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el golfo pérsico

Irán y Arabia Saudí se juegan su palanca de influencia en la región

Las ayudas de Riad a Egipto y las de Teherán a Siria son fruto de los altos precios del crudo

Ángeles Espinosa
Un empleado de la compañía petrolera saudí Aramco observa los trabajos en el pozo de Al Howta, en Arabia Saudí.
Un empleado de la compañía petrolera saudí Aramco observa los trabajos en el pozo de Al Howta, en Arabia Saudí. john moore (ap)

Cuando este verano los yihadistas del Estado Islámico tomaron Mosul y luego intentaron avanzar hacia el Kurdistán iraquí, muchos observadores hubieran apostado a que el petróleo iba a dispararse una vez más. Sin embargo, el precio del crudo ha caído un 25% desde el pasado junio. Además, en contra de lo habitual, Arabia Saudí, el mayor exportador del mundo, no ha hecho mención de reducir su producción para estabilizar el mercado. Enseguida han surgido teorías sobre una guerra de precios, pero los expertos lo desmienten y describen una situación más compleja. Si se mantiene la tendencia, Irán y Arabia Saudí perderán no sólo ingresos sino una importante palanca de influencia regional.

“Ha sido una caída muy rápida y severa, que parece haber cogido por sorpresa a los [países] productores”, señala Bill Faren-Price, director general de la consultora independiente Petroleum Policy Intelligence.

De acuerdo con los datos de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), el barril de petróleo ha pasado de pagarse a 108 dólares hace cuatro meses a apenas 87 ayer. El gráfico de ese cartel, que extrae un tercio de la producción mundial, viene marcando la tendencia a la baja desde hace un año.

Los analistas señalan que hay excedentes en el mercado. A la caída del consumo, por el parón en el crecimiento de China y una mayor eficiencia energética en EE UU y Europa, se ha sumado el aumento de la producción, tanto convencional por el retorno de Irak y Libia como de petróleo de esquisto (el que está atrapado entre rocas y se extrae mediante alta presión hidráulica, fracking) en EE UU.

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En su informe de octubre, la Agencia Internacional de la Energía reduce su previsión de la demanda global de petróleo en 0,2 millones de barriles diarios respecto al mes anterior debido a “las menores expectativas de crecimiento económico”. Eso sitúa las necesidades en 92,4 millones de barriles al día. Sin embargo, los miembros de la OPEP extrajeron en septiembre 30,66 millones de barriles diarios, su nivel más alto de los últimos trece meses. Al sumar el resto de los productores se alcanzan 93,8 millones de barriles, 1,4 millones por encima de lo requerido y 2,8 millones más de lo que se bombeaba un año antes. Para 2015, esa organización intergubernamental prevé un excedente de entre 1,5 y 2 millones de barriles diarios.

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De confirmarse la tendencia, los países exportadores de crudo tendrán menores ingresos y, por tanto, dificultades para mantener los subsidios a que son adictos la mayoría de ellos. En última instancia, eso puede generar problemas internos y, sin duda, reducir su capacidad de influencia internacional. La ayuda que Irán y Rusia prestan al régimen sirio o la multimillonaria asistencia de Arabia Saudí y Emiratos Árabes al Egipto del general Sisi y a otros aliados regionales son en buena medida fruto de la bonanza del petróleo.

“El mayor riesgo al abastecimiento hoy no es su reducción sino su aumento. Si se soluciona el problema [nuclear] con Irán, en un año podemos tener un millón de barriles diarios más; Libia ya está volviendo al mercado y el sur de Irak, al margen de lo que suceda en el norte, también está aumentando su producción”, explica Faren-Price, quien como otros expertos consultados descarta que Arabia Saudí haya lanzado en una guerra de precios. “No hay hechos que apoyen esa interpretación”, asegura.

“El precio del petróleo sube y baja todo el tiempo. No se ha producido una situación de pánico”, estima por su parte Alex Schindelar, responsable de la oficina en Dubái de Energy Intelligence, una empresa que proporciona información y análisis sobre el sector energético. Como prueba de ello, menciona que “ni Arabia Saudí ni Irán se han molestado en reaccionar”. A pesar de que ambos países vienen defendiendo un precio en torno a los 100 dólares el barril y habitualmente han sido partidarios de recortar la producción para mantener el precio, en esta ocasión los dos han dado a entender que pueden encajar la bajada durante algún tiempo.

¿Cuánto? Ahí está el quid de la cuestión. “Si es unos meses, 80-85 dólares por barril pueden aguantarlo. Si se trata de un cambio sistémico, aumentará la presión y empezarán a preocuparse”, señala Schindelar.

Un mercado excedentario

En su informe de octubre, la Agencia Internacional de la Energía reduce su previsión de la demanda global de petróleo en 0,2 millones de barriles diarios respecto al mes anterior debido a “las menores expectativas de crecimiento económico”. Eso sitúa las necesidades en 92,4 millones de barriles al día. Sin embargo, la producción global es de 93,8 millones de barriles, 1,4 millones más de lo requerido y 2,8 millones más de lo que se bombeaba un año antes. Para 2015, la organización prevé un excedente de entre 1,5 y 2 millones de barriles.

“El mayor riesgo para el abastecimiento hoy no es su reducción sino su aumento. Si se soluciona el problema [nuclear] con Irán, en un año podemos tener un millón de barriles diarios más; Libia ya está volviendo al mercado y el sur de Irak, al margen de lo que suceda en el norte, también está aumentando su producción”, explica Bill Faren-Price, director general de Petroleum Policy Intelligence. Faren-Price, como otros expertos consultados, descarta que Arabia Saudí haya lanzado en una guerra de precios. “No hay hechos que apoyen esa interpretación”.

Arabia Saudí es el mayor exportador de crudo y uno de los pocos países con capacidad para aumentar su producción con rapidez. Cuando las crisis de Irak y Libia limitaron la extracción en esos países, fue Riad quien llenó el vacío evitando una subida excesiva del precio. Ahora, que hay excedentes se muestra remiso a perder el terreno ganado.

Los expertos explican que la producción nueva procedente de Libia, de Nigeria y de EE UU (por el uso de nuevas técnicas de fracking para extraer petróleo de esquisto) es un tipo de crudo denominado “ligero dulce”. Su mercado, en principio, es distinto al del crudo saudí, más pesado (más difícil de refinar), pero el preferido de los países asiáticos por coste y fiabilidad del abastecimiento. Sin embargo, si el precio baja lo suficiente, estos clientes podrían considerar el cambio de proveedor. De ahí que los saudíes hayan decidido mantener el tipo.

“Estoy convencido de que a pesar de la firmeza de los productores diciendo que están dispuestos a tolerar los precios bajos, buscan una salida”, declara Faren-Price. El analista sugiere que los miembros de la OPEP, como hicieron a finales de los noventa, podrían recurrir a un acuerdo con productores como México, Noruega y Rusia, que no pertenecen al cartel. Es mucho más que oro negro lo que está en juego.

De momento, Arabia Saudí no ha respondido a los llamamientos para que recorte su producción e incluso ha rebajado el precio del barril a los clientes asiáticos. Los analistas interpretan ese gesto como una forma de defender su cuota de mercado ante la presión de la oferta de la Cuenca Atlántica (que ha aumentado como resultado del petróleo de esquisto en EEUU). Pero además, el Reino del Desierto salió escaldado de la anterior experiencia. Cuando hace tres décadas los precios cayeron por debajo de los 10 dólares desde el nivel de los 30, ningún otro país le siguió en el recorte de producción y terminó al borde de la bancarrota.

“Se ha acabado el barril por encima de 100 dólares y a partir de ahora todo indica que se mantendrá por debajo de esa cifra y habrá que adaptarse”, interpreta el economista iraní Saeed Laylaz, que fue consejero del presidente Mohamed Jatamí.

A corto plazo, eso significa reducir los gastos discrecionales; a largo, cancelar proyectos de infraestructuras, algo delicado en Arabia Saudí donde la monarquía anunció grandes inversiones como respuesta a la primavera árabe para crear empleo y mejorar los servicios. En septiembre el Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtió a Riad de que tendría un déficit de 1,4% en 2015, si el petróleo sigue cayendo y mantiene su gasto público en los niveles actuales. A 108 dólares el barril, gana 340.000 millones al año; a 82, se reducen a 260.000 millones, un recorte significativo al presupuesto.

Sin embargo, la caída también puede servir para sanear la gestión del sector y eliminar los subsidios a los productos energéticos, un asunto socialmente delicado como se vio en Irán en 2007, aunque más fácil de poner en marcha cuando disminuye la diferencia entre el precio regulado y el internacional. Pero, sobre todo, constituye una oportunidad para que los gobiernos hagan realidad la diversificación económica que llevan años proclamando.

“Los saudíes necesitan precios altos para su economía y su proyección exterior, así que no puede estar contentos”, afirma Schindelar.

Muchos analistas opinan no obstante que dadas las elevadas reservas que ha acumulado en los últimos años (estimadas en cerca de 750.000 millones de dólares), Arabia Saudí podría aguantar un largo periodo de precios bajos, y de paso hacer menos rentable la producción de esquisto que ha empujado el mercado a la baja. Pero hay otras consideraciones. En un momento en que la monarquía saudí afronta una inevitable transición generacional, incluso dentro de la familia real hay voces críticas con esa gestión. El príncipe Al Waleed Bin Talal, sobrino del rey y el hombre más rico del reino, advertía hace unos días del “peligro de seguir dependiendo casi por completo del petróleo”.

En el caso de Irán, el propio líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei, alertó la semana pasada de que la dependencia de esos ingresos deja su economía a merced de las grandes potencias. “Es obvio qué futuro espera a un país así”, señaló. El 60% del presupuesto iraní procede de las exportaciones de crudo y el descenso del barril obliga al Gobierno de Teherán a buscar ingresos alternativos.

De hecho, EEUU explotó esa vulnerabilidad cuando en 2012 decidió reforzar unilateralmente las sanciones internacionales a Irán por su programa nuclear. Los ingresos por exportaciones de petróleo que en 2011 alcanzaron 115.000 millones de dólares cayeron el año pasado hasta los 62.000 millones. A consecuencia de los bajos precios, en el próximo ejercicio (que en Irán va de marzo a marzo) podrían reducirse a 50.000 millones. Para cubrir el déficit estimado en los próximos tres meses y poder seguir pagando los proyectos en marcha, el presidente Hasan Rohaní acaba de anunciar que va a recurrir a las reservas estratégicas.

Es un duro golpe para la economía iraní que, tras años de recesión, había empezado a recuperarse este año, en parte como resultado del acuerdo alcanzado el pasado noviembre con las grandes potencias para negociar una solución al problema nuclear. El FMI preveía que creciera un 1,5% en 2014 y un 2,3% en 2015.

Ese ligero remonte permitió que los responsables iraníes dijeran que podían seguir adelante incluso si fracasaban las negociaciones nucleares. Algunos análisis concluyen que ahora Teherán se sentirá presionado para alcanzar un acuerdo. Es desconocer tanto la dinámica política interna como el orgullo nacionalista de los iraníes. Sus negociadores ni pueden ni quieren ceder sin contrapartidas.

“Irán, como EEUU, está dispuesto a soportar cualquier presión para defender sus líneas rojas. Las negociaciones están por encima de cuestiones coyunturales”, afirma Laylaz.

Incluso si prosperan, o al menos siguen adelante, el previsible levantamiento de las sanciones será un arma de doble filo. A la vez que estimula la economía iraní, su regreso a los mercados de petróleo impulsará los precios a la baja. En la última reunión de la OPEP el pasado junio, el ministro iraní del ramo, Bijan Zanganeh, aseguró que, si se retiraban las sanciones, su país podría aumentar su producción en 700.000 barriles diarios en el plazo de dos meses. Difícilmente lo que necesita un mercado sobresaturado.

“Estoy convencido de que a pesar de la firmeza de los productores diciendo que están dispuestos a tolerar los precios bajos, buscan una salida”, declara Faren-Price. El analista sugiere que los miembros de la OPEP, al igual que hicieron a finales de los noventa, podrían recurrir a un acuerdo con otros productores como México, Noruega y Rusia, que no pertenecen a ese cartel. Es mucho más que oro negro lo que está en juego.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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