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Un intento frustrado de golpe de Estado recrudece el caos en Libia

Un general rebelde se planta en la capital para tomar a tiros el Parlamento

Asaltan en Parlamento en Libia.Foto: reuters_live
Javier Casqueiro

El descontrol en el que se ha sumido Libia desde el fin de semana ha reflejado brutalmente la precaria debilidad de los poderes oficiales del país, cercados en una preguerra civil por los exmilitares de la época de Muamar Gadafi hartos y marginados frente a la proliferación de fuerzas milicianas tribales e islamistas. Libia no levanta cabeza, no organiza su Estado, no recupera sus menguados pozos petrolíferos y no puede afrontar el aluvión de inmigrantes.

El domingo pasado las fuerzas leales a un general renegado intentaron un golpe de Estado en el Parlamento contra el poder legislativo, con dos muertos a tiros, más de 140 heridos y tanques por las calles de la capital. El viernes esas mismas fuerzas habían provocado todo un enfrentamiento armado en la ciudad rebelde de Bengasi que ocasionó más de 70 muertos y de 140 heridos. El aeropuerto de Benina, en esa ciudad, ha estado cerrado todo el fin de semana.

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La Unión Europea y la OTAN ya han expresado su máxima preocupación por la situación en este país clave pero olvidado del norte de África.

El Gobierno interino intentó anoche cerrar esta hemorragia con un plan en el que promete convocar elecciones legislativas antes del 15 de agosto.

Este último episodio violento en Trípoli entre exmilitares, distintas fuerzas rebeldes tribales y el teórico Ejército del país se ha considerado como el peor desde la caída en 2011 del dictador Gadafi. Llega, además, tras semanas de gran inseguridad en la capital de Libia, donde se han reproducido secuestros y extrañas liberaciones de diplomáticos extranjeros y cuando las débiles autoridades locales habían asegurado que pondrían en marcha todos los puertos petrolíferos del golfo de Es Sider bloqueados desde el verano por otras milicias armadas.

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Tensión en el Gobierno libio.Foto: reuters_live

Tras la refriega, el barril de crudo Brent abrió al alza en el mercado de Londres, y acabó cotizando a 110 dólares, un 0,20% más que al cierre del viernes. Libia lleva tiempo intentando recuperar su producción de petróleo, que ha bajado del 1,5 millones de barriles diarios que se generaban hace tres años a menos de 250.000 ahora.

El Gobierno del vecino Túnez ha anunciado el envío de 5.000 militares a la zona fronteriza con Libia, mientras Argelia ha cerrado sus fronteras con Libia y evacuado a los trabajadores de la empresa estatal petrolífera. Túnez, Argelia y Arabia Saudí han cerrado sus embajadas en Trípoli y otros países lo han hecho en recientes semanas tras la ola de secuestros de embajadores y diplomáticos.

El general retirado Jalifa Hifter al mando de la sublevación negó estar encabezando un golpe

El coronel Mojtar Farnana fue el que comunicó por la televisión libia el domingo que un grupo encabezado por el general retirado Jalifa Hifter había entrado por la fuerza en la capital para autoproclamar una Asamblea Constituyente de 60 miembros para remplazar al Parlamento y poner en marcha otra Constitución. También informó de que el objetivo de esas fuerzas leales a Hifter, en esta autodenominada Operación Dignidad, es evitar que los partidos islamistas dominen el poder político y permitan la infiltración de grupos terroristas próximos a Al Qaeda. El general retirado al mando del golpe recibió este lunes el respaldo de los mandos de la base aérea de Tobruk (en el este del país) y del comandante de las fuerzas especiales de Bengasi. Y negó estar encabezando un golpe. Focalizó sus enemigos en los grupos islamistas armados Al Qaqaa y Al Sawaeq, que dominan Bengasi, la segunda ciudad del país, contra los que dirigió sus ataques del viernes y el sábado.

Ayer, en cualquier caso, la capital ofreció una imagen de aparente calma. Muchas empresas, comercios y hasta los colegios abrieron.

En Libia existen ahora, al menos, cuatro grandes fuerzas milicianas ubicadas en zonas geográficas distintas, con intereses diversos y enfrentadas al poder central que se intenta crear casi desde la nada en Trípoli en torno a las instituciones oficiales en un Estado sin estructuras y huérfano de liderazgo tras el derrocamiento de Gadafi. A los exmilitares liderados por el general Haftar, de la zona sur de Zitán, se sumarían los rebeldes islamistas asentados en Bengasi; también los milicianos de Misrata; y los que siguen al comandante Ibrahim Jathran, que tomó el pasado verano los puertos petrolíferos de Es Sider y que también reclama más autonomía e ingresos para esa región.

Los legisladores reunidos en el Parlamento atacado intentan refrendar al nuevo primer ministro Ahmed Miitig

Los legisladores reunidos en el Parlamento atacado estaban intentando refrendar al nuevo primer ministro Ahmed Miitig, elegido el 4 de mayo (el tercero en menos de dos meses) y también valorando la crítica situación en Bengasi. Los diputados fueron evacuados por las fuerzas de seguridad y el presidente del Parlamento, Nuri Abu Sahmin, fue protegido para intentar continuar con las conversaciones con distintos grupos.

El Parlamento libio está dividido, como el país, entre fuerzas islamistas y no islamistas. El 29 de abril los islamistas respaldaron la designación del nuevo primer ministro, mientras los grupos no islamistas se marcharon. En febrero se reclamó la disolución del Parlamento cuando los diputados presentes proclamaron la prórroga de su mandato, que había expirado el 7 de febrero.

El anterior primer ministro dimitió tras anunciar que su familia había sido amenazada. Su antecesor se vio forzado a dejar el Gobierno y el país tras la crisis de autoridad que se constató en el incidente del Morning Glory, el barco de bandera norcoreana que las milicias rebeldes lograron cargar de petróleo en el puerto de Sirte contra las advertencias de las fuerzas armadas.

Tribal, inestable y con mucho petróleo potencial

El general Miguel Ángel Ballesteros, al frente del Instituto Español de Estudios Estratégicos, montó la semana pasada en Madrid unas jornadas sobre Energía y Geoestrategia 2014en las que alertó contra las amenazas identificadas por Al Qaeda con el objetivo prioritario en las redes de suministro energético. Libia era un país productor. Hace apenas tres años contabilizaba 1,5 millones de barriles diarios. Ahora apenas 250.000. La semana que viene pretendía organizar un foro en Londres para recuperar ese papel en los mercados. Lleva meses intentando reabrir todos sus pozos petrolíferos, incluso los tomados desde el verano por los rebeldes armados en Es Sider. Pero este viernes el pozo de Dál-Fil, en el sur, tuvo que cerrar a las 48 horas de anunciarse el teórico desbloqueo.

“Libia es un país tribal, que solo ha tenido en su historia el periodo de estabilidad de Gadafi con su estado personalista, con un sistema asambleario, sin gobierno y sin Estado, y al desaparecer el líder han vuelto a su origen”, explica el general Ballesteros a EL PAÍS. Y remacha: “Las autoridades no han logrado desarmar a los rebeldes de las regiones de la Cirenaica y la Tripolitania y el resto del país es desértico. Libia ha vivido siempre de sus recursos energéticos, hasta llegar a decir que tenían la renta y el nivel de vida más alto de África, pero la bola de nieve de su inseguridad es ahora cada vez más grande y no se crean unas fuerzas armadas de la noche a la mañana”.

“Libia no es tan interesante porque pueda ser ya ahora mismo una alternativa a los hidracarburos procedentes de Rusia o Ucrania como por el potencial que tendría si las compañías internacionales pudieran invertir allí seguras en los recursos que tienen y que todavía no han sido explotados”, concluye la abogada y experta en estrategias energéticas Ana Valle Padilla.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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