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Goles contra las balas

Los Avispones de Chilpancingo, el equipo de Tercera División de la capital de Guerrero, perdió a un jugador y al chofer del club en el ataque en que desaparecieron 43 estudiantes

David Josué García Evangelista tenía 15 años y muchos sueños. Y la disciplina para alcanzarlos. Vivía en Chilpancingo, Guerrero, al sur de México, en uno de los estados más pobres del país. Quería ser titular del equipo de su ciudad, los Avispones, que juega en la Tercera División mexicana. Quería un día alcanzar las filas de un equipo “grande”, cuentan sus amigos. Y caminaba hacia esa dirección. Consiguió la titularidad de los Avispones y debutó como volante izquierdo frente al FC Iguala el pasado 26 de septiembre. El equipo ganó 1-3 y emprendió la vuelta de regreso a casa. Pero se toparon con un salvaje tiroteo. “Nos confundieron”, explica casi tres semanas después Facundo Serrano Uriostegui, director deportivo del club. Una confusión de 400 tiros. “¡No disparen, aquí hay niños!”, alcanzó a gritar. Ordenó a los chicos que se tiraran al suelo. David se quedó de pie un segundo, paralizado. Suficiente para que le hirieran en el pecho. Murió desangrado frente a sus compañeros. El 26 de septiembre de 2014, en Iguala, México, murieron seis personas y desaparecieron 43 jóvenes estudiantes. David Josué García Evangelista. El Pollo o El Zurdito, para sus amigos, es uno de ellos.

David Josué no es la única pérdida que sufrieron los Avispones ese día. También murió el chófer del bus, Víctor Lugo. Le decían El Barcel, por una ardilla que es mascota de una marca de patatas mexicana. Recibió un tiro en la nuca, y falleció más tarde en el hospital. Los Avispones se fundaron en 1989 en Chilpancingo, la capital de Guerrero, de 240.000 habitantes y a 270 kilómetros al sur del Distrito Federal. Concentra los poderes institucionales del Estado pero un breve paseo por la ciudad deja en claro que el verdadero eje de mando está en Acapulco, uno de los puertos más importantes del país pero  también una de sus ciudades más violentas. En Acapulco vive la cuarta parte de los habitantes del estado y ahí despachan los auténticos poderes de uno de los estados más pobres y olvidados del país, que hasta el jueves gobernó Ángel Aguirre Rivero.

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Para llegar al campo donde entrenan los Avispones hay que pasar el ineludible paseo principal de la ciudad, cruzar algunos caminos empinados y otros más sin pavimentar. Hace apenas unos días que los estudiantes de magisterio (normalistas) le prendieron fuego al Palacio de Gobierno. Afuera del edificio oficial hay una pequeña multitud de ciudadanos silente y coches estacionados con la misma leyenda: “Que aparezcan vivos. No queremos violencia”. A unos pocos pasos está el camino para llegar al Polideportivo donde todos los días entrenan los Avispones.

Facundo Serrano saluda sonriente. Señala su pecho y se disculpa: “Es que ayer me vio el doctor, aquí todavía tengo una esquirla”. Sin perder el temple, hace el recuento de ese día. El del suceso. De cómo gritó a sus atacantes que pararan, que solo eran deportistas. Que le respondieron que les valía madres y que los matarían a todos. De cómo los tiros causaron que el transporte se volteara a un costado y los salvara a muchos de milagro. "Si se queda en pie, nos matan a todos", suelta, seguro. De cómo sacó primero al Zurdito, por los cristales rotos, para pronto darse cuenta de que cualquier esfuerzo era inútil. De cómo se escondieron entre los plantíos hasta asegurarse que estaban a salvo. De cómo consiguió que los ayudasen desde Chilpancingo a trasladar a los heridos a hospitales lo más pronto posible. Uno a Acapulco, otro a Chilpancingo, otro más al Distrito Federal. De cómo mantuvo al tanto a los familiares del estado de sus hijos. Y de cómo avisó a la desconsolada madre de David Josué que su hijo no iba a regresar. “Tenía que hacerlo. Ellos estaban bajo mi responsabilidad”.

En el partido de regreso tras el ataque, los Avispones homenajearon así a su compañero caído tras el ataque.
En el partido de regreso tras el ataque, los Avispones homenajearon así a su compañero caído tras el ataque.
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La Federación Mexicana de Fútbol (Femexfut) se encargó de los gastos de seguro médico para los 12 chicos y cuerpo técnico que requirió hospitalización y del seguro de vida para la familia de David. También ordenó un minuto de silencio en la jornada 11 de la primera división de la Liga mexicana. El Zurdito nunca lo supo, pero su nombre se pronunció en el Estadio Azteca y en todos los de México unos días después de la tragedia.

Una vez calmadas las aguas, los padres y el equipo dudaron continuar la jornada. Pero al final de la reunión surgió un grito. “Avispones está de pie”. Facundo Serrano lo cuenta, con orgullo. El delantero, Eric Othokari González, de 17 años, coincide: “Lo hicimos porque teníamos que seguir, vamos a dedicarle la temporada al Zurdito”.

Y jugaron el siguiente partido. Contra los Bravos de Chilpancingo, que en realidad son una franquicia de los Vikingos de Chalco, y juegan su primera temporada en tercera división. Pero ese día la afición había decidido a su favorito sin chistar. La hinchada, a reventar, no paró de apoyarlos. Su entrenador, al que llaman "El profe", Pedro Rentería, todavía convaleciente, acudió a animarlos. “Ese hombre es un roble”, comenta Serrano. Una bala le atravesó el hígado y aun así, en muletas, asistió. También los chicos heridos que ya habían sido dados de alta, que vistieron orgullosos sus camisetas rojas de su equipo. Todos los padres de los jugadores, acudieron para cobijar a la madre de David, que estaba presente. “Ese día fuimos 12, contándolo a él”, relata Eric Othokari, delantero del equipo. “Yo metí tres goles", presume orgulloso. "Y todos los que metí y todos los que meta, serán para ellos”, completa. Ellos son David y Víctor. El resultado final del partido: 8-0. La meta final: el campeonato de la Tercera División. “Avispones está de pie”, repite Serrano. Este sábado 25 enfrentaron su tercer partido: otra victoria. Dos a cero contra el Sep Puebla FC. Uno de ellos, de Eric Othokari.

Los Avispones de Chilpancingo.
Los Avispones de Chilpancingo.

Los goles que devolvieron la esperanza a los Avispones y a buena parte de Chilpancingo se anotaron en la Unidad Deportiva II de la ciudad. En la ciudad todos la conocen como el CREA, pero hace menos de tres años el Gobierno estatal emprendió algunos cambios. El más notable, el nombre. El equipo selló su victoria en la Cancha Licenciado Ángel Heladio Aguirre Rivera, gobernador de Guerrero hasta el pasado jueves. Fue precisamente en ese campo donde niños que no rebasan los 18 años dejaron claro que el salvaje ataque del 26 de septiembre, del que resultaron "víctimas colaterales", no los iba a vencer. Ocho goles sellaron su respuesta: Los Avispones están de pie.

“Hacen falta más apoyos”

Los Avispones de Chilpancingo son un equipo gestionado por el municipio de la capital guerrerense, a los que solo se les da los uniformes, el espacio para entrenar y el apoyo para los transportes. Poco más. En la cancha en la que entrenan se respira entusiasmo, pero un dejo de olvido.

Facundo Serrano subraya que existe "mucho interés por el deporte en Chilpancingo" pero también "poca promoción y apoyo" a sus actividades. Serrano, que también funge como director deportivo del municipio, reconoce que hay una colaboración con programas federales, en específico con la Subsecretaría de Prevención del Delito, que ha destinado fondos de 27 millones de pesos en 2013 y ha rehabilitado 14 espacios públicos.

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