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“¡La culpa es de Internet!”

Una mujer es linchada en São Paulo al ser confundida con una ladrona de niños cuyo retrato robot se difundió por Facebook

Marina Rossi
Amigos de Fabiane protestan contra su linchamento. / Agência O Globo
Amigos de Fabiane protestan contra su linchamento. / Agência O Globoprisa

La aglomeración alrededor del cuerpo convaleciente de Fabiane Maria de Jesus, de 33 años y madre de dos hijas, podía verse en los diferentes vídeos colgados en Internet el pasado sábado. A Fabiane la lincharon hasta la muerte porque una página en Facebook había subido un retrato robot de una mujer que supuestamente hacía magia negra y estaba secuestrando niños en Guarujá, una localidad del litoral de São Paulo.

La comunidad de Morrinhos, barrio periférico de la ciudad, vio el retrato en Internet y lo asoció a Fabiane Maria. El rumor se propagó y, el sábado, cuando Fabiane llegaba a su casa, fue atacada, amarrada y golpeada durante más de dos horas. La víctima no se sobrepuso de las heridas y murió el lunes.

El hecho se suma a los diversos casos de linchamiento practicados por personas que buscan hacer justicia con sus propias manos. Aunque la muerte de Fabiane haya sido brutal e impactante, hay una cuestión que es tal vez la más relevante para que el crimen se haya convertido en noticia de tal manera: ella era inocente. ¿Pero y si ella fuese culpable?

“Si Fabiane fuera una secuestradora de niños, la noticia principal sería esa. Y solo al final del reportaje, habría un párrafo diciendo que fue linchada”, dice Ariadne Natal, investigadora del Núcleo de Estudios de la Violencia (NEV) de la Universidad de São Paulo (USP) y autora de una tesis sobre linchamientos. “El hecho solo se convirtió en problema porque la acusación no era veraz”, concluye.

¿Entonces qué hace que una sociedad llegue al punto de golpear hasta la muerte a una inocente por considerarla una criminal? E incluso si fuese una criminal, ¿justificaría tamaña barbarie?

En Brasil, la legislación no tipifica el linchamiento. Además, es difícil identificar a los autores de este tipo de violencia porque, según Ariadne, los linchamientos normalmente ocurren en las periferias de las ciudades, en las llamadas comunidades, donde los vecinos saben y conocen mucho la vida del otro. “Quien practica ese acto sabe lo que está haciendo, pero no lo clasifica como delito”, dice. “Creen que están exterminando el mal y haciendo el bien, es un pensamiento dicotómico, del bien contra el mal. E inmediatamente, personificando en alguien el problema, el razonamiento es que, eliminando la persona, se elimina el problema”, explica. Como ese tipo de acto no se ve como un crimen, lo que impera en la comunidad es la ley del silencio: Nadie presta testimonio y nadie denuncia, dificultando el trabajado de la policía al investigar y punir tales actos.

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Aunque sea difícil llegar al autor del delito, Ariadne apunta algunas de las circunstancias que pueden llevar hasta esa fatalidad. “El rumor (sobre una supuesta secuestradora de niños) ya estaba circulando hace mucho tiempo por la comunidad. Las personas estaban obcecadas con eso”, dice. “Y el Poder Público, en vez de calmar a la gente, diciendo que no había registros de secuestro de niños y que esa historia era un rumor, no hizo nada y las personas comenzaron a sentirse desamparadas”, dice. Del desamparo a la búsqueda de un chivo expiatorio fue cuestión de días. “Las personas creyeron que estaban haciendo justicia cometiendo, en realidad, una gran injusticia”.

Sin embargo, la repercusión del hecho y la crueldad con la que se cometió, junto a los vídeos del linchamiento divulgados en las redes sociales, contribuyeron a que las investigaciones identificaran a algunos sospechosos. Hasta hoy, dos personas habían sido detenidas por haber participado del crimen. El electricista Valmir Dias Barbosa, de 48 años, confesó su participación y, habría dicho a la policía que creía que la historia era verdadera. “Tengo tres hijos y creí que el rumor era verdad”, dijo, según el reportaje publicado en el diario O Estado de S. Paulo.

El otro detenido es Lucas Fabrício Lopes, de 19 años. Según la investigación policial el joven pasó por encima del cuerpo de la víctima con una bicicleta. El portal de noticias G1 afirma que Lopes confesó su participación en la muerte de Fabiane y afirmó estar arrepentido. “Pido disculpas a la familia, estoy muy arrepentido. Lo siento. Vemos a nuestra madre en casa, a nuestra tía e imaginamos que podría haberle ocurrido a ellas. Lo que pesa es la conciencia”, afirmó.

Además de los dos detenidos, otras cuatro personas que aparecen en el vídeo ya han sido identificadas por la policía.

De acuerdo con Ariadne, la única manera de cohibir y prevenir ese tipo de crimen es a través de la intervención del poder público. “Cuando faltan recursos del poder público para resolver los conflictos, las personas intentan hacer que prevalezcan sus intereses a partir de la ley del más fuerte”, dice. “Otra cuestión es que, aunque estemos en una democracia, el valor del derecho a la vida no está generalizado”.

Mientras Valmir Barbosa se entregaba a la policía, amigos del sospechoso se mostraban indignados con el frente a la comisaría, en Guarujá. “¿Quieren detener a todo el mundo? ¡La culpa es de todo el mundo! ¡La culpa no es de nadie! ¡La culpa es de Internet!”, gritaba el ayudante Jonas Tiago, de 27 años, según O Estado de S. Paulo.

Para Sergio Meirelles, profesor de derecho digital de la Fundación Armando Álvares Penteado (FAAP), Internet, en este caso, es inocente. “Sería delito si el responsable de la web incitase a la violencia”, dice. “Lo que hizo [la web] fue un servicio público, divulgando el retrato robot de una potencial delincuente”.

Según Meirelles, lo que lleva a absolver a la red en este caso es que el material divulgado fue el retrato robot de una mujer que fue erróneamente atribuido a Fabiane. “Si entras en la web de la Policía Civil, vas a encontrar diversos retratos robot de personas a las que se está buscando. La mera divulgación del retrato no afecta la persona directamente”, explica.

La cuestión, según Meirelles, está mucho más en atribuir el retratado a la figura de Fabiane, que en la divulgación del caso por la web, a pesar de que la información publicada fuese dudosa, ya que, según lo que se ha divulgado, la mujer en cuestión estaba acusada de magia negra y habría secuestrado un niño para practicar un ritual, cuando ningún niño había desaparecido en la ciudad.

El retrato robot atribuido a Fabiane lo hicieron en una comisaria de Río de Janeiro en 2012, buscando identificar a una mujer acusada de intentar robar un bebé de su madre en una calle de la zona norte de la ciudad.

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Sobre la firma

Marina Rossi
Reportera de EL PAÍS Brasil desde 2013, informa sobre política, sociedad, medio ambiente y derechos humanos. Trabaja en São Paulo, antes fue corresponsal en Recife, desde donde informaba sobre el noreste del país. Trabajó para ‘Istoé’ e ‘Istoé Dinheiro’. Licenciada en Periodismo por la PUC de Campinas y se especializa en Derechos Humanos.

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