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Columna
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De nuevo las fronteras

Después de la II Guerra Mundial, se planteó un nuevo dibujo de fronteras y el reparto de Europa

Francisco G. Basterra
El presidente ruso, Vladímir Putin, durante la conmemoración del Día de la Victoria en Sebastopol.
El presidente ruso, Vladímir Putin, durante la conmemoración del Día de la Victoria en Sebastopol. Sasha Mordovets (Getty Images)

Rusia celebra el 69 aniversario del final de la II Guerra Mundial y la derrota del nazismo, enterrado bajo la pira funeraria de un Berlín destrozado, sobre cuyos cascotes los soldados rusos del mariscal Zhúkov plantaron la bandera roja. Británicos y estadounidenses, detenidos en el río Elba, aceptaron la capitulación alemana el día 7 en la ciudad francesa de Reims, pero Stalin forzó una segunda ceremonia de rendición en la capital del Tercer Reich, ante el Ejército Rojo, que había forzado la marcha para llegar el primero a Berlín. La carrera por controlar territorios liberados no era una cuestión menor porque inmediatamente se plantearía un nuevo dibujo de fronteras y el reparto de Europa.

La ampliación por la fuerza bruta de Hitler de las fronteras alemanas había provocado la contienda mundial; la guerra fría trajo otras; la implosión de la URSS volvió a trastocar los mapas. Hoy, la indefinición de los límites de la casa europea, sin pared trasera tras la desaparición del imperio soviético, regresa como una vieja película en blanco y negro. Con el cadáver de Ucrania en la mesa de disección se reabre la cuestión de las fronteras europeas. Aprovechando el torpe error de cálculo de la UE al lanzar el órdago de ganar terreno en el colchón de Rusia, sin las cartas necesarias, un astuto sucesor de los zares y de los secretarios generales comunistas ha visto el momento de lavar la supuesta humillación y cerco sufridos por la Rusia pos-soviética a manos de Occidente. Recuperando el espacio imperial perdido en el camino.

Con el cadáver de Ucrania en la mesa de disección se reabre la cuestión de los límites de Europa

Vladímir Putin no hace más que seguir el dictado de la zarina Catalina la Grande: “La única manera de defender unas fronteras es ampliarlas”. Mitad yudoka y ajedrecista, el presidente ruso juega al gato y al ratón con la UE: nunca tantos, 28 países, dieron para tan poco. Repite en el este de Ucrania, con los mismos elementos y similar falta de legalidad, la revuelta popular del euromaidán de Kiev, edificios oficiales ocupados por hombres enmascarados y armados, que acabó con la presidencia de su protegido Yanukóvich, en una acción alentada por Bruselas y Washington. Divide a la Unión Europea jugando con la ambigüedad de Alemania, dependiente del gas ruso, 300.000 empleos condicionados a su relación con Moscú, y la necesidad de sus Siemens, EON o Basf de no arruinar el trabajo de décadas de relaciones constructivas con Rusia. Prima la cuenta de resultados. Un 49% de los alemanes quiere que su país adopte una posición equidistante entre Occidente y Rusia en la crisis ucrania, según un sondeo de Infratest dimap. No podemos dejar que Putin sea nuestro enemigo.

La última finta táctica de Putin: la propuesta de suspender el referéndum de independencia de la llamada República Popular de Donetsk que los separatistas prorrusos del este de Ucrania quieren celebrar mañana domingo. ¿Quizás piensa que perdería Rusia la consulta? Gana tiempo, mantiene desestabilizado al Gobierno de Kiev y retrasa nuevas sanciones occidentales. El presidente ruso controla el relato de la crisis. Todavía estamos merced de Putin.

fgbasterra@gmail.com

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