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“Que Hamás utilice escudos humanos, no autoriza a Israel a dispararlos”

Antonio Zubillaga, responsable de la UNRWA en Gaza, denuncia el "brutal" nivel de destrucción

Patricia R. Blanco
Zubillaga, responsable de la UNRWA en Gaza.
Zubillaga, responsable de la UNRWA en Gaza.CARLOS ROSILLO

“En ninguna ofensiva anterior, el nivel de destrucción había sido tan brutal”. Antonio Zubillaga, responsable de protección de derechos de la Organización de Naciones Unidas para los Refugiados (UNRWA) en Gaza, fue testigo de los bombardeos durante la Operación Margen Protector, que el Ejército de Israel lanzó contra Hamás en la Franja, entre el 8 de julio y el 26 de agosto. “Cuando empezaron los ceses al fuego fallidos en las últimas semanas, la gente salía a la calle y pensaba que todo se había acabado, pero a la noche siguiente el bombardeo era mucho más fuerte y la gente llegaba y nos decía ‘no me queda otra más que morir, lo que no sé es dónde y cuándo”.

Como consecuencia de los ataques, Gaza ha perdido, según Zubillaga, sus infraestructuras físicas. “Se han destruido la única planta eléctrica que hay en Gaza, toda la infraestructura de agua y la de saneamiento. Así que todo está lleno de aguas sucias y fecales y el mar está contaminado, explica el trabajador de UNRWA. Según los recuentos de la ONU, 20.000 casas han sido derruidas, “lo que significa que unas 100.000 personas, a una media de cinco personas por casa, no tienen dónde ir una vez que han terminado las hostilidades”, añade.

Pero hay un tercer nivel de destrucción, el del tejido social. “Han muerto familias enteras, así que hay niños, niñas y ancianos que se han quedado solos”, lamenta Zubillaga. La UNRWA calcula que “hay 143 familias en las que han muerto al menos tres de sus miembros”, durante 50 días de conflicto en los que han fallecido 2.138 palestinos -490 menores- y 70 israelíes.

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Las instalaciones de la ONU no se han librado tampoco de la devastación. Al menos 100 edificios “sufrieron daños colaterales”. “Significa que la instalación no fue atacada directamente, pero no dice nada sobre la gravedad, porque muchas de estas instalaciones quedaron completamente destruidas”, aclara el responsable de derechos de la UNRWA.

Además, según puntualiza Zubillaga, cinco escuelas con refugiados “fueron atacadas directamente, y en tres de ellas hubo muertes de civiles y de personal de la ONU, en total, 40 fallecidos”. El Ejército de Israel se justificó “diciendo primero que no habían sido ellos, luego dijo que podía haber sido Hamás y por último que les habían atacado desde dentro”. Pero, para Zubillaga, ninguna explicación es válida: “En ninguna escuela encontramos indicios de que se estuviera disparando o de que hubiera miembros de Hamás o de cualquier otra facción armada palestina”, defiende el trabajador humanitario, que cada día informaba al Ejército de Israel de la posición exacta de las instalaciones de la ONU. Sin embargo, recuerda, “encontramos armas almacenadas en tres escuelas donde no había civiles y se lo comunicamos al Ejército de Israel”.

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Zubillaga colabora ahora recopilando información para buscar responsabilidades. “1.500 civiles han muerto en Gaza y no puede haber impunidad”, denuncia. Según el trabajador de la UNRWA “ha habido una violación permanente de los derechos de los palestinos”, aunque, según admite, las dos partes del conflicto han violado los derechos humanos, por ejemplo, en la alteración del principio de distinción, que exige diferenciar entre civiles y no civiles en una acción militar. También han sido violados los principios de proporcionalidad, es decir, responder a un ataque con una intensidad similar, y de precaución, para minimizar los daños colaterales. “El atentado contra la población civil más claro es el desplazamiento forzado de la gente, que llegó a un pico de 300.000 personas, entre los palestinos registrados en los albergues de la ONU, aunque se calcula que había 200.000 más, y eso, en una población de 1,8 millones de personas, es una absoluta barbaridad”.

Zubillaga admite que Hamás ha utilizado en ocasiones a la población civil como escudos humanos y que ha disparado sus cohetes desde zonas densamente pobladas. Pero el delito de la organización islamista, sostiene, “no autoriza a Israel a disparar a la población civil”. “En el derecho internacional no existe el principio de reciprocidad, es decir, que si yo hago una cosa mal no te autorizo a ti para hacer otra cosa mal”, defiende el experto. Y pone un ejemplo: “¿Qué haría Israel si uno de los famosos túneles de Hamás sale a una escuela con 500 niños israelíes y se pone a disparar? ¿Bombardearía y mataría a los 500 niños? Obviamente no”. Entonces, se pregunta, “¿por qué sí en Palestina?”.

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Sobre la firma

Patricia R. Blanco
Periodista de EL PAÍS desde 2007, trabaja en la sección de Internacional. Está especializada en desinformación y en mundo árabe y musulmán. Es licenciada en Periodismo con Premio Extraordinario de Licenciatura y máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid.

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