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Egipto inicia una campaña electoral con ganador seguro y salpicada de atentados

Varios ataques con siete muertos en la primera jornada hacia los comicios del 26 y el 27 El general Abdel Fatá al Sisi evitará los mítines por motivos de seguridad

Una seguidora hace campaña por Al Sisi este sábado en El Cairo.
Una seguidora hace campaña por Al Sisi este sábado en El Cairo. Amr Nabil (AP)

La madrugada del sábado se inició la campaña electoral de las elecciones presidenciales egipcias, que se celebrarán el 26 y el 27 de mayo. Los aspirantes son solo dos: Abdel Fatá al Sisi, exministro de Defensa y no solo el gran favorito, sino el seguro ganador, y Hamdin Sabbahi, de talante progresista. El gran ausente en estas elecciones será el islamismo político, vencedor de los últimos comicios a través de su marca más potente en Egipto, los Hermanos Musulmanes, duramente reprimidos después de haber sido desalojados del poder en un golpe de Estado el año pasado.

Las horas previas al inicio de la campaña estuvieron marcadas por diversos episodios de violencia en los que murieron al menos siete personas. Cinco de ellas fallecieron como consecuencia de varios ataques terroristas. En el barrio cairota de Heliópolis, una bomba de fabricación casera colocada en un puesto de control de tráfico de la policía mató a un agente y causó heridas a otros tres. Otro puesto de control, situado en la península del Sinaí, fue el objetivo de un terrorista suicida que arrebató la vida a dos oficiales, y causó heridas a otros cinco.

Un tercer atentado, esta vez contra un bus que transportaba trabajadores de la industria turística, tuvo lugar en las afueras de la ciudad de Sharm el Sheij, y provocó la muerte de un pasajero además del terrorista suicida que hizo estallar su cinturón de explosivos. Por último, una persona murió al explotar un artefacto dentro de un automóvil en el centro de El Cairo en condiciones extrañas, por lo que la víctima podría haber sido el propio terrorista.

Por otra parte, dos personas fallecieron en la ciudad de Alejandría después de que una manifestación organizada por seguidores de los Hermanos Musulmanes desembocara en disturbios callejeros.

Estos estallidos de violencia ponen de manifiesto que las elecciones presidenciales se celebrarán en un clima alejado de la normalidad. Al Sisis y Sabbahi (que ya fue candidato en las presidenciales de 2012 aunque cayó en la primera vuelta) fueron los dos únicos candidatos que cumplieron los requisitos establecidos por la ley electoral. El más exigente, contar con al menos 25.000 firmas de apoyo, y de ellas, un mínimo de 1.000 recogidas en 15 provincias diferentes. Al Sisi realizó toda una demostración de fuerza al presentar unas 200.000 a la Junta Electoral, si bien su campaña asegura haber atesorado casi medio millón. Su adversario recabó unas 31.000.

En el discurso de presentación de su candidatura, el exministro de Defensa ya anunció que su campaña no sería convencional. Fuentes de su equipo han filtrado a la prensa que al Sisi no se prodigará en mítines multitudinarios por cuestiones de seguridad, sino que más bien se dirigirá a la ciudadanía a través de los medios de comunicación. Aún no se conocen cuáles serán los ejes de la campaña del mariscal retirado, pero se espera que el lunes los desvele en la primera entrevista que ha concedido a la televisión.

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Sabbahi, que fue el tercer candidato más votado en las últimas elecciones presidenciales, es un político de ideología nasserista y ha acentuado su perfil progresista de cara a los comicios. De 59 años, cuenta con el apoyo de diversos partidos laicos e izquierdistas. Sus colaboradores se han quejado en repetidas ocasiones de la falta de neutralidad del aparato estatal, lo que proyecta una sombra de duda sobre la limpieza del proceso electoral.

Sea como fuere, no será fácil para las autoridades transmitir una apariencia de normalidad democrática para estos comicios, que representan el punto culminante de la hoja de ruta aprobada tras el golpe de Estado del pasado 3 de julio. La asonada se produjo después de unas multitudinarias manifestaciones contra el islamista Mohamed Morsi, primer presidente elegido en unos comicios limpios.

Desde entonces, las autoridades han reprimido con dureza las expresiones de oposición al nuevo régimen. Los Hermanos Musulmanes, el movimiento de Morsi, fueron declarados organización terrorista el pasado diciembre y han visto cómo su cúpula y miles de sus simpatizantes eran encarcelados. Cientos de ellos han sido condenados a muerte, incluido su guía supremo, Mohamed Badie. La oposición laica tampoco se ha librado del hostigamiento, y la semana pasada un tribunal ilegalizó el movimiento juvenil 6 de Abril, que desempeñó un papel central en la revuelta que destronó al exdictador Hosni Mubarak.

En las calles de Asuán, la capital del sur de Egipto, apenas sí hay señales de la contienda electoral en ciernes. A pesar de estar menos politizada que El Cairo, también aquí se palpa la polarización en la que se ha sumido la sociedad egipcia. “En julio, me sentía optimista con la llegada del nuevo régimen. Pero me ha decepcionado mucho. Se ha derramado mucha sangre”, comenta Yasmín, una joven que habla un inglés perfecto. “Por los problemas de seguridad nos hemos quedado sin turistas, pero prefiero esto a tener a los Hermanos Musulmanes en el poder y el restaurante lleno”, replica la camarera de un desolado restaurante situado a las orillas del Nilo.

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