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Erdogan presiona al banco central para bajar los tipos de interés

Ankara se plantea también una amnistía fiscal en plena campaña

Alicia González
El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, durante un mítin del AKP.
El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, durante un mítin del AKP. UMIT BEKTAS (REUTERS)

Turquía es un país en pleno desarrollo, con una edad media de su población de 28 años y donde el crédito crece a ritmos del 25% anual, más incluso en el caso de la industria. Es, por tanto, una economía muy sensible a la variación de los tipos de interés y el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, no quiere desaprovechar esa baza de cara a las elecciones presidenciales de agosto. “De hecho, aquí las hipotecas se renegocian cada mes y en las grandes ciudades todo se paga con tarjetas de crédito”, asegura un alto cargo de una entidad financiera.

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Con una inflación del 9,6%, lejos del objetivo anual del 5%, y pese a las fuertes señales de que el atractivo de los emergentes pierde intensidad, el banco central de Turquía ha llevado a cabo dos bajadas consecutivas de los tipos de interés del 10% al 8,75% en los últimos meses. Antes de ambas reuniones, el Gobierno hizo pública ostentación de sus presiones al gobernador Erdem Basçi. “El banco central se está riendo de los turcos con estos tipos de interés”, llegó incluso a decir Erdogan. Las presiones sobre el banco central ponen en riesgo su credibilidad internacional. “Es difícil prever cuánto más va a rebajar los tipos de interés el banco central, pero dada la creciente retórica agresiva del Gobierno y el hecho de que el mercado está asumiendo esa rebaja, el ciclo bajista de los tipos puede ser significativo”, asegura William Jackson, economista de Capital Economics.

Los resultados de los comicios locales de marzo despejaron el escenario político más inmediato de Turquía pero Erdogan no quiere poner en riesgo su victoria en las próximas presidenciales. El todavía primer ministro claramente no cuenta con el respaldo de las élites económicas del país, según reconoce un antiguo dirigente turco que, como otros expertos del país, ha declinado aparecer identificado en este reportaje. De ahí su apuesta por revitalizar el crecimiento, aunque ello amenace la credibilidad del banco central, y la posibilidad de aprobar una amnistía fiscal en plena campaña electoral, como desveló Reuters. Los mercados miran con recelo las elecciones de agosto. “Las perspectivas políticas a largo plazo, dado el aparentemente incuestionado liderazgo del primer ministro, y previsible presidente, Erdogan provocan dudas sobre el futuro de las instituciones democráticas y las reformas de mercado en el país”, apunta Christian Keller, de Barclays, en un reciente informe.

Hasta el estallido de la violencia en Irak, Turquía había conseguido dar la vuelta a la tormenta perfecta, la que se conjuró desde mediados de 2013 para frenar en seco el ascenso imparable de este y otros destacados países emergentes. El cambio de sesgo en la política monetaria estadounidense, la repentina huida del capital exterior y la inestabilidad política del país sumieron a la economía en una fase de incertidumbre que ahora parece superada, con la bolsa al alza, la lira estabilizada y la vuelta de la inversión extranjera a la economía turca. Y sin embargo, “los problemas estructurales de la economía y los retos políticos no han cambiado sustancialmente”, explican Christian Keller y Durukal Gun, de Barclays.

El primer ministro no goza del respaldo de las élites económicas del país
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Turquía mantiene una fuerte dependencia del capital exterior, como constata un déficit por cuenta corriente del 7,9% del PIB en 2013. En los tres primeros meses del año, según datos del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF), la economía turca sufrió una salida neta de capitales, lo que forzó al banco central a subir los tipos de interés en 5,5 puntos porcentuales hasta situar la tasa de referencia en el 10% e intentar, así, recuperar el atractivo para los inversores por los activos turcos y frenar la depreciación de la lira. El 90% de la deuda empresarial está denominada en moneda extranjera y las variaciones cambiarias golpean con dureza sus cuentas de resultados. A cambio, el impulso a las exportaciones que supone una lira aún hoy un 18% más barata que la media de los últimos cinco años ha permitido a la economía recuperar niveles de crecimiento superiores al 4% en el primer trimestre del año.

Ese auge de las exportaciones pone en evidencia la debilidad de la demanda interna, del consumo y la inversión. De ahí que “con la demanda doméstica debilitándose, el Gobierno haya puesto tanta presión sobre el banco central para bajar los tipos”, subrayan desde Capital Economics.

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Sobre la firma

Alicia González
Editorialista de EL PAÍS. Especialista en relaciones internacionales, geopolítica y economía, ha cubierto reuniones del FMI, de la OMC o el Foro de Davos. Ha trabajado en Gaceta de los Negocios, en comunicación del Ministerio de Economía (donde participó en la introducción del euro), Cinco Días, CNN+ y Cuatro.

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