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El fantasma del yihadismo terrorista retorna al Magreb

El Ejército de Túnez sufre el peor atentado desde que el país se independizó en 1956

Declaraciones del Ejército tunecinoFoto: reuters_live
Javier Casqueiro

Túnez de luto nacional tres días, Marruecos lleva una semana en estado de máxima alerta, Argelia mantiene a sus omnipresentes fuerzas de seguridad en vigilancia total y Libia sigue en el caos. El fantasma del yihadismo terrorista obsesiona en el Magreb, también en los países teóricamente ahora más estables. El atentado en la noche del miércoles en la frontera tunecina con Argelia, tras la ruptura del ayuno del Ramadán, ha sido el peor cometido contra el Ejército desde la independencia del país en 1956 con 14 soldados muertos y 25 heridos. Túnez se ha quedado conmocionado porque pensaba que su proceso democrático avanzaba, con un islamismo moderado en el poder a exportar. Lo mismo se promociona en Marruecos, que vive estos días pendiente del retorno de cientos de combatientes y muchos mandos terroristas de Siria e Irak.

El presidente de Túnez, Moncef Marzuki, ha declarado este viernes tres días de luto nacional en todo el país. El Gobierno tunecino ha constituido una célula de crisis para estudiar la situación. En Túnez muchos querían pensar que el horror de la violencia terrorista había quedado ya atrás. En enero se aprobó la nueva constitución con bastante consenso, hace pocas semanas se cerró el calendario de elecciones (legislativas el 26 de octubre y presidenciales el 22 de noviembre) y hasta los responsables del partido en el poder, Ennahda, islamista moderado, se repartían por el mundo ensalzando su modelo tranquilo.

En la noche del miércoles, sobre las 19.40 horas, cuando se acababa de romper el ayuno y muchos tunecinos acudían a sus casas y restaurantes a celebrar el Iftar, dos grupos de terroristas de Katibet Okha Ibn Nafaa, una escisión de Ansar Charia, tentáculo de AQMI y Al Qaeda en el norte de África, acorralaron a un convoy de soldados en las montañas de Chaambi, junto a la frontera con Argelia, en la región de Hendir Tala. Los terroristas eran entre 40 y 60 y les lanzaron granadas y les ametrallaron con sus kalasnikov. El primer balance oficial de muertos ha subido a 14 (nueve calcinados) y 25 heridos. Otras fuentes añaden el fallecimiento de un terrorista de nacionalidad tunecina.

El portavoz del Ministerio de Defensa aseguró que había sido “el peor ataque registrado contra el Ejército tunecino desde la independencia del país” en 1956. Las autoridades y varios dirigentes políticos se mostraron en seguida “determinados” a no dejarse intimidar por esa acción y a continuar con los planes democratizadores previstos. Pero aunque el atentado fue inusualmente terrible y el país avanza en muchos sentidos hacia la estabilidad no se puede decir que esta acción haya sido totalmente sorprendente. En los dos últimos meses se han producido varias emboscadas mortales y en la misma zona. Desde la caída del dictador Zine El Abidine Ben Ali, en 2011 como consecuencia de las revueltas de la primavera árabe, se han contabilizado unos 40 soldados muertos. El año pasado por estas fechas ocho militares fueron cercados y se les rajó las gargantas en la región oeste de Kasserine. Y el propio portavoz del Ministerio del Interior reconoció hoy que seis operaciones terroristas habían sido abortadas en las últimas 19 horas.

Los políticos tunecinos están discutiendo hace ya más de tres semanas en la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) precisamente un proyecto de ley antiterrorista y no logran ponerse de acuerdo en principio ni sobre cómo definir ese término. Hay observadores que critican que se haya banalizado en exceso ese fenómeno violento y otros no entienden la nula capacidad de reacción, por ejemplo, ante los festejos por parte de grupos de salafistas en distintos puntos del país ante los asesinatos del miércoles.

En Argelia, pese al aparente control del Gobierno y sus fuerzas de seguridad en todo, estos combates entre grupos armados y soldados son periódicos. El sábado se reprodujo el último con un ataque con una bomba artesanal a un convoy militar en la provincia de Sidi Bel Abbas. Murieron tres soldados y cuatro gendarmes.

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En Libia las luchas entre las milicias islamistas, los grupos terroristas y los milicianos más o menos apoyados por el Ejército son habituales y no se han frenado desde la caída de Muamar Gadafi en el otoño de 2011. Desde el domingo el aeropuerto de Trípoli, la capital, está cerrado por esas disputas en este caso entre los milicianos armados de Misrata y de Zintán. La ONU ha retirado a su personal en el país, muchas naciones han hecho lo mismo con su cuerpo diplomático y el Gobierno interino, que celebró unas elecciones el 25 de junio, estudia pedir refuerzos a la comunidad internacional para imponer alguna autoridad.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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