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La rutina diplomática de Fidel

El líder cubano cumple 88 años atento a la liberalización iniciada en la isla

Juan Jesús Aznárez
Una pintada recuerda a Castro en una calle de Cuba.
Una pintada recuerda a Castro en una calle de Cuba.YAMIL LAGE (AFP)

Inspirando aversión o idolatría, pero nunca indiferencia, Fidel Castro cumple hoy 88 años dedicado al estudio de los males de la humanidad, a la diplomacia, y a la observación del desarrollo agropecuario en Cuba. Cuando conviene o le apetece, recibe a dignatarios extranjeros y gente de su confianza, y no obstaculiza la liberalización socioeconómica emprendida por su hermano Raúl a partir de 2011 porque, de hacerlo, ésta no sería posible. Fidel Castro no sigue la letra pequeña de las reformas en curso porque las servidumbres de su convalecencia médica no lo permiten, pero está al tanto de las decisiones de calado, ninguna de las cuales amenaza la hegemonía del partido comunista, en el poder desde 1959, año del triunfo miliciano en Sierra Maestra. Los revolucionarios cubanos siguen venerando a su caudillo con la misma intensidad con la que es aborrecido por el exilio que atribuye su extrañamiento de la isla a la vigencia de un sistema incompatible con el pluralismo y las libertades.

Nada nuevo en la narrativa sobre un país y un líder controvertido, enciclopédico, icónico, que emociona a los suyos cuando, inesperadamente, visita una cooperativa, una granja, una galería de arte, una comunidad de campesinos, y se interesa por sus actividades. “Le he visto a un metro de distancia y está más claro que usted y que yo”, presumía en abril el joven director del movimiento nacional de cooperativas.

Fidel Castro, el pasado enero.
Fidel Castro, el pasado enero.GETTY IMAGES

Este periodista conversó ese mes, en la provincia de Artemisa, con cuadros del Partido Comunista de Cuba (PCC) que habían hablado con el patriarca o supieron de sus inesperados viajes en furgoneta por lugares cercanos a La Habana. Devotamente, se referían a la patriótica dedicación del comandante, a su permanente vigilia; proclamaban haberle escuchado lúcido y cierto, ajeno al desvarío, demostrando genio y figura pese a su ancianidad y encorvamiento.

Pero cada cumpleaños es una maldición, una desgracia para quienes dentro o fuera de Cuba le desean muerto y sólo encuentran imprecaciones para definir a un personaje medular en el siglo XX, durante la Guerra Fría y las convulsiones del Tercer Mundo. Desde su apartamiento de la sala de máquinas del Palacio de la Revolución, en 2006, forzado por una crisis intestinal que casi lo mata, apenas se publican datos sobre su rutina personal, familiar y médica, y poco se sabe acerca de sus reuniones con asesores que le ponen al día sobre Obama, Europa, Putin y Ucrania, o sobre el censo de gallinas ponedoras.

Las descentralizaciones aprobadas por Raúl Castro, de 83 años —todas desde el inmovilismo político— hubieran sido imposibles si Fidel las hubiera objetado o vetado
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“Fidel Castro ha tenido y sigue teniendo un papel fundamental en la revolución”, declaró a este diario Ricardo Alarcón, exmiembro del buró político del PCC y expresidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular (parlamento), que llegó a ser considerado el tercer hombre del régimen. Durante una visita a Madrid, preguntado si el actual gobernante consulta a su hermano mayor, respondió: “Se quieren muchísimo. Y todas las cosas fundamentales, Raúl lo ha dicho, hay que consultarlas al comandante en jefe”.

Cierta o no la afirmación, quizá simplemente una verdad a medias, las descentralizaciones aprobadas por Raúl Castro, de 83 años —todas desde el inmovilismo político— hubieran sido imposibles si Fidel las hubiera objetado o vetado. Ya lo hizo en períodos anteriores y durante la turbulenta desintegración de la Unión Soviética, a finales de los ochenta, cuando algún ministro y dirigentes del partido le sugirieron sumarse al glasnost y a la perestroika.

A la fuerza, en 1993, tras una crisis económica que casi barre a Cuba del mapa, Fidel Castro bendijo una apertura con reparos: “Reformas sin capitalismo”. Escrutó el rumbo de China y Vietnam, donde el partido comunista abrió la mano pero sigue al mando, y fue en el 2010 cuando dictó sentencia ante el periodista norteamericano Jeffrey Goldberg: “Nuestro modelo ya no funciona ni para nosotros”.

El protagonista de la bahía Cochinos y la crisis de los misiles, el sobreviviente de múltiples atentados contra su vida, cumple años, sin actos oficiales, observando cómo el modelo se transforma de nuevo para mantenerse a flote aunque con el 80% del aparato productivo todavía en manos del Estado. Ya no es la fuerza decisiva de la agenda gubernamental. El histórico agitador realiza funciones diplomáticas, atiende a los presidentes de algunos países aliados, China y Rusia entre ellos, y charla con periodistas e intelectuales amigos, a quienes confiesa haber sentido una profunda tristeza cuando murieron dos de sus mejores amigos, Gabriel García Márquez y Hugo Chávez.

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