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La economía en México

La caída del precio del petróleo pone en alerta a la economía mexicana

En cuatro meses el coste del barril ha descendido hasta el 25%, con una vertiginosa aceleración final estas últimas semanas

Jan Martínez Ahrens
Un trabajador en la plataforma Centenario en el Golfo de México.
Un trabajador en la plataforma Centenario en el Golfo de México. SAÚL RUIZ

Un nubarrón se ha posado sobre el horizonte económico de México. Cuando la presidencia de Enrique Peña Nieto, culminada la reforma que puso fin a 76 años de monopolio estatal del petróleo, se aprestaba a abrir de par en par las puertas a la inversión extranjera, se ha visto sorprendida por la abrupta caída del precio del barril de crudo, la piedra angular de sus finanzas. En solo cuatro meses, el descenso ha sido de hasta el 25% (de 102 dólares a 75) con una vertiginosa aceleración final estas últimas semanas que ha encendido todas las alarmas.

México, el tercer productor de América, depende de sus exportaciones petroleras para su supervivencia económica. La más mínima variación en su precio tiene un efecto en cadena. Un 30% de los ingresos del Estado mexicano procede de este recurso y, aunque los seguros de cobertura funcionen como amortiguadores, una oscilación fuerte y sostenida en su base puede zarandear la economía en el momento crítico de su despegue.

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Ante esta eventualidad, el Gobierno, aparte de multiplicar sus mensajes de tranquilidad, ha realizado un ejercicio de realismo y ha rebajado esta misma semana el precio estimado del barril a 79 dólares, tres menos que lo previsto en el presupuesto para el año próximo. La enmienda no es menor. Si no se dulcifica con el tipo de cambio, esta bajada implica, según los expertos, reconocer casi 1.000 millones de dólares menos de ingresos para 2015. Un agujero nada despreciable en una economía que depende del gasto público para ponerse en pie y correr hacia su anhelada meta del crecimiento del 5% del PIB.

La coyuntura internacional tampoco ayuda. Goldman Sachs ha pronosticado un descenso general del barril en 2015; la economía china, tradicional devoradora de crudo, se ha estancado; las reservas de Estados Unidos superan las previsiones, y la OPEP, pese a las presiones de Venezuela, ha decidido mantener su producción. En este cuadro de sobreabundancia petrolera es difícil imaginarse una recuperación estable de los precios. "La única ventaja que puede tener la caída del petróleo es un mayor crecimiento de EE UU y, por lo tanto, una mejora de las exportaciones mexicanas. Pero hay un riesgo claro para las finanzas públicas", apunta Arnoldo López Marmolejo, economista principal de la división de análisis del BBVA-Bancomer.

El descenso en el precio del barril disuade la inversión extranjera justo en un momento en que México la  necesita desesperadamente
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En este escenario bajista, los ingresos estatales no son las únicas víctimas. La estocada alcanza un punto aún más sensible: la inversión extranjera. El descenso en el precio del barril disuade los proyectos de explotación de mayor coste y menor margen, justo en un momento en que México se abre al capital privado y los necesita desesperadamente. Es lo que el secretario de Energía mexicano, Joaquín Coldwelll, enfrascado en la atracción de capital foráneo, denomina "proceso de depuración". "En el corto y medio plazo se observa un ambiente de volatilidad. La apertura del sector energético será dominada por aquellas compañías que tengan más fortalezas", ha señalado Coldwell.

"El problema de una bajada de precios, justo en los albores de la apertura energética es que reduce posibilidades del gobierno para negociar. A su vez, las empresas recortan sus proyectos, porque les asusta entrar en un mercado nuevo con estas incertidumbres", señala Miriam Grunstein, profesora-investigadora del CIDE.

Para las firmas que tienen sus ojos puestos en el naciente mercado mexicano, la forma de sobrellevar esta caída de precios pasa por la reducción de los costes fiscales. Este instrumento está en manos del Ejecutivo mexicano, que, a la postre, fija los contratos con las multinacionales y sus condiciones. Es la gran negociación.

"El coste de los proyectos se puede compensar mediante los términos fiscales de la licitación. México tiene que ser competitivo frente a otras oportunidades que hay en el mundo. Su diseño determinará las decisiones de las compañías", ha advertido el vicepresidente de Exxon Mobil, Mark Albers.

Un fallo en los pronósticos tendría graves consecuencias políticas. 2015 es un año electoral y los ánimos, con escándalos como el de Iguala, andan por los suelos

Pero, como una serpiente que se muerde la cola, la mejora de las condiciones fiscales por la que pugnan las empresas extranjeras implica la reducción de los ingresos estatales, justo lo contrario de lo que busca la reforma energética. La pésima situación de Pemex, la petrolera estatal, ahonda este callejón sin salida. La empresa pública acumula en los nueve primeros meses del año pérdidas por valor de 12.000 millones de dólares. Su producción decae, las exportaciones también.

El humillante fantasma de una importación masiva de barriles se agita entre bastidores e incluso ha asomado su cabeza en la prensa nacional. Desmentida una y otra vez, esta posibilidad extrema, materializada en Venezuela, pone sobre el tapete la fragilidad de la compañía estatal y, por extensión, su incapacidad para afrontar proyectos de alto coste, como perforaciones en aguas profundas. Ese es el espacio que, en principio, deben ocupar las multinacionales. La confianza del Gobierno en la entrada del capital extranjero (asociado o no a Pemex) es enorme y durante dos años ha constituido uno de los ejes vertebradores de su discurso. Un fallo o un retraso en estos pronósticos tendría graves consecuencias políticas. 2015 es un año electoral y los ánimos, con escándalos como el de Iguala, andan por los suelos. "El año próximo se van a despejar muchas incógnitas. Será el mercado el que decida las licitaciones, él dirá sí o no a los contratos, esperemos que todo vaya bien, sino sería desastroso para México", afirma Grunstein.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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