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Baja la intensidad del fuego cruzado en la franja de Gaza e Israel

Disminuyen los bombardeos israelíes sobre Gaza y el lanzamiento de cohetes de Hamás

Mujeres palestinas ayer en el entierro de una familia fallecida en un bombardeo israelí. / Oliver Weiken (Efe)
Mujeres palestinas ayer en el entierro de una familia fallecida en un bombardeo israelí. / Oliver Weiken (Efe)O. W. (Efe)

El séptimo día de la masiva operación bélica israelí sobre la franja palestina fue el más tranquilo en la Ciudad de Gaza. Los bombardeos del Ejército fueron menos intensos. Este lunes mataron a seis personas según las autoridades palestinas. Ya han perdido la vida 175 personas, de las cuales el 80% son civiles según OCHA, la agencia de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU. Más de 30 eran niños. Hamás también lanzó menos cohetes a Israel que otros días. Ayer sumaron una treintena.

Muchas calles del norte de Gaza, que Israel había ordenado evacuar hasta el mediodía del domingo, estaban casi vacías este lunes tras el desplazamiento de más de 17.000 palestinos hacia el centro de la Franja. Adnan Hasna, portavoz de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados palestinos (UNRWA), explicaba ante colegios habilitados como refugio en el centro de Gaza que el número de desplazamientos “creció durante la noche del lunes”. Aun así, en las inmediaciones del edificio de la ONU había un ambiente de casi normalidad. Mientras continuaban los bombardeos en el norte y los tanques israelíes tiraban contra posiciones próximas al aeródromo de Rafah, en el sur los palestinos de Ciudad de Gaza y sus inmediaciones ensayaban un tímido regreso a la rutina de la depauperada región, después de seis días de intensos bombardeos.

La calma tensa en la capital se rompía con esporádicos lanzamientos de cohetes contra Israel desde la ciudad y, de cuando en cuando, con breves bombardeos israelíes en las proximidades. Superado ya el número de muertes de la operación aérea israelí de 2012, la gran cuestión seguía siendo este lunes si Israel ordenará una incursión terrestre como en 2009.

Aunque un misil israelí acababa de reventar su casa, Naser Tatar se veía a media mañana mucho más despejado que los días anteriores. Explicaba el jefe del hospital Al Shifa, el mayor de la Franja, que habían bajado las emergencias por los bombardeos: menos muertes y menos heridos nuevos.

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El cardiólogo sonreía al reconocer que no tiene “la menor idea” de por qué Israel había puesto su vivienda particular en el punto de mira. Ante la casa reventada, su sobrino Mohamed explicaba que un soldado israelí llamó a su móvil el domingo por la tarde, le pidió que confirmara su identidad y le ordenó que evacuaran la casa y tres edificios adyacentes en 10 minutos. Terminado el plazo, el soldado volvió a llamar para que se asegurara de que todos se habían ido: “[Tienes] 10 minutos más, por última vez”. Mohamed avisó a los vecinos. El Ejército cumplió y, después de tres cohetes de aviso, un F-16 reventó medio edificio a las ocho menos diez de la tarde.

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El Ejército ha avisado con cohetes de ruido o con llamadas telefónicas a algunos de los cientos de viviendas particulares que ha bombardeado en esta semana de hostilidades. Pero los miramientos que tuvieron con su casa demuestran, según el cardiólogo de 59 años, que el ataque no tenía fines militares. Sólo la intención de arruinarle la vida a uno de los principales médicos de la franja de Gaza. Tatar niega cualquier militancia política y recuerda su juramento hipocrático: “Soy un médico que gestiona un hospital”. Debido al enorme trabajo que suponen los casi 1.300 heridos por los bombardeos israelíes, hace una semana que no duerme en casa. Su familia vive ahora “con los vecinos”.

Israel bombardeó la noche del domingo el cementerio del barrio de Askula, que muestra un gran boquete entre las lápidas y los mausoleos que siguen en pie. Bombardearon también la mezquita de El Nour, en el centro de la Franja. Grupos de niños descalzos husmeaban entre los cristales y las ruinas del edificio hueco.

Las hermanas Naila y Asmahan Altum, de 23 y 16 años, duermen desde el domingo sobre el linóleo del suelo en un aula del colegio de la ONU Beach School, donde se hacinaban este lunes más de mil desplazados del norte. Comparte 30 metros cuadrados con otros 35 familiares. Explicaba Asmahan que “el aburrimiento es lo peor” de todo. Por eso, ella pinta en la pizarra motivos que incluyen drones, misiles y bombas. En el patio se formaba una larga cola a la espera del médico de la ONU, que tardaba en llegar como los suministros de comida. Señalando un cuenco de yogur, Nadia explicaba que casi no habían comido otra cosa hasta mediodía del lunes.

Entretanto continuaban las presiones diplomáticas sobre Hamás y el Gobierno israelí para que acuerden un alto el fuego. El diario israelí Haaretz recogía ayer las observaciones de un “alto oficial” israelí sobre la “creciente disposición” de Hamás a un alto el fuego.

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