anonimato, respondieron que lo peor es la colaboración entre autoridades y mafias.

“No sabes si tienes que cuidarte de la policía, del gobierno o de ellos”, dijo una de las personas consultadas; ellos son ellos, los narcos. “La situación en Sinaloa siempre ha sido difícil por esa mezcolanza”, dijo el otro periodista. Ante este panorama, según explican, la principal técnica de autoprotección es censurarse a uno mismo cuando se sabe que el material periodístico en cuestión puede molestar a alguien. “Tientas el agua y dices, aquí no me debo meter”, ilustra uno de los testimonios.

En otro estado del norte de México, Tamaulipas, la autocensura ha alcanzado niveles de silencio sepulcral. Aquel lugar ya es un mito de mutismo. En el gremio periodístico mexicano, Tamaulipas es un el sitio dónde todo pasa y nada se sabe. Allí combaten desde hace años el Cártel del Golfo y Los Zetas por controlar la ruta de la droga hacia Estados Unidos, y en medio de sus guerras están los ciudadanos, entre ellos, los reporteros.

Un periodista tamaulipeco, René Martínez, del diario Mañana de Nuevo Laredo, expone la cuestión: “Tenemos una mordaza tremenda. No puedes alzar la voz si hablas de ellos. No hay confianza ni siquiera adentro del mismo periódico. No te fías de nadie. No sabes quién es el delincuente y quién es la autoridad. Es como trabajar con una pistola apuntándote a la cabeza siempre”.

Desde el año 2007, en México han sido asesinados 50 periodistas.

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