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“Dadme armas y libero Siria en 10 días”

La zona fronteriza de Ersal se ha convertido en refugio de los rebeldes sirios en territorio libanés tras la toma de Calamún por las tropas de El Asad

Natalia Sancha
Refugiados sirios en la ciudad libanesa de Ersal.
Refugiados sirios en la ciudad libanesa de Ersal. natalia sancha

Entre controles militares del Ejército libanés y canteras de piedra se abre el camino a Ersal, a 17 kilómetros de la frontera con Siria y último refugio rebelde. Ya no se avistan las furgonetas cargadas de hombres, mujeres y niños con las caras desencajadas por el miedo y el pelo polvoriento del camino aferrados a los pocos enseres que podían salvar en una apresurada huida bajo las bombas del Ejército sirio. Tras la toma de la región de Calamún por las tropas del régimen de Bachar el Asad el pasado mes —un duro golpe para la oposición— tan sólo los combatientes rebeldes cruzan esta pedregosa región.

La falta de alimentos y posiblemente de financiación han sacado al caíd Abu Shalem de las montañas que le sirven de guarida. A sus 47 años, Abu Shalem, originario de Juba Adin donde aún se habla el arameo, luce una larga barba manchada por las canas. Lidera el mayor grupo de rebeldes que queda en Calamún. “La derrota ha sido una sorpresa y una traición. Durante 27 días resistimos con mis 253 hombres la lucha en Barja [región situada entre Yabrud y Rancús] perdiendo a 37 compañeros mientras que los 600 hombres de Rancús, con una geografía más favorable para el combate, se retiraron en cuatro días dejando el terreno libre para el régimen.

"Tuvimos que replegarnos”, relata este líder islamista en una casa a medio camino entre las montañas y Ersal. Los rebeldes acusan a las autoridades civiles de Calamún y al régimen de Catar de haber pactado con el régimen de El Asad el abandono de la lucha dejando el terreno libre al Ejército sirio para recuperar la región y asegurar la estratégica ruta que comunica Damasco con Homs.

Abu Shalem que hoy lidera Ansar El Hayat (literalmente, la victoria de la vida) el mayor grupo de combatientes con 216 hombres, asegura que tan sólo quedan 600 de los 5.000 que luchaban en Calamún. “Cometimos un gran error al luchar desde las casas. Pero ahora empieza la guerra de verdad. Nos hemos replegado a las montañas y efectuaremos incursiones rápidas de pequeñas katibas [brigadas] contra el Ejército al estilo de las guerrillas sudamericanas”, prosigue el caíd.

Orador nato, Abu Shalem se distancia en su discurso de otras facciones islamistas como Liwa Al Tahrir El Sham, ISIL o Al Nusra con cuyos líderes coordina ciertas operaciones pero no comparte métodos. “Mis hombres son hijos de Calamún y están determinados a morir defendiendo su tierra. No queremos dinero. Dadme armas de largo alcance y yo sólo lideraré a los hijos de Siria para liberarla en 10 días. Si no, nos quedan 10 años de lucha”, concluye.

Desde el inicio del conflicto sirio en marzo de 2011 las autoridades locales de Ersal declararon su apoyo a los rebeldes. Oasis sunita en medio de la región chiíta de la Bekaa controlada por la milicia-partido Hezbolá (firme aliado del régimen de El Asad) Ersal se ha visto política y geográficamente asilada del resto del Líbano, cuyo Ejército controla los 11 puntos de entrada a la ciudad.

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“Hay 35.000 libaneses en esta ciudad y hemos registrado a 120.000 refugiados sirios”, relata Ali Mohamed Hujeiri, alcalde de Ersal. Eso supone el 12% del millón que contabiliza la Agencia de Naciones Unidas para los refugiados (ACNUR) en el Líbano.

Las lonas blancas y azules de los 60 campos para dar cobijo a los refugiados relucen bajo el sol. “La mitad viven en casas y el resto en tiendas. No queda más espacio”, asegura Mohsen Jabour, trabajador de ICU, una ONG siria. De cada cuatro habitantes en Ersal tres son sirios cargados de espeluznantes relatos de guerra y destrucción. “No tenemos dinero ni para comprar leche”, asegura Oum Mohammed que tuvo que pagar 230 euros para huir de Yabrud. “Con el miedo de los bombardeos se me cortó la leche y no puedo amamantar”, lamenta apretando a su recién nacido contra el pecho.

Las infraestructuras de Ersal están desbordadas y Naciones Unidas, ONG internacionales y sirias trabajan contra reloj para proveer educación, sanidad y abastecimiento de agua, luz y alimentos. El doctor sirio Abu Bakr ha abierto el primer hospital de Ersal junto con una clínica que con unos 50.000 euros mensuales llegados de Catar y de la Cruz Roja, intenta atender a los 700 pacientes diarios.

Entre los refugiados se establecen diferentes jerarquías. Los que llevan un par de años habitan pequeñas estructuras de cemento, mientras que los llegados tras la batalla de Calamún se exponen al frio o el calor bajo tiendas compuestas por varias tablas de madera y una fina lona. Los campamentos cobran nombre según quien los habite. Así en el campamento de "los hijos de los mártires" habitan viudas y huérfanos y en el de "los Mualem",  los profesores que huyeron de Yabrud.

Los más desafortunados son los refugiados atrapados en el limbo de los escasos seis kilómetros que separan el último control militar libanés del territorio sirio. Abandonados en un llano traen consigo sus rebaños. Al sonido de un avión sirio mujeres y niños corren instintivamente a esconderse en una de las tiendas. Como si la frágil estructura que no resistiría la patada de un niño pudiera ampararles.

“La aviación siria bombardea los alrededores de Ersal cada semana. No podemos volver a Siria ni entrar en Ersal y seguimos bajo las bombas”, relata uno de los líderes del grupo. “La mayoría de los 120.000 refugiados no podrán volver a una Siria de El Asad. Están condenados al exilio, o a la muerte si regresan”, concluye el alcalde de Ersal.

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