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Obama condiciona su apoyo militar a Irak al fin de las políticas sectarias

El presidente de EE UU apela a la responsabilidad de los líderes de Irak para superar la división

El presidente Obama durante su comparecencia.Foto: reuters_live | Vídeo: K. Lamarque / Reuters
Marc Bassets

Estados Unidos —“la nación indispensable”, como decía el presidente Bill Clinton— vuelve a verse arrastrado a una intervención militar. Y de nuevo, como ha ocurrido durante la presidencia de Barack Obama, contempla esta opción con prevenciones y con el temor a empantanarse en otra guerra de difícil solución.

El presidente demócrata puso hoy condiciones a una acción de la primera potencia para ayudar al Gobierno iraquí a frenar el avance de los yihadistas. El comandante en jefe de EE UU, reticente, como los ciudadanos de este país, a embarcarse en aventuras militares, avisó de que el envío de ayuda militar norteamericana se supedita al compromiso del primer ministro, el chií Nuri al Maliki, de aparcar las políticas de exclusión contra los suníes y proveer una seguridad mínima en el país.

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Obama exigió a Al Maliki, a quien Washington acusa de alimentar el caos en Irak con su sectarismo y decisiones arbitrarias, “un esfuerzo serio y sincero” por “aparcar las diferencias sectarias, promover la estabilidad y responder a los intereses legítimos de todas las comunidades de Irak”. “Nosotros no podemos hacerlo por ellos”, añadió. “Y, en ausencia de este tipo de esfuerzo político, una acción militar a corto plazo, incluida cualquier ayuda que nosotros podamos suministrar, no tendrá éxito”.

Las opciones que estudia el presidente de EE UU incluyen ataques aéreos con drones —aviones pilotados a distancia— o aviones de guerra tradicionales, además un refuerzo de la actual ayuda a las fuerzas de seguridad en equipamiento, instrucción e inteligencia. Obama dijo que se tomará “varios días” para decidir. El despliegue de tropas terrestres, dos años y medio después de que el último soldado norteamericano abandonase Irak tras ocho años de guerra, queda excluido.

“Ya es hora de que el presidente exponga su plan para darle la vuelta a la ventaja y la propagación del terrorismo en Irak y en una región que es fundamental para los intereses nacionales de EE UU”, dijo en un comunicado el republicano John Boehner, speaker o presidente de la Cámara de Representantes. Obama prometió “consultar de forma estrecha” al Congreso sobre una posible acción de EE UU, pero evitó mencionar la posibilidad de someter la intervención a la votación de los legisladores.

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Algunos movimientos en Washington estos días recuerdan a los prolegómenos de la intervención frustrada en Siria de septiembre de 2013. Entonces, todo estaba preparado para atacar al régimen de Bachar El Asad. Como en Irak ahora, EE UU preparaba ataques aéreos limitados y descartaba enviar tropas. La diferencia ahora es que Obama sopesar acudir al rescate de un Gobierno aliado que, para complicar el rompecabezas, cuenta con el apoyo de Irán y se enfrenta a unos insurgentes que en la vecina siria combaten a El Asad.

Obama desconfía de Al Maliki. Siempre ha sostenido que el poder militar de EE UU es insuficiente para resolver los problemas internos de países como Irak o Afganistán. Al mismo tiempo, cree que los yihadistas del Estado Islámico de Irak y del Levante (EIIL) pueden acabar amenazando los intereses nacionales norteamericanos, lo que sería un motivo para una intervención militar, según los principios que el presidente esbozó hace dos semanas en un discurso en la academia militar de West Point (Nueva York). El Pentágono ha enviado el portaaviones George H.W. Bush a la región, según informó la cadena CNN.

Las victorias del EIIL han colocado al demócrata Obama a la defensiva. Los republicanos le acusan de haberse desentendido de Irak cuando en 2011 retiró las tropas por falta de acuerdo con el Gobierno iraquí. La retirada de Irak y de Afganistán —guerras que su antecesor, el republicano George W. Bush, empezó en respuesta al 11-S— eran el argumento central de su política exterior. El regreso a Irak —y las dudas que el conflicto en este país arroja sobre los planes de retirada de Afganistán— cuestiona su legado.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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