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DE MAR A MAR
Columna
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Lo que vendrá

Los encargados de canalizar el cambio son dos partidos que dominan la vida pública brasileña desde hace 20 años

Carlos Pagni

Dilma Rousseff y Aécio Neves ofrecerán a los brasileños 19 días conmovedores. El 60% del electorado votó el domingo por un cambio en la administración del país. Pero los encargados de canalizar esa aspiración son el Partido de los Trabajadores (PT) y el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), que dominan la vida pública desde hace 20 años. Marina Silva, cuya irrupción como sustituta del fallecido Eduardo Campos había alterado la escena electoral, perdió 18 puntos en un mes. Ahora será decisivo a quién apoye. El publicista de Rousseff, João Santana, intentó convertir a la presidenta en la abanderada del cambio. Como si se tratara de un líder opositor, sus lemas fueron Muda mais (Más cambio) y Governo novo, ideias novas (Gobierno nuevo, ideas nuevas). La publicidad mostró a la candidata entrevistándose con quienes, el año pasado, lideraron las protestas en su contra. No alcanzó. Con el 42% de los votos, el PT realizó su peor elección de los últimos 12 años.

Aun así, Neves debe remontar 16 puntos. Cada uno de ellos representa un millón y medio de votos. Tal vez deba aprender de los errores de Silva, quien cayó en la trampa que le tendió el PT, acribillándola con críticas. En vez de mantener el perfil de una ecologista amigable, se fue internando en una controversia cada vez más amarga con Rousseff. Silva mordió el anzuelo que, en 2006, Lula da Silva había arrojado a Geraldo Alckmin: enredada en el presente, dejó de hablar del futuro.

El desafío de Neves es exigente. Debe llegar al corazón de los electores de Silva que son, en general, desencantados que ven en él a un político anticuado y elitista. Serán vitales los debates. El resultado de anteayer se definió el jueves pasado en TV Globo. Las curvas de Neves y de Silva en las encuestas esa noche se cruzaron.

Neves también debe llegar al otro país: Brasil quedó partido en dos. El Nordeste tradicional contra el dinámico Sureste, regido por São Paulo. ¿Debería haber buscado Neves un vice nordestino? Lula da Silva lo piensa de otro modo: supone una rebelión de las “élites blancas”, movilizada por la prensa.

La economía es un campo de batalla decisivo. Para muchísimos brasileños cambiar es salir del estancamiento. Este año el crecimiento no será superior al 0,29%. Y la inflación será del 6%. Rousseff no consigue inspirar confianza para resolver estos problemas. A medida que subía en las encuestas, se derrumbaba la Bolsa de São Paulo. Perdió el 13, 6% de su valor en un mes.

Neves debe llegar a los electores de Silva, que ven en él a un político anticuado y elitista
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El publicista de Neves, Paulo Vasconcelos, detectó en los sondeos de opinión que a Rousseff se la asocia con incompetencia. También descubrió que el electorado femenino escucha más al que habla de inflación. El PSDB cuenta con la ventaja de tener como economista a Armino Fraga, uno de los más prestigiosos de Brasil. Neves prometerá ampliar los programas sociales. Pero propondrá reducir los subsidios energéticos y la magnitud del sector público, frente a un PT que en 12 años creó 62 empresas estatales.

Rousseff advierte la limitación. Anunció que, si retiene la presidencia, Guido Mantega no continuará como ministro de Hacienda. Desde el PT se especula con los nombres de sus eventuales sucesores. Son todos empresarios: Abilio Diniz, Josué Gomes da Silva y Fabio Barbosa, el más inesperado: expresidente de la filial del Banco de Santander, conduce Abril, editora de la revista Veja, implacable con el Gobierno. También Silva había pensado en él.

Otra clave de la disputa será la corrupción. El sábado, Neves se caracterizó como “decencia con eficiencia”. John Del Cecato, uno de los socios de David Axelrod, el gurú de Barack Obama, le aconsejó hace algunos meses no entretenerse con denuncias, porque los ciudadanos sólo están interesados en obtener buenos servicios.

Sin embargo, las escandalosas revelaciones de Paulo Costa sobre los sobornos en Petrobras fijaron un eje moral en la campaña. En el PT, temen nuevas delaciones que comprometan a figuras más relevantes. Neves fue quien mejor aprovechó esa fragilidad. Y, ensañada con Silva, Rousseff se olvidó, hasta ahora, de rozarlo. Anteanoche, trascendió que su equipo está por contratar a un experto en publicidad negativa que trabajó para Rafael Correa, en Ecuador. El duelo brasileño se proyecta sobre toda la región. Neves recriminará a Rousseff su política exterior. Criticará que haya cerrado la economía en homenaje a un idilio cada vez más costoso con Argentina y Venezuela. Y prometerá una diplomacia más pragmática con Estados Unidos y en las relaciones comerciales con Europa y los países del Pacífico.

Las elecciones de Brasil desnudan un drama de América Latina. Se trata de saber si la mayor democracia de la región mantiene la posibilidad de la alternancia. O si está condenada a una hegemonía en la que el cambio lo encarna, si quiere y puede, quien gobierna. Neves encarna ese enigma. Por esa razón, apenas terminó el escrutinio, Telesur, la señal de TV bolivariana, comenzó a castigarlo. 

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