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El régimen egipcio alarga las elecciones por la escasa participación

Los Hermanos Musulmanes y otros grupos opositores llamaron a ala abstención

Una ciudadana camina tras emitir su voto en al-Manial, un suburbio de El Cairo.
Una ciudadana camina tras emitir su voto en al-Manial, un suburbio de El Cairo. Jonathan Rashad (Getty Images)

Las autoridades egipcias decidieron este martes alargar las elecciones presidenciales en una tercera jornada para compensar la baja participación del lunes y el martes. Según fuentes oficiales, la medida se adoptó “para permitir a más gente que participe”. El escaso interés en los comicios perjudica al mariscal Abdelfatá al Sisi, que busca legitimación como nuevo hombre fuerte del régimen que derrocó hace menos de un año al presidente Mohamed Morsi. Tanto Al Sisi como su rival, Hamdín Sabbahi, expresaron ayer su oposición a la prórroga electoral.

Los ilegalizados Hermanos Musulmanes del islamista Morsi, encarcelados a centenares desde el golpe militar, llamaron a la abstención en estos comicios. Otros grupos opositores criminalizados por el actual Gobierno interino se mantuvieron lejos de los colegios electorales, donde solo se puede elegir entre Al Sisi, que hace dos meses dejó el bastón de mariscal para meterse en política, y el candidato izquierdista Sabbahi. Según su equipo de campaña, la participación no habría superado el 15% en el primer día de votación, informa Efe.

El régimen ya había tratado de compensar la abstención masiva declarando festiva la jornada del martes para atraer a más votantes. Ayer un portavoz de la Comisión Electoral, Tarek Shebl, advirtió de la posible imposición de multas (de unos 50 euros) a quienes no acudan a votar y no puedan justificar su ausencia.

El único rival de

El culto caudillista desplegado en torno a Al Sisi contribuirá a su previsible victoria. Pero, cumplido el trámite, también condicionará la supervivencia política del protagonista de la cuartelada que depuso al Gobierno anterior. Se beneficia Al Sisi de la popularidad de un golpe que, según insisten sus partidarios, terminó con los planes de islamización política de Egipto por parte de Morsi y sus Hermanos Musulmanes. Morsi ganó unas elecciones democráticas un año después de las protestas masivas que en 2011 acabaron con tres décadas bajo gobiernos de Hosni Mubarak. Tras deponer a Morsi en medio de masivas protestas ciudadanas contra su Gobierno islamista en 2013, Al Sisi encarna ahora las hiperbólicas esperanzas de sus partidarios, que sí acudieron masivamente a las urnas.

Entre los que votaron, como el joyero Ahmed Osman, bajo los desmedidos bloques de cemento de Ciudad Násser, o el empresario Alí Husein, en la acomodada Heliópolis, reina el consenso sobre las cualidades redentoras del “héroe de julio”, el “líder militar”, el “hombre fuerte”.

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La Comisión Electoral decidió prorrogar un día más las elecciones

Pero tras cada panegírico se esconde una ristra de exigencias: el mariscal, creen, “solucionará los problemas de Egipto”, sobre los que hay consenso: la seguridad, el terrorismo, el paro, la energía y la ausencia de inversión extranjera. El militar golpista deberá demostrar ahora una capacidad de gestión bien distinta de la del cuartel. Que es adonde, según destaca el analista político Hisham Kassem, “quieren regresar los generales”. No cree el célebre periodista egipcio que “ya sea posible el regreso a un régimen militar” autocrático. A Al Sisi, cuyo pronunciamiento de 2013 no considera “un golpe de Estado, sino una intervención” militar, Kassem le concede “un año y medio para hacer algo” antes de que la gente vuelva a tomar la calle, como les sucedió al autócrata Mubarak y al islamista Morsi.

Los generales tienen “un poder considerable”, pero “saben mejor que nadie lo difícil que es gobernar Egipto”. Aunque le parece obvio que aún no se ha supeditado al poder civil, Kassem estima que el Ejército “desde hace décadas” prefiere “conservar sus prebendas a volver a escaldarse” en la arena política. Así que cuando colgó el uniforme de mariscal hace dos meses, Al Sisi “cayó al limbo”.

Los generales, entre los que según Kassem no es particularmente popular “ni el héroe transfigurado de ahí afuera”, ya no lo consideran uno de ellos: “No creo que esté muy tranquilo”. Si la gente cree que falla, protestarán y caerá. La abstención ya es “una humillación” para Al Sisi.

La posibilidad de protestas violentas penderá sobre Al Sisi desde que tome posesión. Los Hermanos Musulmanes se verán respaldados por cualquier cuota de participación que no llegue al 52% de las elecciones que ganó Morsi en 2012. En su gran despacho en el Ministerio de Justicia, el portavoz Abd Alazim Alshri, culpaba ayer a la organización de “todos los desórdenes terroristas” del último año. Asegura que los más de mil condenados a muerte del grupo islamista “tienen la posibilidad de apelar las penas”. Cree que buena parte de ellos se librará de la ejecución. Otros 20.000 miembros de la cofradía siguen entre rejas.

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