_
_
_
_
_

“La tregua en Ucrania es una ficción electoral”

Milicianos que luchan en el este del país se presentan a las elecciones Voluntarios consideran nefasta la gestión de las operaciones militares

Pilar Bonet
Una mujer despide a su hijo, miembro de un batallón de voluntarios, el domingo en Kiev.
Una mujer despide a su hijo, miembro de un batallón de voluntarios, el domingo en Kiev. V. O. (reuters)

La “tregua” pactada por las autoridades de Ucrania y los insurgentes del este del país en septiembre pasado en Minsk es una “ficción electoral”, porque “la guerra y los enfrentamientos continúan aunque haya disminuido su intensidad”, afirma Evgen Dykyi, jefe de una sección del batallón de defensa territorial Aidar, ahora licenciado del Ejército tras ser herido en combate en las afueras de Lugansk en agosto.

Los jefes militares que luchan en el este están hoy en las listas electorales de muchos partidos para las elecciones parlamentarias del próximo domingo. Los mandos de Aidar no son una excepción. El jefe del batallón, Serhiy Melnychuk, es el tercero en la lista del Partido Radical de Oleg Liashkó. Incluso hay un distrito donde por un escaño compiten tres comandantes de Aidar, dice. “No creo que mi comandante sea de mucha utilidad como político. Muchos de mis compañeros están en contra de que se presente”, afirma el excombatiente Dykyi. “Lo que el Ejército necesita del Parlamento es que se reconozca la realidad de que nos ha agredido Rusia, un presupuesto de Defensa normal y una reforma del Ejército que permita el ascenso de los jóvenes”, concluye.

Dykyi es profesor de biología y uno de los más de 20.000 ucranios que se presentaron voluntarios para luchar en el este del país. El pasado mes de mayo viajó a Lugansk cuando estaban formándose los primeros batallones de defensa territoriales y fue integrado “en el número 24”, más conocido como Aidar y dependiente del Ministerio de Defensa.

“No es la primera vez que me enfrento a los tanques rusos”, dice Dykyi, quien participó, también como voluntario, en la guerra de Chechenia contra Moscú. “Unas 300 personas” procedentes de Ucrania lucharon del lado de los separatistas del Cáucaso en aquella contienda (1994- 1996), estima este comandante. Ahora, “centenares de chechenos luchan del lado de Kiev. Una de las primeras víctimas del batallón Aidar fue un checheno”, afirma.

Aidar mantiene un contingente fijo de 688 personas, dice Dykyi, según el cual por el batallón han pasado “unas mil personas en total”. En abril, “la movilización de la sociedad amenazaba con convertirse en un movimiento partisano. El primero en reaccionar fue Arsén Abákov, el ministro de Interior, y luego, el Ministerio de Defensa”, relata. Las desmoralizadas tropas del Ministerio del Interior, enviadas a reprimir el Maidán por el presidente Víctor Yanukóvich, fueron mezcladas con voluntarios en el conjunto rebautizado como Guardia Nacional, señala. “Otros, incluidos los que, por tener antecedentes penales, no podían ser policías, se integraron en el Ejército, de acuerdo con una cláusula legal que contemplaba la formación de batallones regionales para apoyar a tropas regulares. La primera formación de ese tipo fue el Aidar”.

Los orígenes de los contingentes armados son importantes para entender la realidad actual. Explica Dykyi que los miembros de la Guardia Nacional que se manifestaron hace poco ante la Administración presidencial en Kiev eran soldados de reemplazo de las tropas del Ministerio del Interior enviadas por Yanukóvich a reprimir a los manifestantes a partir de noviembre pasado y que querían ser licenciados.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

“Eran chicos que han estado ya más de un año en la mili. Si se declarara el estado de guerra, entonces se les podría retener, pero si lo que tenemos es una operación antiterrorista, esos chicos jurídicamente tienen razón y no pueden ser retenidos”, dice. “Pero si declaran que estamos en guerra, entonces habría que pagarles tres o cuatro veces más”, continúa. “La etiqueta de operación antiterrorista crea muchos problemas jurídicos y políticos. Tenemos un territorio de cuatro millones de habitantes ocupado por tropas de un país extranjero y hay acciones militares con el uso de artillería y aviación. Se trata de una guerra internacional con elementos de guerra civil, una guerra híbrida”, afirma.

“Los militares rusos intervinieron en el conflicto desde el principio mismo, pero en distintas proporciones, con distintas estructuras organizativas y cada vez más profesionalizados”, explica. “En la noche del 23 al 24 de agosto, entraron unidades regulares rusas importantes y comenzaron a atacar las ciudades de Novi Azov e Ilovaisk. En el cerco de Ilovaisk, que duró varios días, tuvimos 500 muertos, es decir, una cuarta parte de las 2.000 bajas militares registradas antes de los acuerdos de Minsk (el 5 y el 19 de septiembre)”, afirma.

“En cuatro meses de guerra antes del día de la Independencia [el 24 de agosto] perdimos 1.000 personas y a partir de esa fecha, en dos semanas perdimos 1.000 más. Esa es la diferencia entre luchar contra insurgentes o contra un Ejército regular bien preparado que aprendió mucho de los combates en el Cáucaso”, dice. “Como respiro, los acuerdos de Minsk están bien, pero ninguna de las partes va a cumplirlos, porque ninguna acepta que ha perdido la guerra”, señala. “Ahora se mata menos, pero se mata”, espeta Dykyi.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_