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La ofensiva del EI en Siria cuestiona la eficacia de la campaña aérea

Los yihadistas estrechan el cerco a la ciudad de Kobane pese a los bombardeos aliados

Marc Bassets
El primer ministro británico David Cameron visita una base aérea en Chipre.
El primer ministro británico David Cameron visita una base aérea en Chipre. Dan Kitwood (Getty Images)

Dos meses después del inicio de los bombardeos de Estados Unidos para frenar el avance del Estado Islámico (EI), la operación de la primera potencia tropieza con las dudas. El asalto de los insurgentes suníes a la ciudad kurda de Kobane, en la frontera de Siria con Turquía, reabre la discusión sobre la eficacia de la campaña aérea y la conveniencia de desplegar tropas terrestres.

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, fue ayer el primer aliado de EE UU en expresar en voz alta y reclamar una operación terrestre. "Han pasado meses pero no se han logrado resultados", dijo durante una visita a un campo de refugiados en el este de Turquía, país miembro de la OTAN. "Kobane está a punto de caer".

La Casa Blanca se declaró "muy preocupada" por los civiles sitiados en la ciudad kurda. El portavoz Josh Earnest enumeró varios ataques aéreos en las cercanías de Kobane y dijo que estos habían destruido vehículos del Estado Islámico y equipamiento antiaéreo. La caída de Kobane visualizaría las dificultades de EE UU y sus aliados para doblegar al EI, un grupo escindido de Al Qaeda que aspira a crear un califato en Oriente Medio y que ha horrorizado a medio mundo con vídeos de rehenes decapitados.

Las sucesivas victorias de los yihadistas en Irak —incluida la toma de Mosul, la segunda ciudad del país— y la consolidación de un territorio más o menos estable que incluye parte de la vecina Siria forzaron este verano al presidente Barack Obama a rectificar sus planes para retirarse de la región. El 8 de agosto EE UU empezó a bombardear posiciones del EI en Irak y el 22 de septiembre amplió los ataques a Siria.

A la hora de un primer balance, nadie esconde que el EI resiste a los bombardeos y que la ofensiva norteamericana no ha arrojado ninguna victoria clara. Desde el primer momento, el objetivo de Obama no fue una derrota rápida de los insurgentes, sino debilitarlos para que después tropas terrestres locales —las fuerzas armadas iraquíes en Irak y rebeldes entrenados por EE UU y otros países en Siria— soportasen la carga de los combates. Pero esta estrategia requerirá años. Hasta ahora Obama se ha esforzado por construir una coalición de decenas de Estados en la que deben tener un papel destacado potencias regionales suníes como Arabia Saudí o Qatar, porque EE UU quiere evitar que la intervención contra el EI se perciba como un ataque contra el Islam suní y un apoyo al chií.

"Lo tenemos que hacer bien, no rápido", avisó hace unos días el general Martin Dempsey, jefe del Estado Mayor Conjunto de EE UU, en una rueda de prensa en el Pentágono. Dempsey aludía al entrenamiento de milicias capaces de retomar las zonas de Siria en manos del EI. Los planes de EE UU, aprobados por el Congreso, prevén el entrenamiento de 5.000 milicianos en el primer año, pero según Dempsey esta cifra es insuficiente: se necesitarán entre 12.000 y 15.000 para derrotar a los yihadistas.

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El problema añadido, en Siria, es que EE UU descarta colaborar de forma abierta con en enemigo de su enemigo, el régimen de Bachar el Asad. Desde poco después del estallido, hace tres años, de la guerra civil en Siria, la política oficial de la Casa Blanca ha sido exigir la marcha de El Asad.

El otro problema es Irak, donde la ausencia de unas fuerzas armadas en condiciones y las divisiones étnicas complican la lucha contra los insurgentes. La semana pasada, durante una visita a Bagdad, el general John Allen, encargado de coordinar la acción internacional contra el EI, dijo que las fuerzas armadas iraquíes tardarían un año para estar preparadas para retomar Mosul. La declaración de Allen —que anoche viajaba a Turquía para debatir los detalles logísticos de la participación turca en la coalición— da una idea del tempo que Washington ha impuesto a esta guerra: no será cuestión de meses sino de años, y seguramente la heredará el sucesor de Obama en 2017.

La lentitud impacienta a las víctimas del EI en Siria e Irak, a sus rivales militares y a vecinos como Turquía. Ante la actual inoperancia de los combatientes iraquíes y sirios, el debate sobre un posible envío de tropas norteamericanas recobra fuerza. "Después de 50 días de obvio fracaso, es hora de tomar en cuenta un enfoque que pueda funcionar: enviar fuerzas especiales sobre el terreno junto a los árabes suníes", han escrito Frederick y Kimberly Kagan, historiadores militares en la órbita del movimiento neoconservador. "La única alternativa es resignarnos a vivir con un Estado y un Ejército de Al Qaeda".

Pero Obama se niega a enviar tropas. No quiere una repetición de la fallida ocupación de Irak en 2003 y conoce, como todo gobernante en este país, la historia de la guerra de Vietnam, que empezó con el envío de asesores militares —similares a los que ahora se encuentran en Irak— y terminó con casi 60.000 norteamericanos muertos.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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